Los
Libros De La Guerra
Mi Padrepoemas De Arturo Carrera
La Politica Cultural Del Gobierno Democratico
El Doctor Cormillot
La
Oligarquía Ni Existe
¿Una
Ola De Crímenes?
los Libros de la guerra
EL
PORTEÑO AGOSTO DE 1984
Si se exceptúan "Nihilismo
y Experiencia Extrema" de Massuh y el curioso volumen colectivo que
editó el empresario Piñeiro Pacheco con el título "Pensar la Argentina", en los primeros años del llamado
"proceso", la ofensiva editorial corrió por cuenta del bando
perdedor: las organizaciones subversivas y los sectores políticos y culturales
que, sin asumir los objetivos o los métodos de la guerrilla, compartían con ella
el repudio hacia el terror de Estado.
EI libro de Massuh estaba dedicado a identificar las
raíces espirituales de subversión, a efectos de componer una imagen del
subversivo apta para el consumo de los represores. "Pensar la Argentina" es un testimonio documental de
cómo muchos intelectuales, -hoy arrepentidos-, planificaban la construcción de una Nueva
Argentina a partir de los logros alcanzados por el gobierno militar de
1976.
¿Por qué el bando de los vencedores no tuvo una
bibliografía
más extensa? Hay dos respuestas: ellos contaban
el consenso político y con la solidaridad de todos los medios de comunicación
de masa. Entonces: ¿para qué iban a tomarse el trabajo de agregar precisiones
por escrito?
El segundo motivo es la dificultad para controlar las consecuencias
de los libros. Recuérdense los penosos efectos del libro de Camps (Caso Timerman, Punto final) que mostró
la inconveniencia de narrar la historia desde el punto de vista de los
circunstanciales vencedores, aunque una editorial del diario La Nación haya atribuído la iniciativa
de este libro no al generalato sino a los empresarios periodísticos Máximo Gáinza, -de "La
Prensa"- y David Kreiselburd,
de los diarios "EI Popular" y "El Día" y de las revistas
"Testigo", "Destape" y "Shock".
En la primera etapa la ofensiva editorial corrió por cuenta
de los vencidos. "A guerra de
Argentina", de Marcelo Dias, editado originalmente en Lisboa, hacía la
crónica de los sucesos desde la perspectiva de las organizaciones guerrilleras.
"Preso sin nombre, Celda sin Número",
de Timerman, aparecido en Norteamérica hacia su crónica de la represión desde
el punto de vista de un aliado del partido militar circunstancialmente caído en
desgracia. "EI vuelo del tigre",
de Daniel Moyano, -difundido en España-;
trataba desde la pura ficción los efectos que la acción represiva tenía sobre
el ámbito de la cotidianeidad y de la vida privada. Como generalmente suele ocurrir,
la verdadera historia se refleja mejor en esta novela que ambienta la guerra
contrarrevolucionaria en tramos del folklore norteño, que en la mayoría de los
estudios, ensayos y relatos con pretensión "realista". Quizá esto
explique la débil acogida del público argentino a la edición que aquí hizo
Legasa de la excelente novela de Moyano.
Los perdedores
piensan, narran
Pero los pueblos, que necesitan contarse su historia, no
toleran demasiada realidad. La propuesta de Moyano (construir la imagen de una
familia "tomada" militarmente) transporta una verdad que las
conciencias "tomadas" por el pensamiento oficial no pueden
metabolizar.
Jorge
Asís, José Amorín, Hugo Foguet, Andrés
Rivera, Martín Caparrós, Javier Torre, Jorge Manzur y otra decena de narradores
abrazaron el tema en sus novelas y sus cuentos. Portantiero, Altamirano,
Guillermo (no "Pacho") O'Donnell, Ozclack, De Riz, De Ipola y una
veintena mas lo reflejaron en ensayos y estudios académicos. Ese conjunto de
textos elaborados en tiempos de la guerra tiene en coman una misma postura antirrepresiva,
que si no es de simpatía hacia los vencidos, contribuye al desenmascaramiento
de los victoriosos y de las consecuencias que tuvo la derrota sobre la
civilidad neutral.
Otro carácter común de estas obras construidas desde
perspectivas ideológicas dispares, es el registro y la evocación de la derrota.
Un algún modo, y según se
señaló
a propósito de "Flores Robadas en
los Jardines de Quilmes", -la primera y mas exitosa ficción sobre el
tema-, los registros de la derrota y las
evocaciones de las derrotas son parte de un aparato involuntario de celebración
de las victorias, especialmente cuando no hay obras de celebración de la
victoria porque los victoriosos necesitan hacerla pasar por una derrota.
¿O
acaso no ha sido derrotado el partido militar en los comicios del 30 de
octubre? Para el pensamiento oficial contemporáneo la subversión era una mano
podrida, que por torpeza del cirujano se eliminó mediante la amputación de todo
el brazo izquierdo. Ahora la democracia, "lograda por la luchas populares",
según coincidieron en definirla los secretarios generales de la CGT y del
Partido Comunista (...), ha exonerado a los cirujanos ineptos, y se ha hecho
cargo de los movimientos del pobre
manco, -ese país-, y se ha hecho cargo del pago de las deudas por él
contraídas, y del maquillaje de las distintas partes de su cuerpo en el estado
en que se encontraron a la salida del quirófano: los dueños dueños, los
expropiados expropiados y los fragmentos perdedores perdidos para siempre.
A falta de un discurso de celebración oficial, los vencedores
cuentan con voces oficiosas que oblicuamente asumen su representación.
Por su parte, el llamado "show del horror", esa
ceremonia publica de desenterrar cuerpos en fotos y videos para aterrar el
pasado haciéndolo actuar como una advertencia sobre el presente.
Es
que el orden social no necesita entender, solo precisa hacerse entender.
Hace poco, un columnista del EI Porteño,
se refirió a la herencia semántica del proceso, ese léxico falso cuya mera
enunciación supone un acuerdo de fondo sobre las reglas del juego. (Por
ejemplo, "proceso" supone una conducta del Estado que se inicio
recién en marzo de 1976 y concluyó en octubre de 1983; "dictadura militar" propone un
ocultamiento de los beneficiarios, -civiles-,
de la redistribución social obrada durante la etapa, etc.). Con
imágenes, con contrabandos terminológicos, el orden social se hace entender
mejor que con la enunciación de cualquier decálogo de moral pública.
Y
cuando las imágenes fraguadas puedan tener alguna ambigüedad rápidamente acudir
la palabra del Estado para definir como deben interpretarse. Esto pasó con el
Informe de la Comisión Sabato. Como si no hubiera sido suficiente la tergiversación
que a los millares de testimonios impuso la prolija selección de siete
versiones atenuadas hasta la inocuidad, el Informe se difundió al público
obediente convertido en un sandwich de precisas actuaciones de la
pareja Troccoli-Sabato que lo convirtieron en una mercancía mas de los negocios
sucios de la política y del espectáculo. Al respecto, poquísimos espectadores
repararon en la escena inicial del falso testimonio: la imagen grabada de un
parto normal, con obstetra, partera, mascarilla, camilla e instrumentista. ¿Por
qué un parto oficial? El objetivo de agregar este testimonio quizá no ha sido
muy consciente por parte de los autores del videofilm.
Habrá que interpretarlos: un parto representa el dolor necesario
(una buena metáfora oficial de la represión, ¿no es cierto?). Un parto permite
emitir los alaridos de dolor de los cuerpos, filmados, contribuyendo al clima
de terror con que se quiso describir a los campos de concentración. Un parto es
seguido de un nacimiento, y algo, a pesar de la minuciosa compilación de los investigadores,
debió haber nacido de la operación quirúrgica oficial. Un parto, en
definitiva, representa a la maternidad y
el tema de la maternidad y de los lazos
da sangre fue el leit motiv de la película de la Comisión Sabato: hermanas,
madres, abuelas son el grueso de los testimonios emitidos. (Sólo el relato del obrero Watt se
excluyó de esta tendencia). Quizá los cineastas amateurs no lo hayan percibido,
pero la
traducción del terror a la zona de los vínculos familiares es una operación de
despolitización de los sucesos narrados, al tiempo que "justifica"
el recurso a la Justicia por "razones de sangre",
que demandan una reparación simbólica
y remite al olvido a la única demanda
racionalmente valida: la reparación
social, que no pueden brindar los cuerpos de los verdugos sino los bienes y
las investiduras de quienes los usaron y de quienes abusaron de su obsecuente
"obediencia debida".
Quizás una de las contribuciones más valiosas del terror de
Estado es la perfecta división del espectro político. Desde la posguerra, y en
un crescendo que se acentuó con la revolución cubana, el campo de la izquierda se fue poblando de
intelectuales, movidos mas por una búsqueda experimental, o por una de manda de
coherencia lógica, que por una necesidad o un interés de clase. AI mostrar los
dientes al Estado, se produce una disparada, con lo que se beneficia el campo
de la inteligencia, recuperando talentos para su actividad especifica, y se
beneficia el campo político, deshaciéndose de ciertos cuadros que acompañaban
sus luchas con la frivolidad característica de los intelectuales. La cultura
argentina aparece ahora enriquecida con figuras como Portantiero, (que acaba de anunciar que ya no persigue el socialismo,
como antaño, sino apenas un reino de ideas más claras), o como el filósofo Terán, que en un ensayo brillantemente
escrito se reconoce como parte de "una tendencia
que apostó con furor y fue derrotada con crueldad", a partir de lo
cual renuncia al marxismo, eso sí, "sin
abandonar la premisa de que la
desigualdad económica es una iniquidad entre los hombres". (Cualquier
conocedor del marxismo se asombraría al observar que se abandona la parte mas
sólida de esta corriente de pensamiento, -sus premisas teóricas y metodológicas-,
al tiempo que se conservan sus dogmas morales mas controvertidos, por ejemplo,
esa premisa que se obstina en llamar "inicua" a la característica
primordial de las sociedades humanas: ¡así son de asombroso los efectos del terror
de Estado!)
Los libros, como las ideas, son consecuencia de la historia,
pero también son historia, y hacen
historia. El ensayo, la novela y el informe científico que se van a comentar,
están llenos de consecuencias de la historia reciente, y cada uno con sus
bellezas y sus torpezas, ayuda a construir la historia que ahora empieza a
empezar.
Giussani escribe mal, muy mal. EI libro empieza así:
"En mi infancia viví con la curiosa convicción de que las cosas tenían
doble naturaleza...". El lector se pregunta como alguien, puede considerar
"curiosa" a una convicción propia. Como para responderle, el segundo
párrafo del libro cuenta: "No sé en
qué momento llegué a esta extraña conclusión...", pero el lector,
vuelve a pensar: ¡Cómo alguien puede considerar
"extraña" a una "conclusión" propia? La respuesta no se
hace esperar: renglones adelante Giussani narra que considera a sus "curiosas
conclusiones" y a sos "extrañas convicciones" "una sorprendente
Weltanshauung infantil. Es decir, a la edad en que todos los chicos juegan a
la pelota, Giussani ya tenia "cosmovisiones"... ¡Y en alemán...!
Todo
esto es un truco para impostar a un ensayista inteligente: basta una infancia
prodigiosa de niño sabio, para dotar a cualquiera del derecho a reflexionar
cuando esta entrando en la vejez. Giussani tiene cincuenta y tantos años. De joven fue fascista; hacia 1961 fue
propagandista del castrismo; después aceptó un empleo en los aparatos de
difusión montoneros. También fue empleado de Associated Press en New York, del periódico amarillo-culto "La Opinión", de Buenos Aires, y
ahora trabaja en Roma, en la agencia Inter
Press. Con semejante carrera asalariada, sólo una infancia mágica puede
autorizarlo a opinar por primera vez en su vida, "desinteresadamente".
¿Desinteresadamente? No: el libro dice tratar sobre los
montoneros, pero limita su consideración a unos pocos personajes pertenecientes
al grupo, todos ellos del ámbito de amigos y conocidos de su red de relaciones
amistosas. Hay centenares de libros escritos sobre organizaciones armadas:
Giussani recurre solamente a un informe, no dedicado a los montoneros sino a
una minúscula secta ultraizquierdista italiana. Con este aporte
"empírico" puede extraerse cualquier conclusión. La de Giussani es
convergente con el pensamiento oficial argentino: el terror de estado fue desatado por la guerrilla (él sindica en
los Tupamaru la primera movida), las
democracias latinoamericanas fueron conducidas al estado terrorista por culpa
de las sectas ultraizquierdistas, y los rasgos psicológicos que su relato
define como características del montonero ideal coinciden plenamente con su
definición del fascista-ideal. No hay el menor análisis de qué es el
fascismo; tampoco hay en la obra la menor observación de las características de
la organización y de la actividad montonera. EI lector pasa todo por alto: la
gente cree en Giussani porque fue un niño prodigio, porque fue amigo personal
de Urondo, porque en el conjunto de su discurrir
rescata -inexplicablemente-, la figura mítica del Che que adoran los
adolescentes de Barrio Norte, porque juega con la imagen de Adriana, (una niña
de su entorno familiar que abrazó la causa montonera y perdió la vida) y porque
todo el libro esta poblado de golpes bajos y de falsa erudición.
Al respecto, dice Giussani: "los montoneros, aprisionados por formas wagnerianas, acaban por
resumirse como elite nibelunga". Es posible que a italiano
nibelungo" le suene a elite de alta (lunga)
estatura, pero en la obra wagneriana, (que jamás aprisionó" a los
montoneros), los nibelungos eran unos enanitos hijoputescos, y nunca fueron una
elite militar, ni política.
A lo largo de las cien primeras páginas de libro se pueden
hallar no menos de cincuenta citas de ficticia erudición, ese método patentado
por Sebrelli para sus olvidables
best-sellers y oportunamente denunciado por Massota y Verón. Obsérvese una al
azar: la violencia encarada como
estimulo de una contrarrevolución concientizante como modo de llevar al plano
de la objetividad visible un fascismo que de otro modo no alcanzaba a ser
materia de persuasión en un mero intercambio de subjetividades". Frase
que quiso significar que los montoneros son fascistas
que provocan a la democracia para que ésta reaccione y vuelva real y creíble la
fantasía que ellos se hacen sobre el carácter del Estado.
Nadie
sabe qué es Giussani, salvo que es un periodista profesional. Pero su, libro es
radical: comparte los mismos esquemas
y los mismos fantasmas que el pensamiento oficial argentino contemporáneo. Como
éste, cree en la oposición civilizados-bárbaros. Como éste, está anclado en las
creencias de la Europa de principios de siglo. Para Giussani, los salvajes son prelógicos, porque explican la lluvia
por el llanto de un dios (pag.12), en cambio los modernos, los no-fascistas,
los, periodistas responsables, saben bien que (pag.12) "la lluvia se encuentra provocada por
bolsones de baja presión que atraen y concentran en una relación de causa y
efecto a las nubes dispersas en áreas de alta presión". Es un libro
que ha tenido mucho éxito y que ha recogido comentarios elogiosos de la prensa
oficial: basta saber leer, o conocer un poco de meteorología para advertir que
se trata de un zurcido de patrañas, de mala fe y de mala información.
¿Importa el arte narrativo? A algunos sí, -yo entre ellos-;
para otros, el arte de narrar es cosa del pasado. Recuerdos de la Muerte es una obra maestra del arte de narrar.
Nadie podrá jamás calcular la responsabilidad que corresponde a Miguel Bonasso en el conjunto de
errores tácticos y estratégicos de la organización Montoneros, a cuyo comando
perteneció durante buena parte de su historia; tampoco importa juzgar esa responsabilidad:
si la figura "obediencia debida" sirve para sobreseer a muchos, la
figura "rebelión justificada" (por la dictadura militar de 1966 y por
el lopezreguismo que cundió desde 1973), torna ociosa cualquier atribución de
responsabilidades a los compañeros de banda
de Bonasso.
Pero
un balance es necesario: ¿cuánto perdió la literatura durante el largo periodo
en que Bonasso se ocupaba de hacer la revolución en lugar de dedicarse a algo
para lo que se encuentra tan bien dotado?
Y otro alance es
imprescindible: ¿cuánto perdió el público por el afán, que bajo un disfraz testimonial,
pone Bonasso en ocultar los entretelones que el país necesita conocer sobre la interna montonera, que él bien conoce y
que su libro no deja traslucir?
En mi columna de Primera Plana (Nº 60, 22-6-1984), comparé
someramente la narrativa de Bonasso con la del malogrado Rodolfo Walsh. Si éste
había fundado, con el recurso periodístico, una literatura-verdad, el mismo
género le sirve a Bonasso para iniciar un retorno a la ficción, o a la
literatura-mentira.
Porque el manejo de información de primera fuente, y los
recursos de verosimilización que le permiten recrear la escenografía represiva,
arman en "Recuerdos de la Muerte" un espacio que solo sirve para la
adulteración de la verdad histórica.
Tal como Giussani se da maña para rescatar las figuras míticas
de Guevara y Urondo deslindándolas de su imaginario
enemigo subversivo, Bonasso consigue eludir explicaciones sobre las sinuosas
componendas políticas de su organización, especialmente aquellas concertadas
con sus enemigos en tiempos en que, como encargado de prensa, él bien podría testimoniar.
Todo lo que se puede perdonar a un best-seller de aventuras resulta imperdonable en una novela de
personajes y eventos reales, porque ese "azar" que conduce los
acontecimientos en la narrativa de ficción, tiene un significado político que
esta realidad novelada debió haber expuesto al lector. No se trata solamente de
la explicación del privilegiado status que muchos oficiales montoneros
disfrutaron en los campos
de
concentración, ni de otras curiosidades que testimonia el libro. La misma
historia del personaje central, -alguien real, con quien un día de estos
podríamos tropezar por Buenos Aires, o Rosario, o Managua-, pide una
explicación que nadie exigiría a un personaje de aventuras. Es tiroteado, pero
no muere. Toma su cianuro, pero no se envenena. Es torturado, pero no
"canta", a pesar de lo cual pasa a la zona de la ESMA donde se
disfruta de trato caballeresco. No es leal a sus captores, pero le permiten
salir a las cabinas de ENTel para hablar por larga distancia. No es
colaboracionista, pero acompaña a los esbirros al aeropuerto para identificar a
miembros de la organización que ingresan clandestinamente. No identifica a
nadie, pero lo llevan a la frontera con Paraguay para otros operativos de identificación.
Está custodiado, pero convence a sus guardias de las ventajas de cruzar el río
para hacer compras en la otra orilla. Puede escapar, y una vez libre, se
reporta a la dirección de Montoneros y acepta someterse a un tribunal. Su
historia parece increíble, pero, por otro azar, tres miembros de la organización
oyen a través de las paredes de un cuarto de hotel la conversación de tres
represores, cuyo contenido prueba la buena conducta del militante, que solo es
sometido a una disminución de su preciado rango militar.
Al pasar de su oficio de revolucionario profesional a este
nuevo de escritor profesional, Bonasso ha ganado en calidad de su producto. Es
de esperar que en su obra venidera cuente las aventuras de alguien sometido a
esa forma sutil de la represión que es el ocultamiento de la verdad y la
adulteración de la historia.
¿Ejercicio? ¿Posible?
"Los hechos
armados: un ejercicio posible" ha sido editada por CICSO, centro de investigaciones que es
reconocido académicamente desde 1966. No es una obra de ficción, ni un ensayo.
Tampoco es una investigación social: contiene una investigación social atendida
ritualmente al criterio metodológico del positivismo, pero excede ampliamente
el marco de sus posibilidades.
La
investigación (Ver pág. 31) se basa en un análisis estadístico de los registros
de prensa, y viene a probar dos cosas:1) la falsedad de los discursos oficiales
(del peronismo, del "proceso", del régimen radical) acerca de la
subversión, y 2) la incidencia que este discurso tiene sobre los intelectuales.
Basta leer las estadísticas compiladas para conmover toda la representación que
nuestra memoria tiene de hechos tan recientes, y para insinuar cómo el terror de Estado ha promovido en cada
uno de nosotros una
"compilación" errónea de los hechos que fuimos viviendo día tras día:
agrupados por el computador los ocho millares de hechos de violencia que se
registraron durante el gobierno del FREJULI
muestran datos diferentes a los que archivaba la atosigada memoria del público.
La doctrina que Juan
Carlos Marín expone a lo largo del libro poco tiene que ver con el modelo
positivista -"objetivo"- de su investigación. Si en la computadora
colocó una precisa codificación de registros de prensa para extraer cuadros
estadísticos, en su discurso colocó un cocktail teórico donde a la metodología
del positivismo durkheimiano se agregan la teoría del poder de Foucault, la epistemología racionalista
de Bachelard, la sociología
neokantiana de Weber la teoría del
estado de Lenin, el endeble
"materialismo dialéctico" de Engels,
la economía política del Marx del
Capital, el pensamiento romántico del joven Marx, y todo esto bajo una invocación a postulados del epistemólogo
Mario Bunge.
El
resultado de tanto eclecticismo es una doctrina no menos sorprendente que los
out puts de la computadora:1) la violencia,
mas que una fuerza política es una potencia
económica en las sociedades del Cono Sur, y su función (pag.18) (su "lugar",
dice Marín) es la acumulación y la formación de poder en la sociedad. 2) La
legalidad burguesa, (es decir: la
democracia constitucional), es parte de una estrategia
militar (pág. 25) de la burguesía. 3) La burguesía (financiera) se comporta
como un estado conquistador (pág.
26), invasor. La iniciativa militar corresponde a la burguesía. 4) la sociedad
de clases es un territorio ocupado en condiciones de guerra y los científicos
sociales no pueden advertirlo porque han padecido (se refiere a los años
recientes) un proceso de desarme
intelectual. 5) (con referencia a la reciente guerra sucia). Las tácticas
morales y policiales de la represión construían mas cosas (por ejemplo, el
"desarme intelectual") que las que destruían con su accionar bélico.
6) EI Cono sur enfrenta una situación de guerra civil que se prolonga a la
espera de su resolución por las armas. 7) La guerra no enfrenta "aparatos
armados" sino a fuerzas sociales en
pugna, de las que sólo la dominante tiene conciencia de carácter militar
del enfrentamiento que día a día se
produce. 8) La burguesía, que tiene el monopolio de la fuerza malestar, no cae
en un "reduccionismo militarista y nunca deja de advertir que la lucha
reviste un carácter político, social, moral... es decir, un carácter de clase.
¿Hacia dónde conduce este balance? Según Marín, -según el tercer
párrafo de la primera pagina de su
libro-, lleva a un diagnóstico de Argentina. Trelew prefigura e! período que pasó Ezeiza prefigura el próximo. Trelew fue
el fusilamiento clandestino que se generaliza en 1976. En Ezeiza las masas
presenciaron una imágen profética de Argentina: la lucha a campo abierto...
"
Se sabe; Ezeiza significa dos cosas: el lugar elegido por la
alianza militar-lopezreguista para celebrar con una masacre el retorno de
Perón, y el lugar elegido para salir de las líneas de fuego por todos los
emigrados. Marín reside, actualmente en México."
Héctor Viel Temperley
Desde Poemas con caballos
(1956) hasta Hospital británico,
aparecido poco antes de su muerte en 1987, Héctor Viel Temperley publicó nueve libros, pero
sólo alcanzó alguna difusión a partir del penúltimo, Crawl (1982). Las dos
notas siguientes introducen una breve antología de la obra de este poeta,
nacido en Buenos Aires.
ESCRIBIR, HABLAR, RECORDAR: el poema El Escorial, de la página 43 de Legión Extranjera, testimonia la
primera revelación en la carrera de Viel. Apareció en 1978 y hasta allí Viel ha escrito mucho ha ubicado media docena de libros: una obra tan
inolvidable e intrascendente como la que integran los millares de libros de
versos que anualmente se editan a expensas de la fortuna, los ahorros o la
picardía de sus autores. La aparición de Crawl (1983) y Hospital Británico (1986), y una
calculada intervención crítica que orientó la lectura de ambos, libraron a la
obra anterior a 1978 de la ironía y el desgano que encuadran la lectura de
tanta poesía menor.
Hasta Legión Extranjera, Viel también ha hablado mucho. La poesía -como Ia
cortesía y la mundanidad- es motivo de charla y en mesas, barras de amigos y
barras de boliche, la embriaguez del alcohol
y del reconocimiento
interpersonal se confunden con la embriaguez poética. En ese espacio Viel es objeto
de una admiración confusa, que no puede discriminar su adhesión a un nombre, a
un hombre y a su pasión por la obra, de su obra, de su estado de pasión: su fuerza. Las presentaciones que se
escribieron a sus libros, ocasionales comentarios de la crítica oficial, y una
Faja de Honor que infligió la SADE a sus primeros poemas prueba ese
vínculo y -a la luz de su obra ulterior-
vuelven a probar también que Ia poesía tiende a
irrumpir en cualquier parte: hasta
en el fango tibio de la trivialidad literaria.
Escribir y hablar, leer hablado, escrito y apreciado por el
justo amigo son las tareas del poeta menor. El poema El Escorial es, en su
primer terso (¿), un producto de este tipo de actividad. La primera
parte parece un clásico poema de Viel: hay una colección de imágenes felices,
un buen paso de marcha, sugestivas visiones burguesas de la infancia, del
primer amor, de la arquitectura, de decoración, las actividades creativas y el
turismo, todo en sostenido por una voz que prendió a citar y a recitar a través
de lecturas, coloquios y previsibles ejercicios de seducción oral. Pero *hacía
su segundo tercio el poema es interrumpido dos veces por una voz ajena en la
que se pueden reconocer los énfasis camperos de Miguel Briante. En Ia primera, ................................................
(FALTA LINEA EN FOTOCOPIA) responde: no estoy escribiendo, estoy hablando En la segunda, la voz
concede: me gusta esa manera de hablar
y el poema corrige: no estoy hablando,
estoy recordando. Le escribí a Viel
que a su interlocutor narrativo le faltaba la
tercera negación me gusta esa manera de
recordar y su respuesta probable: no
estoy recordando, estoy haciendo y Viel me escribió que ése era justo el
tema del libro que estaba a punto de publicar.
ARRASTRARSE:
Se trataba de Crawl que aparecería en 1983. A Viel medio inglés- no se le pudo
escapar la etimología del nombre de ese estilo de natación. Coma el sacramento
de la comunión de los católicos ese leit-motiv de los tres poemas del libro,
algún crítico oficial mecanografió elogios de
circunstancia que aparecieron un domingo en el diario La Nación. Leerlos fue como descubrir el
homenaje que la sociedad argentina de propietarios de herrerías pudo haber
ofrecido en oportunidad de la primera edición de Martín Fierro. Crawl elegía el nombre de ese estilo de
nadar para representar un estilo de negociar con la nada. El tratamiento visual
de los textos alude a las relaciones que percibe entre su aliento y el espacio
visual el que nada. Y las variaciones métricas replican las alternancias entre
hiperventilación y fatiga que padece el nadador: el tema terreno de la obra,
tal como el principio técnico del referido estilo de nadar, es la respiración.
Una carta de Viel respondiendo a estos comentarios que publiqué en 1983 me
confirmó que él había trabajado conscientemente sobre ese sistema de
relaciones. Sin embargo -confesó-, jamás había hecho contacto con dos obras
contemporáneas que procesaban esa misma materia: Je taime-Je taime de Resnais y Nadie
Nada Nunca de Saer. Ambas, en efecto, construyeron un
sistema semejante con las mismas relaciones ................................................ (FALTA LINEA EN FOTOCOPIA)
memoria, la entrega a una situación física extrema, la obnubilación de la
fatiga y la vida. Yo estaba loco y la reflexión y la escritura sobre esa
mitología en estado naciente que creía ver me parecía reveladora de una verdad
que se me escapaba tras cada brazada. Estaba loco: pero, no era el objeto de la
poesía la producción de esa locura dirigida, de esa alucinación cognitiva bajo
control...? En la revista progre El Porteño puse que Crawl
no era un libro sobre la comunión sino sobre la respiración esto antes de que
el pulmón del poeta se convirtiese en una fuente de noticias poéticas sobre el
sentido de la vida- y años después Viel se ocupó de subrayar todos los
fragmentos de su obra que anticipaban la escenografía del final; parte de este
trabajo se volcó en Hospital Británico.
Yo estaba loco y en todo lo que fui escribiendo sobre Viel y para Viel buscaba
confirmar algo que él nunca terminaría de aprobar: el carácter convencional de
la Fe. Yo creía reconocer tres sistemas isomorfos de prácticas sociales
urbanas: el culto religioso, el deporte y la poesía, y creía ver en el poema la
referencia de uno a otro destinada a componer una monstruosa alegoría de un
cuarto sistema que no terminábamos de asir ni de nombrar; llamémosle la vida,
esa pregunta sobre qué hacer con nuestro tiempo, esa pujanza hacia delante que
nunca acabaremos de aprender a administrar. La poesía, el culto, el deporte y
finalmente, tal vez la vida, los cuatro -creía yo- arrancan por una primera
entrega a la convención: la sumisión a reglas que imponen ejecutar eso que el
cuerpo -uno mismo, lo que Es (*)- jamás tendería a hacer espontáneamente. El
aprendizaje de la natación y crawl lo representan enfáticamente: no respirar
para salvar el aire, arrastrarse para seguir en la superficie, mirar a un lado
para avanzar mejor hacia a adelante, resignarse a ver el mundo parcial y
transversalmente para conservar la horizontalidad. En el crawl, como en el rito
religioso y en la poesía perfección del estilo es condición indispensable de la
eficacia en la vida?
A LAMUERTE: En la vida no hay
tal eficacia, se obstinaba en creer Viel en nombre de su Iglesia. Fue el
poeta del espacio burgués argentino: ................................................ (FALTA LINEA EN
FOTOCOPIA) caballos, campos, veleros, barrios, muebles, fusiles,
soldaditos, nuestras minas, nuestros cuerpos templados por la gimnasia y el
turismo y entre todo eso, también nuestra
Iglesia, ese service de santidad donde beso
a Cristo y me beso a mí mismo en él, según confiesa en sus últimos días.
Pienso que esa contradicción entre el goce narcisista -su éxtasis de
comunión- como apropiación privada de la Santidad y las pretensiones de
universalidad del cristianismo es inseparable de la grandeza perdurable de su
poesía
(*) voy hacia lo que menos conocí: voy hacia mi cuerpo (H.B.)
No se capta todo el valor de la poesía de Viel Temperley leyendo poemas aislados. A
veces están relacionados entre sí, y suele ocurrir que un poema aluda a algo
que ya está en otro libro (un efecto de sobreimpresión, de dejá vu, -de cosa vivida- de la experiencia evocada) Leyéndolos
de a uno, además, no se sintoniza
bien cierto tono que los envuelve y
del que depende en parte su sentido.
Lo más evidente y singular elevada religiosidad (cristiana); y, al mismo
tiempo, una sensualidad material -directamente referida a lo sexual, a menudo-
que lo impregna todo, sin descartar ciertas formas aberrantes (hacerse lamer la pija por una perra) o herejías
(comparar el blanco de la hostia con el del semen).
Intensidad de vivir, vitalismo. Un vivir siempre a prueba. Ciertos
actos (nadar, encender fuego, cabalgar, hachar, y, por supuesto, coger) como
medios de contacto con algo que los excede
y, a la vez -esto no es tan contradictorio como parece, como experiencias absolutas
en sí mismas. ¿Tocar lo esencial a través de la experiencia? ¿Encontrar a Dios
agotando la acción? Vitalismo y espiritualismo, en el caso de VT, son lo mismo.
Constante e impúdica presencia de la primera persona y un discurso que
parece animado por una intención con ................................................ (FALTA LINEA EN FOTOCOPIA)
que los vuelve especialmente interesante es su insensatez vinculada a cierto extraño aire de sinceridad. Lo que
convence poéticamente no es aquí el artificio escritural sino lo aparentemente
contrario: la sensación de estar ante una carencia absoluta de artificios.
El efecto es de inocencia como
la de alguien virgen de literatura. Raro caso en la poesía argentina
contemporánea no hay casi referencias intertextuales, casi no existe inflexión
sobre la poesía o sobre lenguaje. Del mismo modo, también muy infrecuente -...........ría que completamente
anón.....lo, hoy- encontrar una
poesía tan desprovista de recelo. La suya, increíblemente, es poesía
celebratoria, no crítica, casi nunca melancólica.
Algo así como una visión distorsionada,
excéntrica, de todo lo que se ve. No exactamente delirante sino desquiciada, no alucinada (a lo Ribaud)
sino como proveniente de un ser de otro planeta, que encuentra valores o datos
significativos ahí donde uno corrientemente no los encuentra.
Más que ingenuidad, d....
intelectualización. Más que inocencia, tal vez, no dar por sentado lo que damos
por sentado habitualmente. Una especie de afortunada incontinencia pero no de lenguaje, sino como la de los chicos, que
suelen sorprendernos cuando profieren alguna ocurrencia porque todavía no aprendieron
qué debe decirse y qué no, que se
atreven a expresar su pensamiento sin especulaciones.
Ciertas imágenes adquieren categoría de visión absoluta: el árbol joven
frente al mar. Todo se hace revelador: un animal, un objeto, un letrero. ¿Epifanía, iluminación? Sobre todo,
aquello que Lezama Lima llamaba el súbito: la emergencia de lo incondicionado en una
línea causal.
Productividad poética de las obsesiones. Insistir en lo mismo puede
hartar, y a veces ocurre, pero en ciertos casos eso es lo poético. Volver a lo mismo es un reencuentro. Pensar en
los mitos según Pavese: la escena ya conocida (ya
leída antes) adquiere categoría de arquetipo ante nuestros ojos. Cada acto
repitiéndose una y otra vez es como si fuera depurándose de lo momentáneo, se
vuelve eterno purísimo.
Rodeando la irrupción de la poesía, muchos momentos -sobre todo en los
primeros libros- de prescindible declaracionismo fervoroso. Si es cierto que
pocos poemas están libres de zonas débiles, también son pocos aquellos donde
alguna vez emerge algo verdadero e
intenso, y con tanta fuerza propia como para que los pasajes olvidables queden
iluminados por esa intensidad.
En los últimos libros, Viel se vuelve herrnético y fragmentario. ¿De qué está hablando?, se pregunta
quien -es mi caso- empezó a leerlo desde Crawl. Ese efecto, bello
y seductor, se atenúa si antes se leyeron los otros títulos, a la vez que su
sentido se intensifica
MI PADRE
La noche escribe, escribió
Severo Sarduy al presentar el primer
libro de Carrera, editado por Sudamericana.
Era 1972, un tiempo diurno, época de planes, obviedades y buenas intenciones.
Pero Carrera, venía en otro plan. Contra aquel idealismo de la realidad, traía una poética
materialista, destinada a denunciar la materialidad del texto. Sus poemas invertidos, -tipos blancos sobre
un fondo de papel uniformemente neqro-, anunciaban la ineludible materialidad
del arte, y denunciaban los intentos de iluminación pautados por la época. Su
segundo libro, Oro presentado en
1975 por la misma editorial, insistía en la propuesta, orientándola hacia el
léxico, otro aspecto de la materialidad. No trataba, como se pudo creer, sobre todo lo que reluce, sino sobre el
oro americano el tesoro de esta lengua inseminada por la colonización. Desde
entonces, la carrera del autor es tan diferencial como su propuesta literaria. Unico, entre los
poetas menores de sesenta años, -Carrera, nació en 1948-, pudo sortear las
inevitables ediciones de autor; y transgredir las aduanas culturales con
frecuentes traducciones francesas y americanas.
Coherente, sus libros ejecutan un programa preciso. De los siete
editados, solo Ciudad del Colibrí,
antología de fragmentos de su obra publicada en España, sale de su plan. 1982:
La partera canta, -poética de
femeneidad, la genitalidad y el parto-1983; Arturo y yo -poética del narcisismo como campo de reflexión
especular de las relaciones individuo-especie;
1985: Mi Padre, exploración
poética de la filialidad. Recientemente, un anticipo publicado por la revista
de la librería Fausto, confirma la tendencia: su próximo libro, Childrens Corner es un trabajo sobre la mirada paterna.
Un padre es una maquina de
ocultar la realidad, copiaron de Mishima en la primera página de
esta edición de Mi padre que patrocinó financieramente el Fondo Nacional de
las Artes.
Pero lo peor del padre, no es el programa genético que lo condena a
urdir mentiras: Lo peor es el plan cultural que le impone creer que representa
la realidad. El libro de Carrera es una máquina preparada para desmantelar esa
creencia. El padre muerto del poeta argentino, no está canonizado en el cielo
del renacimiento, como en Manrique, para fundar una ética del
señorío, está en el imaginario poético, amado y desenmascarado, para corroborar
una ética de la productividad de la poesía.
Padre que muere, nace infinitas veces, y su nacer y morir no son yo
sino elIos: infinitas veces el cuerpo... La historia es de mi padre, y yo soy
el escriba... El padre... alguien que se acumula y desvanece... Papito...:
testimonios de una poesía no-citable, porque no se compone de frases ni de
sentido, (para ser leída), sino de trabajo sobre el sentido de todas las frases,
para ser leído leyéndola.
+
3333333
La politica cultural del gobierno
democratico
ENERO DE 1984
La política que, en materia de cultura será objeto, de aquí en más, de
nuestro aporte y de nuestra crítica. En estas páginas opina un escritor y
colaborador de publicaciones culturales.
Política cultural es, una expresión que le queda muy grande al
radicalismo. Como un gran sindicato, un club de fútbol, o una empresa
petrolera, el régimen alfonsinista se desplaza según un orden que no es su
política cultural sino el resultado de las pesadas circunstancias que lo
rodean. Este carácter circunstancial, o realista, que puede verificarse en su
práctica cultural, es una nota común a todos los aspectos de la gestión alfonsinista,
con la probable excepción de su programada ortodoxia republicana y su
formalismo democrático.
Precisamente es el formalismo la razón de ser de esta nueva
escenografía del Estado. Ejecutada una fuerte redistribución de riqueza,
redistribuido, mediante el ejercicio del terror, el poder de las armas y de las
organizaciones, el Estado argentino necesita ahora un impasse en el que imperen el respeto, la tolerancia, la
convivencia; y sobre todo las garantías para que el saldo positivo de la
distribución de la·rlt, ee:
queza y el poder se conserve en el nivel actual.
Cuando se indica -al referirse al nuevo
gobierno- que es la continuidad natural del Proceso, debe entenderse la
permanencia de algo que va más allá de las anécdotas (préstamo de funcionarios
radicales a la administración militar, pase de estrategas del gabinete de
Videla al entorno de Alfonsín, intercambio de saludos y prestaciones entre el
equipo Prebisch y la dupla Wehbe-G. del
Solar, etc.). Como bien lo estableció Juan Aleman, más que a su eficiente
equipo de marketing electoral es al
régimen económico de Martínez de Hoz a quien debe agradecer su éxito el
radicalismo. En una lectura extrema, el
formalismo radical no es sino la legitimación de un orden social
construido sobre el delirio y el terror. Los frigeristas lo comprendieron así,
cuando anunciaban que para las elecciones del 30 de octubre, el Proceso
ofertaba dos alternativas de continuidad al mercado de votos. Si el
justicialismo parecía conceder a los jefes del proceso mayores garantías de
seguridad personal, el plan alfonsinista prometía mayor permanencia a los
logros socioeconómicos del régimen militar. Caotizado y con sus mejores cuadros
de recambio en el exilio o en las listas de desaparecidos, el peronismo tuvo
una íntima donde patotas, servicios oficiales y policiales, proscripciones y
dólares multinacionales coadyuvaron para la producción de una mercancía
invendible: Luder. De todos modos, se votaba por un retorno a 1976, o por un
retomo a 1853. Ganó esta última ilusión, invocada por una oración cívica de
alcance conmovedor para la muchedumbre que pronuncia correctamente las eses
finales. En diciembre recomenzó 1853, y, como entonces, tendremos nuestros
Urquiza; nuestros pequeños Alberdi, nuestros Sarmiento y nuestros indios. Ya derrotada
le barbarie, la civilización radical propone al mundo, una Argentina
semindustrial y semicolonial, donde dos tercios de sus habitantes podrán vivir
en armonía y bienestar. El arte de la política cultural que el nuevo régimen
atine a darse, consistirá en generar las condiciones que amalgamen a ese
sesenta o setenta por ciento de los argentinos, otorgándole su identidad
moderna, europea, social y democrática, al tiempo que se elaboran los signos
idóneos para convencer al treinta o
cuarenta por ciento que está fuera del juego, que si no participa del nuevo
paraíso es por su propia culpa. Ese tercio que quedó afuera serán los nuevos
indios de esta remake del 53, y andarán por ahí mientras las Provincias Unidas
siguen aguardando al nuevo General Roca que los remita a las tolderías.
Pero tal como el proyecto alfonsinista no puede sostener la disciplina
obrera desmontando la burocracia sindical, y así como la escuela de Villa
Grinspun no podrá reducir el déficit fiscal y la inflación derivando la emisión
al crédito productivo, tampoco puede ser viable este plan cultural. Ni los
beneficiarios del nuevo paraíso demócrata-social se considerarán amortizados
por la salud barata; los impuestos
progresivos y la copa de leche, ni las tribus que el Proceso condenó a
la marginalidad se van a dejar convencer de que la civilización es una cuestión
de piel y de lenguaje ni habrá teatros abiertos que puedan mantenerlas
quietas por mucho tiempo en las butacas.
Porque aunque pueda convocar la adhesión de algunos teóricos que en
1973 tironeaban de las frases de Gramsci para justificar las formaciones
especiales, y ahora postulan el nuevo orden socialdemócrata, el alfonsinismo,
alienado por su propensión el marketing y a los éxitos tácticos, no alcanza a
comprender la naturaleza ni la función
de le cultura. Agregaría más; en todas las esferas de la administración radical predomina una absoluta ignorancia del
tema.
No es el caso de cotejar el salón literario radical con las elites de
1853, o de 1880. Tampoco se propone una comparación con los parnasos de Moscú
1918 o París 1946. Bastará recordar la eficacia (en términos de su capacidad
para cumplir los objetivos fijados) del proyecto cultural peronista, del aramburista,
y del de la Revolución Argentina para notar que el régimen actual suma a su
pobreza de cuadros una pobreza general de ideas y una confusión conceptual que
haría reír a coro a Mariano Castex y Mariano Grondona si de nuevo Onganía los
convocase a su despacho.
A poco que se revise el proyecto radical, se detectarán tres errores de
superficie, los mismos que se arrastran desde las primeras
escaramuzas; de Renovación y Cambio:
A partir de esta creencia pequeño burguesa, la familia, la fábrica, la
iglesia, la escuela, los sindicatos y las asociaciones voluntarias no son
alcanzados por la planificación cultural. Esta doctrina no surge solamente de
la ignorancia, por cuanto es una creencia útil al régimen que necesita desarraigar la reflexión de la
sociedad sobre sus conflictos.
2. Imagen de la cultura como
una actividad de tiempo libre vinculada al negocio del espectáculo
Esta ilusión radical es consecuencia -y a su vez fuente de realimentación-
de la peculiar composición del equipo cultural alfonsinista. En efecto,
escasean -o están ausente de él-, los poetas, los teólogos, los filósofos, los
artesanos, los pintores, los compositores clásicos y los arquitectos, y
predominan en cambio las estrellas, los directores de cine y de teatro, los
guionistas y dramaturgos, los cineastas y los narradores de géneros fácilmente
convertibles en paparrucha televisable.
3. Representación de la
cultura como algo espectacular que se difunde mediante eventos y en base a
figuras
A esta imagen de la cultura ha habituado, la prensa y la televisión,
donde todo es importante y se procesa en ciclos, encuentros,
festivales, ferias y todo se jerarquiza según el rating que aporta cada personalidadad.
Los tres errores enumerados, visibles en la cholula superfcie del
escueto proyecto radical; responden a una ideología que entiende a la cultura
como una forma elevada de la diversión,
y que imagina a la creación como un fenómeno irregular, y diferente
de la vida cotidiana del común de los hombres.
En resumen, estamos viendo un esquema midle-class que sirve para separar a la cultura de la vida real, y
para separar, dentro de esa cultura definida ilusoriamente, al acto de
producción del acto de consumo. Este modelo superficial de la cultura es
lo que suele aprender un ciudadano
radical al cabo de años y años de mirar televisión a la espera de que los
militares se retiren, y es la misma doctrina que repiten quienes se representan
como resultado final del arte un porcentaje del borderaux, un crédito de fomento a la producción de cine, un
derecho de autor, o un premio nacional de literatura.
(A propósito, tardíamente se dieron a conocer los premios nacionales
otorgados por la administración cultural del Proceso: su monto equivale a la
pensión vitalicia de un coronel, o de un teniente coronel, con la ventaja de no
exigir mayores responsabilidades ante la justicia, ni obligar a prácticas
agobiantes de tiroteos y madrugones).
Divorcio productor-consumidor en el área de la cultura, divorcio
cultura-vida real en el área de la sociedad, son los ejes profundos sobre los
que se mueve le mitología radical, aunque también se los puede encontrar en
parte del justicialismo herbívoro que se heredó de la gestión de Celestino
Rodriguez-López Rega-Ivanissevich y en la mayoría de los grupos de izquierda
que siguen mirando el mundo según los rayban
aliadófilos de los partidos comunistas de post-guerra.
política cultural. Y la cultura no
está en la SADE, ni en SADAIC, ni en la
casa del señor Sábato. La cultura está
en la familia y en todas las instituciones de la sociedad.
1) en las instituciones económicas, donde el proyecto
radical deja la promoción cultural librada a le capacitación mínima
indispensable para que los trabajadores produzcan sin alcanzar a comprender el
sentido de la producción. 2) en las instituciones religiosas, condenadas por la
mitología capitalista a una función de suplencia. 3) en las instituciones
políticas, que para este proyecto deben seguir funcionando como
comités, o círculos de admiradores de una bandera, o de alguien. 4) en las instituciones
militares, las que se piensa democratizar con desplazamientos de
las cúpulas y recortes de presupuesto, en la creencia de que su peligrosidad
depende del inventario de los arsenales, y no del inventario de las ideas que
tienden a procesar al estar separadas del pueblo.
EL PORTEÑO MAYO 1984
La palabra proceso forma parte de aquella herencia cultural. Acuñada
por los fundadores del régimen de 1976, su empleo sirve para ocultar un dato
indispensable, sin cuyo concurso no se puede entender la situación
contemporánea. Hablar del Proceso, es sostener la creencia de que aquello
comenzó en 1976 y que concluyó en 1983. Falso: la metodología represiva que
pasa por ser un rasgo característico de esos años de Videla a Bignone, no
comenzó en 1976 sino en los primeros años de la década: las desapariciones de
Martins, Maestre y tantos más, la matanza, -nunca revista-, de Trelew, los
operativos de Ezeiza y las actividades de la AAA tienen el mismo signo y la misma
función que los operativos de 1977 y 1978. Algo semejante ocurre con la
política económica, cuyas raíces se encuentran bien definidas en cuanto a la
redistribución por el gabinete de Rodrigo, y en cuanto al endeudamiento externo
en todas las políticas bancarias y cambiarias que se sucedieron al cabo de la gestión de Gelbard. Las mismas características del
operativo militar de 1976 prueban que el cambio de autoridades fue más un
procedimiento administrativo que una revolución. Revisar la prensa de la
época, y el testimonio de la resignada complacencia de parlamentarios
peronistas, frentistas y radicales aclararía mucho al respecto. Más difícil ser
determinar la verdadera fecha de cierre del Proceso. Para algunos terminó con
el interregno de Viola. Para otros, con la movilización del 30 de marzo de
1982, o con la aventura militar del viernes siguiente. No faltan mentirosos:
por ejemplo, Athos Fava llega a decir que la democracia actual es el fruto de la heroica lucha de los trabajadores
y el pueblo... Estoy convencido de que todo el espectro político
tradicional argentino, desde Alsogaray hasta el ultimo diputado herminista,
estaría dispuesto a suscribir esta ilusión del secretario del Partido
Comunista local. Allá ellos. Los historiadores del futuro tendrán
que realizar su tarea entre millones de frases por el estilo, y seguramente
acabarán dividiéndose entre quienes piensen que el Proceso dio por terminada
satisfactoriamente su tarea histórica de redistribución y dependencia, quienes
calculen que sus autoridades resolvieron retirarse ante un diagnóstico general
de ingobernabilidad del país y quienes
cínicamente supongan que la banda que tuvo a su cargo la gestión 1976-1983 del
largo Proceso de la Argentina se dio por satisfecha con el saqueo realizado por
sus principales cabecillas. Faltaría establecer qué fecha han de elegir para la
demarcación del verdadero fin del Proceso: ¿1985? ¿1989? ¿2004?. No se puede conjeturar. Lo cierto es que habitamos
temporariamente en una etapa democrática, decidida por el gobierno de Franco,
Nicolaides y Hughes sin consultar al señor Athos Fava. Como el empleo de la
palabra proceso, el actual uso de la expresión democracia es también una
herencia del Proceso: herencia lingüística, cultural, o política. Aunque el partido
mayoritario fue objeto de infiltraciones, manipulaciones, proscripciones e
internas fraudulentas, hay consenso en que las elecciones de octubre fueron tan
democráticas como es capaz de resistirlo el país. También sus resultados
fueron democráticos: se impuso la minoría más democrática con el apoyo
electoral de otras minorías, no tan democráticas, pero que, siguiendo el estado
de ánimo de la junta militar, estuvieron dispuestas a aceptar la democracia
como un mal menor.
Habría que determinar si los efectos del cambio de gobierno son también
democráticos. En principio, es dudoso que pueda hallarse en el mundo un grupo
humano con mayor vocación democrática que el que rodea al doctor Alfonsín. Pero
esto es una herencia del Proceso: años de dictadura han llevado a confundir el
concepto de democracia
-gobierno del pueblo- con los conceptos de libertades y garantías que tanto
empeño se ha puesto en conceder a la población. Nada hay más fácil, para el
gobierno que asume en diciembre de 1983, que establecer libertades y garantías:
para ello le basta con actuar por omisión. En cambio, nada hay más difícil que
establecer la democracia, u operar democráticamente, porque esto exige acciones
tendientes a incrementar la chance de
participar en el poder a todos los ciudadanos. En algunos casos, estas acciones
son impracticables por la naturaleza misma del poder y de las decisiones que el
Estado debe adoptar: por ejemplo, en el tema de la misteriosa negociación de la
deuda externa
y de la impenetrable política energética. En otros casos, las
acciones tendientes a fundamentar la democracia mediante la elevación de la
chance participativa de pueblo, el obstáculo es de índole teórica: todos los
teóricos y los místicos de la democracia radical son liberales. Para ellos el
ciudadano concurre al mercado de poder aisladamente, y como un pequeño oferente
o demandante de mercancias, basta que el Estado minimice los controles
represivos para que pueda acceder igualitariamente a la riqueza política a su cuotita de poder.
Infortunadamente, la sociedad no es un mercado de conciencias y de acciones
libres: por una parte hay un juego de cartas marcadas cuya clave es conocida
sólo por unos pocos; por otra parte, la distribución de la baraja es irregular:
hay gente mal sentada, -en el interior, en el fondo de ciertas clases sociales-
y, hay gente que no alcanza a conocer las reglas del juego, -analfabetos
alfabetizados que creen en la promesa de los medios de comunicación-, y hasta
hay gente que ni se ha enterado de que el partido comenzó. Creer que las
palabras expresan los pensamientos, creer que los pensamientos rigen la
voluntad, creer que la voluntad conduce a los acontecimientos y creer que los
acontecimientos son controlables por el alcance de las leyes, tal es la síntesis
de la confianza cívica radical. Hay estados del mundo donde uno puede sentarse
a gobernar con estas creencias y hacer las cosas bien: sucedía en Uruguay -la
Suiza del Plata-, cuando una vaca valía igual que un Ford; sigue ocurriendo en
Suiza,-la Suiza de Suiza- mientras los relojitos siguen costando cuatro vacas
los bancos siguen captando depósitos de generales sudamericanos.
Sucede en bellos países que se dan maña para resolver los conflictos
distributivos entre sectores de su economía repartiendo excedentes captados de
otras regiones: ese arte de ajustar la moneda, el cambio y las políticas
comerciales para que todo siga funcionando como en los tiempos de la colonia.
Pero en países donde el Estado es el centro de la economía y a su vez el juez
que debe dirimir repartos internos sin contar con mas fuentes que la propia
producción de riqueza, la ilusión liberal naufraga contra una realidad en la
que la pelea por un puntito porcentual del ingreso equivale a la disputa por el
control de todo el Estado.
¿Qué puede hacer un radical en esta situación? Hay un ejemplo: cuando
la realidad de la mesa mal distribuida y la baraja marcada del campo sindical
demostró la inviabilidad de un proyecto literario de legislación, en lugar de
hacer la autocrítica de la ilusión cívica que lo animaba, recayó en la crítica
de la realidad, como si la realidad pudiese convertirse en una entidad accesible
y sensible a las invocaciones del discurso político. Hay más ejemplos: las
Fuerzas Armadas, el Fondo Monetario Internacional, la potencia hegemónica del
Norte, los precios de la canasta familiar, etc. Cada uno de estos campos arroja
una misma enseñanza: la inutilidad de las intenciones que se vuelven contra la
apariencia de las cosas, sin operar sobre la verdadera entidad de las cosas ¿Y cuál es la verdadera naturaleza del
imperialismo, de la burocracia sindical del capitalismo dependiente, de los
desequilibrios regionales, de la estructura de los mercados de distribución
argentinos...? Podría preguntar un radical a esta altura de mi articulo.
Yo no se, pero yo no me postulé para
administrar la herencia del Proceso, ni me postularía para hacerlo en
estas condiciones. En cambio, se que la frialdad popular que respondió al festejo
de los primeros cien días, la calidez verbal con que media docena de
funcionarios estadounidenses se dirigieron a los funcionarios argentinos, la
crudeza del diagnóstico que después de sus diabluras multinacionales decretó el
octogenario Prebisch, el rebote legislativo del proyecto sindical, la disparada
de los precios, la decepción de los que imaginaban una justicia reparadora a la
irreparable guerra sucia, el lento desinflarse del Plan Alimentario Nacional,
la vía muerta a la que fueron a parar algunos planes ferroviario-culturales,
todo eso y todo lo demás, tiene un denominador común: la inutilidad de la
retórica, ese arte que sirve para ganar voluntades en el gratuito acto de votar,
pero que impide dominarlas en las costosas operaciones económicas y biográficas
que componen la vida de las sociedades. Claro: todo este esquema se derrumba
frente a una pregunta típicamente radical: ¿y
qué pasaría con un gobierno de Luder..? Tiendo a pensar que ni siquiera
seria más caótico: sería igual. Luder, como Alfonsín, fue radical, y si su
tardía conversión al peronismo le deparó posiciones que difícilmente habría
encontrado en su partido de origen, a la vista de sus expresiones y de sus
actos, no le brindó mayores enseñanzas. Probablemente la diferencia entre Luder
y Alfonsín se resuelva en que uno parecía más dispuesto a compartir el poder
con los que se comen las eses finales, y el otro parece más dispuesto a
compartirlo con los que se comieron la riqueza del país. Pequeñas diferencias
para dos proyectos que se disponían a compartir la herencia del Proceso: una
baraja de naipes marcados que se distribuyen desparejamente entre los
ciudadanos. De cualquier forma estamos en una democracia que autoriza a
publicar estas reflexiones, y la dictadura militar es cosa del pasado. Otra
herencia del Proceso: la expresión dictadura militar. ¿Hubo una dictadura
militar? Todos hablamos de la dictadura militar. Hasta hay inteligentes, que
piensan en la dictadura oligárquico-financiera-multinacional que
comenzó montarse en 1974 y para nombrarla usa la expresión dictadura militar,
dándole el nombre de una de las instituciones que sirvieron a su política y
creando un plano de diálogo en el que la verdad del Proceso se escapa. Ese escape es otra
herencia cultural del proceso: una cultura, radical en la que vive la mayoría
del pueblo, y según la cual, el 10 de
diciembre, las invisibles murallas de la Constitución Nacional trabaron para
siempre las puertas de los cuarteles de las bases y los apostaderos, creencia
complementaria a otra, aún más grave que imagina que aislando a los ejecutores
de una política pueden dejarse intactos a sus autores y sus beneficiarios, y
hasta sentarse a dialogar con ellos, y concederles su participación
democrática en el poder.
Mientras, la justicia, en la medida de sus posibilidades, debe dirimir
la cuestión de los desaparecidos. Algo desagradable: acabo de
recibir una invitación: la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires me
convida a participar en el acto de homenaje a Haroldo Conti que se realizó
entre el 7 y el I 1 de mayo de 1983 en el Centro Cultural San Martín.
Evidentemente, no se trata de homenajear a una obra literaria: es un repudio a
los errores y excesos, esa cuestión de los desaparecidos. Otra herencia
cultural: este teleteatro del horror montado para enseñar a las nuevas generaciones
lo que va a sucederles a quienes intenten transgredir los límites del disenso
permitido. La violencia de arriba genera
la violencia de abajo... repitió un militar, -Perón -, y la violencia de
abajo, se vio, determina el delirio del terror de arriba. ¿Qué hace la
Municipalidad? Homenajea a las víctimas inocentes que pertenecen al ámbito de
las artes sagradas. Un tema para ambientar su feria del Libro y sus exposiciones
culturales patrocinadas por la gran industria. EI terror de Estado, se ve, no
sólo sirve para estimular la industria editorial con temas espectaculares,
sirve también para fundar una cultura condenada a rumiar los temas de la
inconmensurabilidad del horror de la impuntualidad de la justicia, y de la impensabilidad de ciertas situaciones límite.
Otra herencia cultural del Proceso: la impensabilidad de las situaciones
límites de la violencia. Si por una parte, la elevación del contraste democracia
dictadura militar al rango de una oposición básica de nuestra sociedad
promueve el divorcio definitivo entre pueblo y Fuerzas Armadas, por otra, la
construcción mítica de un infierno genocida y concentracionario funda para
siempre la división social del trabajo entre los execrables usuarios de la
violencia legítima, y los pacíficos ciudadanos de la violencia imposible. Se
vio en el encuentro entre dos diputados del ala más radicalizada del
radicalismo -Rodríguez
y Storani jr- y el irónico tycoon peronista Jorge Antonio. Los
muchachos fueron explícitos: ante un golpe militar no habrá resistencia armada;
apenas desobediencia civil. Al parecer, olvidaron que los golpes militares
siempre se amañan para conseguir el entusiasmo civil (1930, 1943, 1966, 1976) o
para obtener la condescendencia de los civiles (195S). O tal vez no lo
olvidaron, pero a ellos, como a los lectores de los infinitos episodios del
show del horror, los convencieron de que no hay nada mejor que la resignación y
la confianza en que a la larga, el espíritu superior de la Constitución se
impone sobre la materia indigna de las patotas y de las patologías políticas
latinoamericanas. ¿Cómo se zafa de esta herencia cultural? Creo que el mejor
camino es pensar lo que ella y sus
administradores decretaron como impensable, y pensarlo con los modelos
intelectuales que exorcizaron como intelectuales que exorcizaron como
intolerables. Algo que tal vez los radicales no pueden pensar, ni tolerar, pero
que deberán pensar y tolerar si quieren tener una política propia y dejar de
administrar las políticas del régimen anterior.
EL DOCTOR CORMILLOT
Quien mete una picana en el
vientre de una mujer, o da la orden de hacerlo, nunca estará en la categoría de
los humanos...
Dr. A. Cormillot, dietólogo,
en El
Observador, 13-1-84
¿Así que picanean el vientre de una mujer no son humanos...? Y,
entonces: ¿serán humanos los que picanean la encía de un varón...? Al respecto,
el doctor Cormillot no se ha expedido.
El piensa que los torturadores y los esbirros, en general, son enfermos
mentales: psicópatas, (El Observador, 6-1-83), víctimas de una curiosa
folie
a deux, (El Observador, 30-12-83), víctimas de una rara
anormalidad (EI
Observador, 23-12-83).Piensa él, como los torturadores y los
usufructuarios beneficios de la tortura. Hacia 1972, un amigo mío, por entonces
capitán de corbeta, decía que los que matan por la espalda a un oficial o a un
soldado, no eran seres humanos. Dijo después, en 1974, un alto jefe del
ejército, que quienes aceptan o instigan
el terror subversivo, no merecen llamarse humanos. Aconsejaba después un
decreto del gobierno elegido democráticamente en 1973, que las fuerzas armadas deben proveer a la aniquilación
de la subversión
Pero resulta que aniquilar es una palabra que no pertenece al
lenguaje psiquiátrico, ni al lenguaje jurídico, aunque suele aparecer con
frecuencia en la voz de quienes creen que ciertas conductas no pertenecen al
ámbito humano: son inhumanas demoníacas, habría que aniquilarlas. Para muchas
figuras del jet set, ésas que
aparecen reporteadas en las revistas Metropoli, Le Cirq y Bazar, la gente vulgar, la
gente pobre y la gente aburrida, tampoco pertenece al género humano. Para el
actor Víctor Laplace, en confesiones realizadas a la revista Alfonsina del 13,
de enero, los fetitos y los embriones que aparecen en !a
matriz de las mujeres sin responder a la voluntad y la planificación racional e
industrial de las familias, no son seres humanos y también, pueden ser aniquilados. Hubo un general
que pensaba que hasta los banqueros y cambistas que aceptaban fondos de las
guerrillas en sus cuentas corrientes deban ser aniquilados. Algunos escritores,
que opinaban que la represión era injusta y que había que diferenciar el terror
popular del terror del estado por distintas razones, también debían ser aniquilados,
o callados. Todo esto sucedía en un país donde durante fines del siglo XIX, las
elites dirigentes recitando, como ahora, al preámbulo de la Constitución,
decidieron que quienes adoraban a dioses berreta americanos, vivían en toldos y
andaban en pelotas por la pampa como si fueran dueños, debían ser aniquilados.
Y años después, recitando que esta era una tierra abierta a todos los hombres
del mundo, se concedió que los que no hablaban bien el español de aquí y
pensaban que el sistema de propiedad de estas Provincias Unidas era injusto,
bien podrían ser humanos, pero jamás argentinos y ya que no se podía
aniquilarlos, hasta que fletarlos de vuelta a las hambrunas de sus tierras de
origen.
La visión macabra de la tumbas N.N. enseña a creer
en las verdades que declaran los conductores de
televisión.
Hoy
mismo, uno puede recorrer todo el país y encontrar hijos de gallegos, vascos,
friulanos, polacos, calabreses, alemanes y matacos que desconocen el inhumano
idioma de sus padres hubo que aniquilar cualquier idea anti-nacional, había que
sintonizar a todos en la misma frecuencia lingüística en la que pronto
transmitirían la radio, la prensa y la televisión las crónicas del mundial del
1978, las alternativas de los grandes procesos electorales y los entretelones
de los monumentos de los N.N., que parecen construidos para enseñar a una
generación que miran huesos por televisión, que más vale no apartarse de las
consignas de tolerancia y sumisión que les recitan los locutores. A alguien
tendríamos que aniquilar: a los que no comparten la idea constitucional, a los
que no pronuncian las eses, a los que torturan o mandan torturar, a los raros.
Si ellos son humanos, si alguno de ellos, por hache o por bé no fuera humano
seguro que nosotros somos seres humanos: hay que decirle que es inhumano al que
está afuera, para sentirse amparado en el calor de hogar de esta casa caníbal
que habitamos. Por ejemplo; yo, dietólogo, confieso (EI Observador, 23-12-83) que por ignorancia,
por estupidez o por negación, creí estar viviendo en orden y en paz...,
en esos años en los que enseñaba a embellecer los cuerpos mientras pasaba aquello y siento que si no pudiese definir como
inhumano al general equis, tendría que preguntarme quién soy yo.
¿Cómo librarnos de la
carne podrida que nos está creciendo en la conciencia? ¿Y del tejido adiposo
ideológico?
Y
yo, si acepto que el sargento igriega es tan humano como el general equis, si
acepto que la palabra humano le quepa a ambos; tendré que buscar la palabra
que a mí me corresponde: ¿Beneficiario? ¿Colaboracionista? Cómplice, tal
vez? Yo, médico, no soy un cómplice: soy tan humano
que ahora señalo con el dedo a las malos!. Porque, si
yo, dietólogo, no encuentro una dieta capaz de librarme de la carne podrida
que
me ha crecido en la conciencia: ¿Con qué cara podré enfrentar a esa opinión
pública que conduce en fila india a las pacientes hacia mi clínica...? Debo
encontrar, también para esta gordura de la conciencia, una dieta incruenta, no
traumática, que la dote de una traumática, que la dote de una silueta esbelta,
como debe ser. Si mis gorditas buscan tener el cuerpo de las chicas que salen
en la tapa de la revista Gente, mi alma debe tener el discurso que ahora
adoptan los textos de la revista Gente. ¡Suprima cierta idea hipercalórica,
abandone esos condimentos ideológicos exagerados! ¡Calce un buzo de jogging y
salga a correr por los jardines bien cuidados de la opinión publica,
que pronto tendrá el alma esbelta y tonificada y ser bella! Bella: aunque en el
fondo usted siga siendo una señora gorda, lucir linda y apetecible para los
hombres, y eso es lo principal.
A algunos les toca la
corriente eléctrica. Otros prefieren las corrientes mayoritarias de opinión.
Pero,
-sucede-, toda gorda en el fondo sigue siendo una gorda y algún día recae y
vuelve a los dulces, a los hidratos de carbono, al rollito, la celulitis y la
fealdad, tal como toda sociedad puede volver a la picana, a los campos de
con concentración, a la monstruosidad
inhumana, al pus del fondo. Habría que aniquilar las verdaderas causas de la
gordura, -de la aniquilación- y dejarse de ponerIe Sucaryl periodístico al síntoma. Creer, como cualquier señora
gorda, que los torturadores son inhumanos, o mentir que uno se hace torturador,
o responsable o cómplice por un motivo patológico...
inconciente..., es el menú para adelgazar las conciencias que distribuyen
hoy los medios que cantaban a los laureles eternos del orden y la paz mientras el país engordaba y se
hinchaba de horror y de miseria y las
revistas difundían dietas para embellecer y recetas para festejar los dólares
baratos y los goles chantunes del mundial 1978: Yo, dietólogo, no se
sinceramente que habría sido capaz de hacer si en vez de esta clínica para
sonoras gordas me hubiese tocado el cargo del doctor (a) Mengele, en la Escucla
de Mecánica de la Armada. Porque yo, médico. reconozco
mi error, y errar bien se que es humano, y, también se que por fortuna la
tortura no es humana y a mi jamás me alcanzará. Yo soy, -digo-, uno de los que
nunca
estará de uno u otro lado de la picana, siempre
fuera de la corriente eléctrica, siempre dentro de la corriente mayoritaria de
opihión. En cambio yo, Fogwill, siempre ando cerca de eso: afinidades
naturales. Yo soy uno de los que, allá por 1972, después de los secuestros de
Mirta Misetich, Pablo Maestre, Martins y Centeno, y alrededor de la masacre de
Trelew (que allí empezó la guerra sucia, y no en 1976 como parecen creer los
que quieren creer que ya está terminada), decidió que la suerte ya estaba
echada, y se gastó tratando de enfriarse, y de enfriar. Decir que estaba mal
aquel camino: ¿No era una de las formas de la represión? Sí, esa era una manera
sutil de represión. Por eso no ha de extrañar que tantos lúcidos acabáramos
complicados con la complicidad: no por estupidez, ni por error, -como los
dietólogos-, sino por los errores y por la estupidez de una historia que nos
quedaba grande, o que nos quedaba equivocada. Eramos humanos: no perseguíamos
la belleza de la cintura, la riqueza de la sobrevaluación monetaria, el éxito del
fútbol ni la armonía social del orden militar. Eramos humanos: humanos, como
los torturadores. Porque entre los torturadores hay personas afables, educadas,
amantes del orden, de la paz, de la belleza de los cuerpos de las personas y de
la armonía de los cuerpos de los caballos de raza. Hasta hay torturadores
-véase- ¡arrepentidos! ¡humanos! Porque los
torturadores son tan humanos como los colaboracionistas, y como éstos, también
ellos tienen acceso a los
dones humanos de la alegría, de la sonrisa, de la
tristeza y del arrepentimiento. Pero: ¿qué clase de arrepentimiento? El único
arrepentimiento válido es el que compromete a no cometer las mismas culpas.
alcance cuando se arrepientan de haberse arrepentido.
Tal vez haya torturadores verdaderamente arrepentidos, pero éste no es
el caso del doctor Cormillot, que vuelve a recaer en la misma figura que lo
llevó, en 1976, a militar entre los colaboracionistas, o entre los amantes del
orden y la paz como él dice. Para
estos colaboracionistas, el arrepentimiento debería manifestarse por el
silencio y el respeto hacia los únicos que tienen derecho a hablar. No puede
estar arrepentido el colaboracionista llámese Neustadt, Fogwill o Cormillot-
que hoy usurpa el lugar de juzgar y opinar, luciendo, como único mérito, su
propia estupidez según el mismo
Cormillot reconoce (El Observador 23-12-83, pág. 45). Como el
torturador que se arrepiente y vuelve a torturar torturador arrepentido- toda
vez que el orden social necesita de sus servicios y vuelve a arrepentirse cada
vez que el orden social necesita, o se puede permitir la convivencia pacífica,
Cormillot es humano. Humano. Yerra: no se puede callar. Tiene que sumar su voz
al ruido público de la presna para tapar las voces que pueden enunciar la
verdad. Porque los colaboracionistas no saben callar: su vocación de colaborar
sigue intacta en el tiempo y ensaya ahora un régimen para adelgazar las
conciencias. Como un rollito de gordura, la tortura nos sería ajena. Lejana en
el tiempo, pertenece al pasado. Lejana en la razón, pertenece a la órbita de la
psicopatía y la locura, lejana y más lejana, ni siquiera es humana. ¿Debió ser
causada por un microbio, o por un virus desconocido tal vez?
La respuesta la deben dar los médicos, nunca las víctimas de la tortura
ni los que siempre estudiaron al cuerpo enfermo de la sociedad. Porque a este
país gordo, deforme y afeado hay que hacerle creer que bajo su grasitud y sus
carnazas se oculta una belleza que puede recuperarse sin cirugía mayor, con
anestesias locales y con esa misma indiferencia placentera con que los
colaboracionistas se entregaron al goce de la armonía del quirófano desde 1972.
Quien pierde un hijo en las condiciones en
que ellas los perdieron sufre forzosamente un desequilibrio emocional... Así explica el contralmirante Zariategui el
comportamiento anormal de las Madres de Plaza de Mayo. Lo normal, para su
perspectiva, coincidente con los diputados radicales, sería aceptar las migajas
jurídicas e interpretativas que les convida el régimen. Allí donde algunos
duros ven odio subversivos donde los diputados (ganan $37.000) ven intentos de
desestabilización y caballos de Troya políticos, el buen hombre de armas,
solidario del dolor, ve un cuadro psicopatológico. En este país veníamos
habituados a los estragos que causa el psicoanálisis entre las chicas ingenuas
y entre los escritores que rinden culto a las bellezas parapsicológicas y
para-matemáticas del doctor Lacan. Ahora la peste se ha extendido a los
cuarteles y a los apostaderos navales. ¿Qué lleva a una mujer a exigir el
procesamiento natural de los criminales de guerra? Explica Zaratiegui: tras
esa permanente actitud de protesta se esconde una necesidad subconciente de
expiar culpas probables o posibles en la formación y supervisión de sus hijos.
Es decir: hay una culpa de haber parido subversivamente y de no haber orientado
a los chicos, -ahora desaparecidos no sin antes recibir el tratamiento especial
que las Fuerzas Armadas solían dispensar- hacia una vida normal, hacia empleos
más -policía, emigrado, etc.- hacia actitudes más constructivas, hacia la
hermosa sociedad que los compañeros de armas de Zaratiegui se empeñaron en
construir desde 1955. Camps, Zariategui, Neustadt, Jaroslavsky, etc, el
noticiero que filma exhumaciones, los dietólogos que explican la tortura como
una irrupción de algo inhumano, los capellanes que explican la guerrilla como
una intervención de Satanás: todos iguales. La cuestión es sepultar bajo frases
e imágenes verosímiles, científicas, conmovedoras o espectaculares una realidad
más terrible que los cráneos partidos que brotan de la tierra: la arbitrariedad
y la violencia sobre las que se distribuye el poder que da espacio para la
filosofía de los dietólogos, la mentira del noticiero, el liderazgo de opinión
de Neustadt y sobre las que se confieren las condecoraciones y los grados que
algunos se obstinan en lucir como un orgullo ante un país perplejo.
.
PERIODISMO DE ANTICIPACION
LA UNICA GUERRA QUE PODEMOS
ESPERAR ES QUE PODEMOS ESPERAR ES LA UNICA QUE NO SUPIMOS PENSAR
Actuales estudios prueban
que cuanto más se retarde el enfrentamiento nuclear, menores son las chances de
supervivencia de la especie. Solo falta determinar el escenario.
Revisando los debates de hace cuarenta años se observa que tanto los
sostenedores del proyecto nuclear americano como sus detractores estaban en lo
cierto. Paradojas históricas: quienes reclamaban dinero y vía Iibre para los
ensayos de la bomba H prometían que con ella se minimizaría el riesgo de
guerra, al tiempo que se abreviaría la duración de cualquier guerra posible.
Acertaron: el Atlántico Norte y sus aledaños, de una guerra cada diez años (tal
el promedio secular que venían arrastrando) pasó a disfrutar de cuarenta
prologados años de paz. Hubo uno que otro tiroteo en Chipre, Hungría, en las provincias
vascas y en Irlanda; hubo guerrilla en Cuba; Guatemala, Nicaragua y Argelia.
También hubieron invasiones americanas: una docena de breves incursiones más
preventivas que otra cosa. No cabe duda de que quienes pronosticaban paz habían
acertado.
Los opositores al proyecto nuclear de 1946 aseguraban que a partir de
la bomba de hidrógeno se comprometía severamente el futuro de la humanidad
También acertaron: los actuales estudios no las tonterías fílmicas por el
estilo de The
day after), prueban que cuanto más se retarde el enfrentamiento
nuclear, menores son las chances de sobrevivencia para la especie. De .98
en 1955 pasaron a .74 en 1960 y al alarmante .50 calculado en 1982. A
propósito: debe recordarse que los verdugos (que para los actores de los films
apocalípticos son la radiación y la demolición) en los pronósticos más serios
son el frío (determinado
por la sombra del polvo atmosférico desatado, que bajará la temperatura media
en unos 10 a 15ºC en los primeros tres años de post guerra) las epidemias
ictícolas y de la fauna de mamíferos (incluidos los humanos) y la inundación provocada
por la fusión de los casquetes polares a consecuencia de los mismos cambios
previsibles en la rotación de la tierra y de la posición de su eje.
Francia, Alemania, Inglaterra y sus vecinos próximos, son los
principales beneficiarios de la paz nuclear, pero deben pagar esta ventaja con
la pesadilla de vivir sobre un probable polvorín cuyo estallido los borrará del
mapa. La pesadilla -que cada tanto la
prensa les vuelve a la conciencia- bien vale la pena comparada con los horrores
que esos que esos pueblos vivieron en la gran guerra, en la guerra de España y
en la Segunda Guerra Mundial. A los europeos se los percibe saludables, sin
hambrunas; sin ejércitos de ocupación, y con un nivel de conflictos sociales
internos. Mientras tanto; el conflicto USA-URSS que se dirime en una
microscópica guerra de posiciones en
Asia, Africa y Centroamérica ni siquiera les perturba el favorable flujo de
materias primas: Europa no se puede quejar.
El
imperialismo -dijo Mao- es un tigre de papel. Pocos lo comprendieron:
el viejo líder quería decir que el imperialismo parece un tigre, y aunque no
sea un tigre, siempre consigue que nadie
se le acerque para confirmar si es de papel o de carne. La frase, sirvió a los
chinos para entender sus relaciones con
la URSS, pero una vez que se acercaron a la frontera Noroeste de la milenaria
China volvieron anunciando que sí, que era un tigre de papel, pero que tenía
los colmillos nucleares. Corrigieron la corrección cambió la historia de China
y la historia del tercer mundo, aunque sus habitantes y sus dirigentes todavía
no lo pudieron advertir.
En cambio lo advirtieron los estrategas soviéticos y los americanos.
Desde entonces, el arsenal nuclear se puebla de armas menores; de alcance
limitado, y aparecen los explosivos limpios, de baja radiación y los explosivos
sucios, de alta radiación y bajísimo potencial de demolición, que dejan las
fábricas intactas y limpias de incómodos habitantes humanos. Todo este arsenal
está dirigido a sus aliados y a los países lejanos, más que a los enemigos
soviéticos y americanos, que entre sí se comportan como hábiles jugadores bien
educados.
Este arsenal, más que la bibliografía que distribuyen en Panamá acerca
de la doctrina de Seguridad Nacional, explica que las fuerzas armadas del
Cono Sur hayan involucionado a funciones policiales y semiaduaneras. Para el
Cono Sur cualquier conflicto entre naciones que se inscriba en las líneas del
conflicto este-oeste será un hermoso laboratorio donde experimentar los nuevos
instrumentos, en tanto que todo conflicto que no comprometa a las dos potencias
será dirimido por USA con un paterno gesto de ocupación territorial.
Para el Cono Sur la única guerra pensable es una forma de guerra que
los europeos no pueden imaginar: una guerra a la antigua de ocupación territorial,
determinada por la migración (preventiva o ulterior) de centenares de miles de
cuadros de élite de la zona afectada
(o afectable) por el
holocausto nuclear. Brasil, Uruguay, Chile y Argentina son, junto con otras
pocas regiones de Africa sudoriental las probables víctimas de esta forma de
agresión colonial. Paradojalmente, y tal vez
no casualmente, las Fuerzas Armadas de estas regiones sirven para
cualquier cosa menos para la defensa
nacional en tales condiciones.
Esta forma de guerra -la única probable- requiere un diseño defensivo basado en la unidad nacional en la
unión entre ejército y pueblo, en el fortalecimiento de las instituciones
intermedias movilizables y en la preparación física o ideológica de la
población civil. Es decir: requiere todo lo contrario de unas Fuerzas Armadas
diseñadas según el modelo europeo de comienzos de siglo, aptas para vencer al
Paraguay y a los pampas, para perder
en guerras limitadas con la OTAN y para ejercer una administración
policial torpe, soberbia y elitista.
Polémicas centrales y
ciencia.
EL
PORTEÑO JUNIO 1984
1. Salir de este
mundo
Ithacar
Jalí (a) Enrique César
Lerena de la Serna es un ángel caído en el Cono Sur para recordarnos fragmentos
de la historia y del saber humano que la leyenda negra de los victoriosos de
1945 intentó sepultar. Siempre la
historia la redactan los vencedores; esta vez, la leyenda negra desembocó en
una novelita rosa en cuyas páginas, lo que debió haber sido un pensamiento rojo
acabó convirtiéndose en un sentimiento
verde, un buen negocio cultural.
Habría que recordar la generosidad de las arcas del Reich
para con los proyectos del Mago de
Peenemünde, Werner Von Braun,
(el mismo que después hizo de mago en Cabo Cañaveral, que después se Ilamó Cabo
Kennedy). Claro, en el costoso plan del Reich estaba la ilusión de reventar en
pedacitos y a bajo costo a Londres y a Moscú (y, por qué no, a Chicago, Detroit
y New York). Pero al Mago y su troupe esa pelea entre años y pueblos
inferiores, Krupps y Rockefellers, hombrecitos del Reichstag y hombrecitos del
Kremlin, de Manhattan y del Lloyds le resultaban algo tan trivial como las
maquinas voladoras del conde Zeppelin, que se empecinaban en flotar boludamente
delgaditas de un globo. El Mago tenia otras preocupaciones.
Por ejemplo: ¿Si el planeta está lleno de huellas que prueban que hubo otra
luna que cayó, por que no va a caer esta luna que sigue girando y girando sobre
el inmundo mundo y también- sobre la hermosa tierra alemana...? "Hay que -pensaba él- planificar una manera de salir de este
planeta condenado al colapso..." Así solía cavilar, con esa tendencia
al thinking big que habría de
cautivar a los vencedores norteamericanos. Para él, como para los vencedores,
se trataba sencillamente de una cuestión de control. Control: si a los
estrategas les interesaba controlar la guerra es decir, la política- sin preocuparse
de la luna que caería dentro de diez mil años, a los Magos les interesaba
controlar otra guerra: la del control representado por los productos del
cerebro de los mamíferos bípedos binoculares, contra el desorden representado
por la materia inerte en libertad....
2. Dejar la Tierra,
tener la Tierra
La aventura espacial se investía de un proyecto de control:
la humanidad intentando escapar del control del azar. En poco tiempo, el juego
de los cohetes y de los satélites dio más noticias del control: el control
psicológico de ciudades enteras sometidas a una amenaza sin-pilotos, inhumana.
EI control de las comunicaciones que permiten las estaciones orbitales. El control
de procesos químicos que solo se puede ejecutar fuera del alcance de la fuerza de gravedad.
Y el control político: la estación orbital, que empezó como
el sueño de un primer paso hacia el viaje lunar o interplanetario, dictado por
motivos de economía de despegue, se reveló como una eficaz máquina de control
político: detección de ensayos nucleares y de desplazamientos militares,
relevamiento de recursos humanos y económicos.
3. La aventura y el
orden
Hace poco Von Braun se murió. Su sueño de la migración
interplanetaria quedó tan sueño como el del imperio de la raza dolicocéfala.
Pero tal como la tendencia del sueño de hegemonía mundial se puede verificar en
cualquier episodio del Líbano Afganistán o Centroamérica, o en cualquier
balance del endeudamiento entre naciones, la tendencia de la quimera del
control sonada durante los primeros capítulos de la aventura extraterrestre se
verifica en cada tramo de la aparentemente disparatada industria espacial.
Desde aquí, varados contra la superficie de la tierra chata
del Cono Sur, no es el caso de constatar la existencia de una intrincada red de
satélites espías que detectando la ubicación de nuestras obsoletas naves de
guerra, inventariando el crecimiento de los cereales, los stocks ganaderos y
los stocks de plutonio anulados en usinas, laboratorios y estanzuelas del Sur
cumplen, en definitiva, la misma función que una intrincada red de funcionarios
e informantes venia desempeñando hasta ahora. Se trata, apenas, de una
diferencia de grado: más electrónicos, mas metódicos,
igual te tienen junado como siempre.
4. Un tigre de papel
con ojos orbitales
Entonces: ¿estamos igual que antes? No: estamos diferentes,
estamos peor. No solamente la industria espacial ha concentrado los mejores
recursos del control en solo dos potencias, sino que dentro de ellas, se ha
concentrado el acceso a los resultados del control en una sola tecnocracia.
Importan menos ahora los ejércitos comprando tanques y granadas, las marinas
comprando barcos y salvavidas, las aeronáuticas comprando bombas que nunca
explotan y aeroplanos que intentarán embocarlas donde se pueda, y cada vez
importa mas el monopsonio de la industria
espacial. En él, bajo los rubros de administración pública, investigación
científica y proyectos especiales, se agrupan nuevas formas de gastos militares
y lo que es más importante-, nuevos grupos de proveedores y nuevas elites de
compradores que avanzan sobre las fuerzas armadas tradicionales animadas por
este sueño alemán de control.
5. Los perdedores se
consternan
Por ejemplo, el camarada Konstantin Chernenko, representante del viejo partido, y del viejo
ejército. Un cable de A.P. del 19 de
mayo, reproduce su advertencia: "no
es tolerable dilación alguna en la firma de un acuerdo prohibiendo las armas
orbitales y las armas antisatélite..." se quejó el camarada y parecía
una proclama de la asociación de criadores de bueyes contra el empleo
indiscriminado del tractor. Pero no hablaba, el camarada, para los
diplomáticos, ni para los "magos" que en puntos estratégicos de la
URSS trabajan desarrollando armas orbitales, con tanto afán que ni tiempo para
leer proclamas moralistas tienen. Chernenko hablaba para el Senado norteamericano,
tratando de frenar las presiones del lobby
orbital, que busca llevar hacia la industria espacial la mayor parte del presupuesto
de defensa.
6. Las guerras de
ficción
Los arsenales nucleares acumulados en las últimas décadas
han convertido a la guerra en un sistema ficcional. Un teatro de tigres títeres
de papel, que pueden explotar: ficcional no significa improbable. Ficcional significa que el efecto narrativo de la persuasión ("disuasión", la
llaman en jerga militar, reemplaza el efecto bélico de la destrucción. E1
"bluff" pasa a ocupar el
lugar de su inversión lógica, -el "camouflage"-
pero la infiltración política, y la filtración de inteligencia a las que son sometidos
los eventuales "aliados" y las eventuales víctimas de esta guerra de
ficción, impide a víctimas y aliados potenciales el ejercicio de las artes del
bluff y del "camouflage".
Ficcional tampoco significa evitable ni inocua: nada hay más
ficcional que las peleas de borrachos, que a igualdad de medios son las que
peores lesiones provocan. Algunos trataron de evaluar la evitabilidad de las
guerras nucleares indagando el comportamiento de oficiales que, en la primera y
segunda guerras mundiales, enfrentaron, en la escala de sus regimientos, situaciones
"suicidas" comparables. La diferencia: aquellos oficiales eran
profesionales en la plenitud de sus facultades: los estrategas en última
instancia del tiroteo nuclear son viejitos, y, se sabe, la edad que vuelve a la
gente más aplomada y más madura también tiende a volverla más irascible y más
estúpida.
7. La evasión
planetaria, recurso de la ficción
Con tal estupidez especulan los promotores de la guerra
orbital: reclaman cuatrocientos mil millones de dólares para el desarrollo, en
un lustro, de armas-láser cuya factibilidad nadie puede asegurar. (En cambio;
los promotores pueden asegurar el cambio significativo en el perfil industrial
que su desarrollo tendría para los Estados Unidos...) La tentación es grande:
si USA se embarca en el proyecto, como la URSS no puede distraer recursos de su
actual arsenal nuclear y de sus ejércitos de ocupación deberá distraerlos de la
política de bienestar social que viene
prometiendo a su pueblo y a sus cuadros medios. Si USA logra enganchar a la
URSS en su proyecto, tal como ocurrió con el proyecto lunar, la economía
capitalista podrá dar rápida cuenta de sus excedentes tecnológicos
convirtiéndolos en chucherías para el mercado masivo. La URSS, que todavía necesita
lavarropas y autos tendrá que meterse los avances del láser y sus derivados en
el mismo sitio donde se puso la obra completa de Max-Engels y Lenin. (¿Dónde se
las metió?) En definitiva, argumentan los entusiastas del proyecto
orbital,
si las armas espaciales funcionan, se creará un espacio, bélico extraterrestre,
donde los tantos no se dirimirán por voladuras de ciudades ni por ocupaciones
de países con tanques, sino en una suerte de guerra de juguete que todo el
mundo, (y particularmente los pobladores del Tercer Mundo), podrá mirar por su
ventana como quien mira los fuegos artificiales de la parroquia.
A propósito de nuestra parroquia: informa Science que el desarrollo de armas
láser orbitales requeriría fuentes de energía
eléctrica nucleares equivalentes a las mayores usinas instaladas en el mundo.
El proyecto orbital contempla la puesta en órbita de un número no determinado
de Atuchas y esto debería ser tomado en cuenta, -profesor Westerkamp, almirante
Castro Madero, diputado Aráoz, licenciado Caputo- antes de firmar el curioso
tratado de no proliferación nuclear: cierto que dotar a los sucesores de Lami
Dozo con bombitas de varios megatones sería una irresponsabilidad; pero también
es cierto que pronto armas nucleares y menos controlables residuos nucleares habrán proliferado sobre nuestras cabezas y
estarán girando y girando sobre los ingenuos firmantes de NP Tlatelolco.
8. La Argentina, potencia espacial
La
cuestión del espacio para Argentina inviste otras características. El sociólogo Oscar Oszlack, antes de ser
subsecretario del gobierno de Alfonsín, publicó un ensayo sobre el tema del
derecho al espacio urbano. No se trata ya del espacio conquistable de Von
Braun, sino del espacio inconquistable de los pobres de la Argentina. El
trabajo de Oszlack analiza las estrategias del gobierno de 1976, destinada a
crear una ciudad blanca, un espacio urbanístico representativo de la victoria
social de ciertas clases a partir de la disolución del Frejuli. La reforma
urbanística de Buenos Aires segregó geográfica, ecológica y psicológicamente a
los sectores populares. Creó una ciudad cara, controlada, vigilable. Esa ciudad
a la que O'Donnell llamó a reconquistar. ¿Recuerdan?
La idea era llenar los espacios con artistas, con artesanos, con espectáculos y
con gente de pueblo que rompiese los límites trazados por la ingeniosa creatividad
paisajística de Cacciatore. El 21 de marzo de 1984, se estaban cumpliendo los primeros cien días
de gobierno democrático, acababa de cumplirse el final del verano, y un
operativo conjunto de la inspección municipal del Dr. Saguier y de la Policía Federal del Dr. Tróccoli, dio por clausurada la usurpación simbólica de la Plaza de la República. Un día antes, la
Secretaría de Cultura Municipal había decretado el día del artesano. Días mas
tarde, los artesanos fueron "internados" (se dice así en la jerga
feria municipal) en una zona donde podrán
celebrar su culto retrógrado a formas primitivas de la economía sin alterar la
armonía comercial, industrial y urbana de la prolija ciudad.
9. Despacio con la
cuestión de los espacios
Quien entienda a la Iglesia está a un tris de haber entendido
el mundo. Y yo escribo "la Iglesia''; coma si eso existe a y fuese una
unidad. Hay una Iglesia de las Obras:
el aparato material que sostiene un imponente sistema educacional y que actúa
en las bolsas y en los mercados financieros, a veces con efectos escandalosos.
Hay una Iglesia política: la vieron en España, en
1936, la vieron en Argentina en 1954. Por problemas con esa Iglesia, gente que
quizá compartiera la fe cristiana de la Iglesia anduvo por Buenos Aires
quemando iglesias varias iglesias- en el año 1955: Hay otra Iglesia política:
grupos desautorizados de obispos pastores- que alentaron versiones terrenales
del Evangelio para consumo de los pueblos del Tercer Mundo. Parecida: la
iglesia de Wojtyla en su pastoral
para Europa Oriental; un arma religiosa de las luchas gremiales y nacionales de los obreros polacos. En
argentina hay una Iglesia que munió de rosarios y sacramentos a los
funcionarios de la represión y una Iglesia que sirvió de bolsón de resistencia
a la opresión y de tribuna para la denuncia de la represión. A ninguna de esas
Iglesias pertenece el director del Teatro San Martín: mientras unos armaban el
brazo de la represión y otros armaban formas microscópicas de resistencia, él
armaba espectáculos para la administración del brigadier Cacciatore hombre de
la fuerza aérea. Ahora arma espectáculos para la administración del doctor
Saguier, (hombre de Papel Prensa), y aunque no pertenezca a alguna de las
Iglesias en cuestión, sabe calcular los efectos que sobre cada una de ellas
puede ocasionar determinada política de selección de obras. Nadie debe cuidarse
de ofender a la Iglesia: todo el edificio social de la Argentina contemporánea está montado sobre una sucesión de ofensas a
la fe cristiana que la Iglesia pretende sostener. La Iglesia, o determinado
sector de la Iglesia jamás responde a las ofensas, sean espectáculos de Karim, difusión de obras filosóficas
materialistas ateas, o culto público de cadáveres embalsamados. La Iglesia, o
los sectores de la Iglesia, siempre responden a las batallas por el espacio.
Con la obra de Darío Fo la cultura Municipal salió a alterar la distribución de
los espacios de la ofensa: no era desde el disenso desde donde se ofendía a esa
Iglesia, sino desde el Centro Cultural del .......................... (SIGUE EN PAG 91, QUE NO ESTA)
/
Mediante la adulteración de documentos, la difusión de rumores y la
exhumación inoportuna de reportajes, distintos intereses procuran minar la
creciente popularidad de los hombres de gobierno.
No pocos lectores de esta columna, tarde o temprano, estarán
presos, o detenidos. Alguien olvidara
todos los documentos de su auto, alguien
olvidará que ya ha excedido el límite de cheques sin fondo que tolera el Banco
Central, alguien olvidara una "pituca" baboseada en el bolsillo de su
campera jean, y los t res "alguien" y algún otro lector por alguna
por la causa, conocerán la hospitalidad de las comisarias, los tribunales y las
cárceles de la democracia. Ahora es mas fácil: la
policía es más amable, mas tolerante. De la época en que la policía era mucho
menos tolerante y aún menos amable, sobreviven los sustantivos "botón" y "cana", que se usan para adjetivar comportamientos desleales y
reprochables. Para muchos, aun hoy, "botonear"
es peor que robar, y aun que para la mayoría "quien roba a un ladrón gana cien años de perdón", nadie se ha
puesto a calcular el monto de indulgencia que gana "quien botonea a un botón". Alguna vez, alguien lo hará. Yo no:
yo, avejentado, conocí la hospitalidad policial en tiempos menos amables y tolerantes y por eso vivo temiendo
que me consideren "botón", o
"cana", calificativos difíciles de evitar cuando se escribe
sobre hechos recientes, sobre personas vivas y bajo el patrocinio de un medio
de comunicación de masas.
Si algo hay peor que ser botón, es ser "servis". Los "services" actúan solapadamente. Un
obispo, esa abuelita tembleque, la gorda que despacha el café y un encumbrado
locutor de la radio: todos pueden ser "service",
"de los servicios". Los servicios
son raros: hasta suelen atacar al Estado. A veces, miembros de los servicios
atacan a su propio servicio en cumplimiento
de actos ¡de servicio! Los servicios de información suelen actuar sobre la
información. A veces adulteran la información y a veces distribuyen información
verdadera, porque los servicios de ahora son tan sofisticados que hasta suelen
acudir a la Verdad y a la Justicia para cumplir sus hiper-retorcidos designios.
Por ejemplo, llega un ejemplar del número 9 de la revista Propuesta y Control, editada en 1977. Algún servicio le ha
intercalado una hoja impresa para hacer creer que su consejo de redacción
estaba integrado por los señores Storani,
Alconada, German Lopez, Aldo Neri y Jorge Roulet -un buen pedazo del actual
gabinete, y que la dirección estaba a cargo de Raúl R. Alfonsín, algo increíble, porque este número que puede
consultarse contiene la reproducción de un reportaje realizado al Dr. Raúl R.
Alfonsín por el diario "La Voz del
Interior, y nadie va a creer que el director de una revista publique en su
revista un reportaje hecho a si mismo por otra publicación, ¿no es cierto? Lo
cierto es que así veo al número noveno de la revista "Propuesta y
Control", y que como para confirmar la sospecha de que se trata de una
publicación apócrifa impresa en la usina de acción psicológica de vaya uno a
saber que servicio, el presunto reportaje atribuye a Alfonsín una serie de
opiniones que contradicen todo lo que todos bien conocen de el. Por ejemplo,
quien haya redactado el reportaje, intentó simular que a la pregunta "¿Ha mejorado la situación de los derechos
humanos en Argentina?" el hombre habría respondido afirmativamente con
la frase "yo creo que podemos
empezar a alentar algún optimismo...". EI reportaje apócrifo trata de
difundir la imagen de un político conciliador, ¿haciéndole
decir que: "no estamos urgidos por
calendarios electorales. Pienso que antes debemos lograr un compromiso nacional
que en un primer periodo se concrete en una democracia de fines, para ir luego
a una democracia de medios". Por una democracia de fines, se entiende
a un gobierno compartido por las Fuerzas Armadas; y, como para aclarar el
concepto, el supuesto Dr. Alfonsín habría dicho "debemos atravesar un período institucional en el que será necesaria la
participación directa de las Fuerzas Armadas, que por si solas nada podrán
lograr...
Avanzando en la calumnia, los autores del reportaje ponen en
boca del caudillo de Renovación y, Cambio esta opinión sobre los objetivos de
Martínez de Hoz; Agosti, Videla y Massera: "Todos sentimos la necesidad de llevar a feliz término este proceso y
pienso que las Fuerzas Armadas también comparten esta necesidad, y si no la
compartieran, este proceso argentino estaría en peligro...". ¿Quién va
a creer en esto? Para simular el estilo del Primer Mandatario, quien quiera
haya redactado este infundio agrega algunas frases conocidas del ideario
radical, por ejemplo, una mención favorable a la socialdemocracia y un reclamo
al gobierno alertando sobre la necesidad de eliminar "la represión paralela e ilegal".
El reporteado imaginario, no obstante, parece identificado
con el objetivo, (ya que no con los métodos) de la represión, pues lo hacen
figurar aconsejando que el gobierno "debe
centralizar y unificar la represión".
Difundir la existencia de esta documentación
apócrifa cuya finalidad es minar la creciente popularidad de los hombres de
gobierno podrá parecer una "botoneada",
-una delación-; pero en una hora crucial para el país hay que asumir el riesgo
de pasar por botón toda vez que se vuelva necesario para identificar a los que
manipulan la opinión pública al servicio de vaya a saber cuáles intereses, ¿no
es cierto?.
Polémico,
desordenado y concluyente El Porteño, Julio
1984
Fogwill invita a pensar (mal de él), y a sospechar
de
las ideas que se usan para pensar en política.
Revisiones: los que inventaron la palabra "sinarquía", -como los que
inventaron la palabra "ideología"-
estaban llenos de buenos propósitos. Tan buenos eran que en su sistema
doctrinario "ideología" para unos- y "sinarquía", para los
otros, eran cosas "positivas" que un largo proceso de devaluación
terminológica concluyó por invertir. Escribo una nota, no una enciclopedia: las
Bibliotecas Populares; bajo la abnegada conducción del escritor Eduardo Belgrano Rawson, están
atestadas de enciclopedias que nadie consulta. Sería un alegrón para Belgrano
Rawson que esta columna de EI Porteño
desencadenara una corriente de jóvenes lectores ávidos por conocer significado
primitivo de términos que tanto se usan en la actualidad. Otro alegrón que más
gente leyese "EI Náufrago de las
Estrellas", esa novela casi desapercibida de Belgrano Rawson, uno de
los libres que más admiro de la literatura argentina. Propaganda: Belgrano Rawson es radical, pero su prosa es radicalmente distinta de la de Gorostiza y de la del Dr. O'Donnell. Hacía años que no pensaba en
"sinarquía". Perón habló
de sinarquía alguna vez, como si ella existiera, y ya adivino que alguien
preguntará "¿Pero si vos decís que
sos peronista, por qué te tirás contra una idea que fue tan importante en el
pensamiento del General? Respondo: al General le gustaba pasear en
motoneta, y a mí la motoneta me parece ruidosa, incómoda, lenta y
particularmente peligrosa: odio las motonetas tanto como a las palabras que
dicen mucho porque no significan nada. Por ejemplo: "sinarquía". Odio
tanto esa palabra que la tenía olvidada hasta que volví a verla en el reportaje
al señor Castrogé que publico EI Porteño del mes pasado. Medio mundo
se enojó por ese reportaje, y yo volví a leerlo y puedo asegurar que si se
quita el concepto de sinarquía y algunas ideas conexas, podría endosar la
mayoría de las afirmaciones de Castrogé. No digo tolerar, porque tolerar, lo
que se dice tolerar, tolero todo incluyendo la intolerancia, a la que siempre
es fácil desarmar y desconcertar mediante la táctica de tolerarla (viejo truco
de la otra mejilla), y la
estrategia de desabastecerla de recursos (vieja metodología de pensar menos en
el chancho y más en los proveedores de su comida balanceada). Digo, -es decir,
escribí-, que puedo endosar la
mayoría de las afirmaciones de Castrogé que tanto enojaron a los que ignoran el
arte de leer revistas, y a los frívolos como Caparrós y el periodista Dorio,
que de tanto escribir para medios oficiales donde cada redactor debe cumplir con
la línea de la dirección, piensan que las revistas como EI Porteño deben ceñirse a difundir su propia línea, y ya que son de izquierda", no incorporar cosas
de derecha, a fin de mantener la hacienda dividida, y a las bien
encasilladitas, como le gusta a los jefes y a los dueños de los diarios donde
trabajan por sueldito. Pensar en sinarquía es tan estúpido como pensar en
línea editorial
La
idea de sinarquía tiene dos consecuencias nefastas: 1) supone una acción
nacomunada de Capitalistas, Subersivos, Masones, Judíos y potencias del mal,
y como esta idea no soporta el menor análisis de la evidencia histórica resulta
que: 2) lleva a ignorar las instancias en las que ciertos grupos de intereses
antagónicos actúan sinérgicamente y concertadamente, en impide pensar y
detectar los mecanismos por los cuales esa concertación llega a operarse. En
el colmo de la estupidización o simplificación- no faltará el muchacho que
imagine que la sinarquía tiene una sede en Zurich, Montecarlo, o en la Isla
Mauricio-, lo que le impedirá descubrir que todo lo negativo que la idea de
sinarquía significa en su vida tiene una sede en su propia cabeza: el hábito de
no pensar. Hasta la gente que mejor piensa cae en esta costumbre: nuestra clase
pensante adhirió al mito del pacto síndico-militar
que fabricaron los estrategas de marketing del Dr. Alfonsín. La idea del pacto
firmado tiene las mismas consecuencias que toda teoría conspirativa de la
sociedad: si existe el pacto, basta desplazar a sus firmantes para
neutralizarlo, si existe el pacto, es producto de trenzas y acuerdos, no de una
"realidad efectiva". La "realidéfetiva no es práctica, es fáctica, está hecha de "hechos". Hay un hecho:. la existencia de un interés
personal en cada miembro de cada institución. Hay otros hechos: la certidumbre
de cada miembro de cada institución en que su interés personal está garantizado
por los intereses de la institución, y la tendencia de las cabezas de las
instituciones, (Fuerzas Armadas, Empresas Monopólicas, Sindicatos, Partidos, Medios
de Comunicación, Religiones, instituciones varias, etc...) a integrarse bajo
los tres denominadores comunes: del dinero,
el poder y el prestigio, que con frecuencia son intercambiables entre sí. Por
ejemplo: se asombran cuando la familia del obrero Triaca le vende un lotecito a los socios del militar Galtieri en solo tres millones de
dólares, sin advertir que la lógica del intercambio social hace que a efectos
del poder y el prestigio (máquina de hacer dinero) el puesto de Secretario General de un Arma equivale
al puesto de General de División de un
Sindicato. El dominio de la tecnología de administración y conducción hace
del dirigente sindical un instrumento imprescindible para el gobierno militar,
(y para el gobierno civil que lo suceda). El poder de las armas hace del
general un dato inevitable de la realidad, del sindicalista, y a menudo, un
dato favorable, porque siempre es mejor resignar algunas ideas y algunos
privilegios en la mesa de negociación con un coronel no muy ducho en las artes
de la política, que resignar todo un cargo ante una asamblea de muchachos
enardecidos. ¿No es cierto? Aquí el nacionalismo popular imaginó a la
"sinarquía" actuando en 1945 contra
el proyecto del Coronel, de la CGT y del partido Laborista. ¿Cómo
explicar esa alianza de soviéticos y yanquis que configuró la Unión Democrática?
Explicar esa alianza por la decisión de un consejo de
"sinarcas" vestidos de negro, tiene dos consecuencias nefastas para
el entendimiento de la realidad:1) ignorar
el papel de la lucha larvada entre el capital inglés y el capital
norteamericano (bien descripta, aunque exagerando algunos énfasis, en el
notable estudio de Milciades Peña
"La clase dirigente argentina";
2) oscurecer el carácter interno de la lucha entre las clases agrupadas en cada uno
de los bloques que se enfrentaron en el comicio de 1946 (bien descripto en
"Estudios sobre los orígenes del
Peronismo" de Pontariero y Murmis). Este oscurecimiento, y la citada
ignorancia, tal como la mitología impuesta por la torpe metáfora del pacto
que vendió la UCR, sirven para fundar políticas sobre bases equivocadas, lo que
no significa que sean políticas equivocadas para alcanzar los fines de quienes
las fundan: con frecuencia, los diseños políticos equivocados son los más eficaces para los objetivos de sus
creadores, tal el caso de la concepción del fenómeno del 45 que animó al
peronismo, y de la concepción del sindicalismo que predominó en la primera
etapa del gobierno radical.
Sionismo: esta vez no remito a la enciclopedia.
¿Hay una cuestión judía?
Afirmo que sí: las políticas
imperiales en Medio Oriente, las discriminaciones que ciudadanos judíos siguen
padeciendo en el mundo y las persecuciones que la cultura y la fe judía siguen
padeciendo en alguna superpotencia lo prueban. ¿Tiene esto que ver con la fe
cristiana? Afirmo que no: cualquier librito de historia medieval puede mostrar
que la cuestión judía no es consecuencia del ejercicio de los dogmas de la fe
sino de la ulterior constitución de los estados nacionales y la institución de
los dogmas mercantilistas de la lealtad nacional. ¿Existe el sionismo?
Afirmo que no: no existe en la historia judía un
proyecto-unitario como el representado por el ideal sionista, ni existe
homogeneidad ideológica en la religión y en la cultura judía al respecto. ¿Son
sionistas las sectas ortodoxas orientadas desde Nueva York que proponen ignorar
al Estado de Israel desde los principios de su fe? ¿El Estado de Israel, está
conducido por una política "sionista" o por una "política'' a
secas, es decir, por una relación de fuerzas internas y externas, sabiamente
administrada por sus conductores? En mi vida no pude encontrar mejor prueba de
la no identidad entre sionismo y judaísmo que el capitulo dedicado a Teodoro Herzl por el historiador de la
política cultural Carl Schorske, en
su "Viena Finde-Siecle": Lo
comento porque es un libro carísimo que jamás las Bibliotecas Públicas podrán
adquirir a menos que Belgrano Rawson acierte su tarjeta del PRODE. Para
Schorske, el ideal sionista surge del desencanto de la sociedad liberal; no es
una idea de judíos, sino una idea de asimilados. La formación racionalista,
germanófila y aristocrática del húngaro Hertzl desplaza de su ideario cualquier
concepción "racial" o religiosa. Una prueba: Herzl, que murió a los
cuarenta y cuatro años, a los treinta y tres años negociaba con la corona
austríaca un contacto con el Papa Romano
para ofrecer: si nos ayuda en nuestra lucha
me pondré a la cabeza de un movimiento para la conversión libre y decente de
los judíos al cristianismo... A plena luz del día, en procesión, mientras tañen las campanas, la
conversión tendrá lugar en la iglesia de San Esteban... entraremos al templo
con orgullo, y no con vergüenza como ha ocurrido en las conversiones
individuales celebradas hasta ahora, que aparecían como actos de arribismo y de
cobardía. (Herzl; Tagebücher, I,
pág. 8).
Antisionismo:
si alguien alcanzó a leer hasta aquí, si yo alcancé a convencerlo de que a
pesar de la buena voluntad de los sionistas el sionismo no existe, y si se acepta que o hay nada menos útil que
luchar contra lo que no existe, se coincidirá con mi convocatorio a Castrogé de
abandonar su campaña antisionista y elegir su camino que se bifurcará en 1) el camino bueno de buscar el verdadero nombre que denomina al objeto
contra el que quiere luchar; 2) el camino malo (pero no menos tolerable) de asumir que el ideal
antisionista es en rigor una práctica antisemita.
Lo siento: estoy cayendo yo también como Dorio y como los redactores de Cabildo, en un modelo autoritario,
porque si Castrogé no elige el que yo elijo como camino bueno, se condena a un
camino que le exige una práctica difícil: el
antisemitismo. ¿Hay semitas? La mayoría de los judíos que andan por ahí no
son semitas: mezcla de germanos, eslavos, hunos y mulatos, ya no quedan
semitas. Habría que reducirse a una práctica antijudía. Pero: ¿Cómo hacer antijudaísmo cuando la mayoría de los
judíos no adhiere sino superficialmente a la religión judía y cada vez adhiere
menos a las tradiciones culturales judías y comen más y más chacinados y carne
de vaca matada a la criolla? Castroge
está en un embrollo y, sospecho, lo mejor que puede hacer es seguir luchando
contra su sinarquía y su sionismo: los fantasmas, buenos
compañeros, son los
mejores
enemigos porque atacar jamás van a atacar y cuando amagan una defensa dejan de
ser fantasmas y se vuelven realidades.
Nazifascismo: un invento aliado. Que nazis y
fascistas hayan actuado juntos (y con la complacencia anglosajona) en la
represión de España, y sin la complacenciaanglosajona en la Segunda Guerra
Mundial, no prueba la identidad del régimen fascista y el nacionalsocialista.
Un orden fascista puede ser concebido, sin los componentes de exterminio que caracterizaron
al nazismo senil, y atribuir al fascismo el honor de la Alemania nazi, equivale
a atribuir al próspero y liberal estado del new-deal roosveltiano las
ejecuciones masivas y el genocidio sistemático que practicaba su aliado Stalin. Es penoso observar a gente que
sigue pensando a la Europa de 1920 a 1945 según la caricatura quede ella
trazaron Hollywood, Readers Digest y las agencias de noticias internacionales.
No estoy proponiendo una revaloración estados del Eje: propongo que los ejes
sobre los que el pensamiento de los vencedores obligan a pensar al habitante de
sus zonas de hegemonía (o sea, del mundo, con la excepción de Albania, Libia y
algún fragmento insignificante del Islam) en tanto proyectan a la actualidad
categorías adulteradas por la ficción histórica, impiden entender el presente y
traban la acción sobre el presente. No estoy proponiendo un modelo fascista para
la Argentina: yo no
promuevo nada, como bien lo ha demostrado el ensayista Zito Lema en la edición del diario La Voz del miércoles 13 de junio, donde advierte que soy un sucesor
de Artaud y de Fijman que falla a causa de su inmensa mediocridad, y concluye
sabiamente diciendo que soy una mierda. Eso dice: una mierda. (Evidentemente
está apelando a la coprofobia
occidental contemporánea para crearme más enemigos, como si mi trabajo infatigable
no fuese suficiente). Promuevo la apuesta que para pensar, hay que dejar en el
placard las ideas Hollywood, las frases de la
Fede y las instrucciones de la orga.
Sugiero que el comunismo en Argentina
no nos traerá ni las hermosas aguas del Caribe, ni las ripiosas y burguesas
letras de Silvio Rodríguez; tampoco hará nevar en blanco y negro, -como nieva
en Moscú durante todo el año-; ni hará de las chinitas pampeanas, musculosas
pilotos de tractor. Sugiero que el fascismo en la Argentina no exige perseguir
judíos, (a veces exige silenciar a antisemitas), ni levantar el brazo, ni
hablar en alemán. Por el contrario, a veces requiere hablar en español, por la
radio, y bajo el disfraz del pensamiento democrático promover una
uniformización de las ideas según el modelo que prefieren los dueños de los diarios.
Sospecho que la democracia en la Argentina no nos volverá parecidos a suizos,
ni a suecos, ni a los señores bien vestidos para quienes fue escrita la Constitución de 1853, que, creo
recordar, tenía previsto el voto calificado a quienes estuvieran en condiciones
raciales; sociales y económicas idénticas a las de sus redactores, y solo
permitía el ejercicio del poder a ciertas características religiosas, sociales
y económicas. ¿O leí mal? No, creo que leí bien, lo que sucede es que me
expreso mal.
*
Esa chica, Caride, lo describió así: la buena educación es algo que empieza cien años antes del
nacimiento... Ignoro a quien estaría citando. En general siempre se esta citando.
Un lumpen mendocino medio actor; medio cineasta, nieto de
árabes-, dijo que odiar a la oligarquía es un acto de amor. Renunciar a ese
amor tan fuerte que une con ese diosecito interior el oligarca, No hay enano
fascista: salvando el cálculo renal, la prótesis dental, y la espiral
intrauterina que llevan las mujeres, no hay otro cuerpo extraño dentro del
cuerpo de cada argentino que un muñeco oligarca, una muñeca oligarca, un mal
tan incurable como el Edipo que menciona la moderna narrativa psicoanalítica.
Un títere invertido que mueve desde adentro toda la vida del ciudadano.
¿Oyeron a la joven esposa judía próspera que desprecia a su
suegra porque conserva acento ruso, o polaco? ¿Vieron al muchachito de apellido
italiano, hijo de un comodoro enriquecido que ha adoptado una voz cajetilla en
lugar de las voces de mando del papá? Cada uno contrae el oligarca que merece,
el títere interior gobierna. La oligarquía
es indiscernible: nadie imita al modelo oligarca; se imita a sus
imitadores. Alguna vez las chicas de la oligarquía condescendieron a posar de
modelos de propaganda, y así la gente atolondrada se identificó con putarracas
de la burguesía europea, creyendo que copiaba a los oligarcas; mientras tanto
la oligarquía continuaba en lo suyo, mandando. El arte de la oligarquía es pasar sus noticias cambiadas. Cuando se
creyó que estaban organizando una Nación, estaban acumulando tierra. Cuando se
los imaginó tirando manteca al techo en París, tejían su red de alianzas con el
imperio inglés.
Cuando se los creyó almidonados, convertidos en "la sociedad una secta congelada en el
tiempo-, estaban mandando retoños a las escuelas de administración de Harvard,
Chicago y Massachusset. La oligarquía no
tiene bordes: ¿Fortabat fue oligarca? ¿Y el rugbier amateur Ernesto Guevara
de la Serna? ¿Y el polígrafo Jorge Borges Acevedo? La oligarquía no tiene núcleo: los mejores troncos genealógicos del
virreynato se perdieron en aldeas del interior, se empobrecieron, patinaron sus
títulos en el casino, se inmolaron en la epidemia de opio y morfina de las
primeras décadas del siglo, y hoy sus
choznos sus escribientes, municipios pobres, o diputados provinciales del
Movimiento Nacional Justicialista. Pura
entidad, la oligarquía no tiene entidad. Cualquiera de estos border-lines puede: ligar un golpe de
fortuna y reciclarse en la oligarquía. En cambio, penetrarla es mas difícil: ¿Cómo pasar a un espacio sin bordes, a una
figura que no tiene centro? La oligarquía no tiene aduanas: codificar la
pertenencia es un hábito mal visto. Excluir a alguien en teoría niega la
ambigua naturaleza oligárquica. Sin tácticas de exclusión, tampoco tiene una
estrategia de captación: la oligarquía delega en el movimiento de las décadas
la decisión final. La oligarquía no es
impermeable: es lentamente osmótica. No es soberbia capitaliza sus errores
como el mejor ajedrecista soviético. La oligarquía no tiene ecosistema: ¿cuál es el barrio de la oligarquía Barrio norte-, contestan. Perdieron. La oligarquía no tiene clubs:
su deporte es el poder más que el polo. No tiene religión, alguna chica mística
les sale monja, pero no sabe producir obispos y es vulnerable a todas las
sectas: masones, orientalistas, adivinadores por barajas, y cuanta estupidez
haya en oferta. Ultimamente produjo varios casamientos casorios-, por ritual lefebrino, lo que no prueba su
ortodoxia, sino su secular tendencia a convertir a todo en una frivolidad
diferencial: El ritual preferido par la oligarquía es la frivolidad: los
infinitos cultos fetichistas a que se entrega son fábricas de signos que
prosperan entre las nuevos ricos. La oligarquía goza
del seguidismo de los recién venidos y los ingenuos como una prueba de poder.
La oligarquía no es una clase social, en el sentido de la economía política
marxista, ni es una clase en el sentido que usó Marx en su "18 Brumario.
Tampoco es una clase de niveles de ingreso: las máximas fortunas no pertenecen
a la oligarquía; hacer dinero en estas zonas desde l930, requiere una devoción
que contradice la moral desvar+iante de la oligarquía. Gente multípara, atomiza
su propiedad en cada generación, y aunque la endogamia contribuya a reconstruir
sus patrimonios, el arte de defender una fortuna excede las vocaciones
oligárquicas. La oligarquía es
depredadora: no hay imperio Antonio, Greco, Trozzo o Salimei que configure
al más que una riqueza graciosamente
delegada y vulnerable a la retórica oligárquica de la riqueza indebida,
como si existieran las riquezas debidas.
Cómico es ver que sigan refiriéndose a la oligarquía
vacuna. La oligarquía mucho antes de empezar a refinar sus stocks de
terneros aprendió que su negocio no era tener vacas, sino tener humanos.
Comprendió antes que nadie el papel del Estado y de las inversiones
extranjeras: lo que para un economista argentino pudo parecer una alianza objetiva con el imperialismo
para los directores de Nueva York y Londres es una forma del bribe (cometa), o compra de protección
al comisario. Alguien escribió que la oligarquía no tiene patria. Se
equivocava: tiene patria, esa es su razón de ser, y su patria es lo que como un
eufemismo solemos llamar nuestro país,
en rigor, su país, el país de la oligarquía. Si el poder es una entidad
virtual, nada hay mejor que otra entidad inexistente para contenerlo.
¿Una ola
de crímenes?
Porque
hay durante el verano un exceso de actividad, una plétora de vida que necesita
consumirse mediante la violencia. Pero no: yo jamás escribiría semejante
vulgaridad. La cita disimulada por la omisión, de comillas-, corresponde al
final del párrafo II del capítulo tercero de "Le Suicide", de Emile
Durkheim, obra que todavía sigue siendo cartilla de doctrina para formar más y
más inútiles científicos sociales. Durkheim, como todo el mundo, trataba de
resumir el sentido común de su época a proposiciones como la citada, para
después someterlo a crítica y a cotejos con la realidad (¿qué es la realidad?)
y demostrar que esas proposiciones eran falsas, sentando las bases de un nuevo
sentido común, para una nueva época: común.
Pero: ¿cuál es el sentido de establecer relaciones entre la
frecuencia de las cosas y los intervalos del tiempo? Tiendo a pensar que la
relación detectada y compilada entre los crímenes y las estaciones tiende a
expresar algo idéntico a la pasión detectable y compilable-, con que nuestra
época histórica se empeña en compilar y detectar la distribución de la
frecuencia con que ocurren las cosas según las épocas, o según cualquiera de
las tantas cosas que se le antojan relevantes a los circunstanciales pasajeros
de nuestra época.
Tiendo a pensar que no hay tal sentido. Una chica acaba de
decirme -ellas siempre acaban de decir- que el sentido de esos registros y esas
compilaciones debe ser buscado en la famosa cuestión del saber. (Ellas nunca
terminan de saber.) ¡Vaya uno a saber...! En general, en temas como los de las
relaciones entre los nacimientos y las cigüeñas, las temporadas y los crímenes,
las logias supersecretas y los acontecimientos políticos, se tiende a asimilar
la idea de saber con la costumbre de descubrir. Y descubrir esto es algo que
no debería haber escrito- no es sino recubrir con una trama de saber palabras,
palabras...- la trama de los hechos que aparentemente suceden en la realidad. A
propósito: ¿podría alguien correrse hasta la farmacia de la esquina y
preguntar, de parte de algún amigo diputado, que es la realidad?
Por ejemplo, nuestra reciente "ola de crímenes. Se la
oyó mencionar por las radios, se la vio relatar visualmente por la teve, se la
leyó correctamente redactada en las revistas y en los diarios, y al cabo de
leerla, verla, oírla y chuparla por medio de todos los medios, la ola de
crímenes se convirtió en algo tan real como la sopa, como la pajita de las
gaseosas y como la turbación de las mucamas descubiertas haciendo algo indebido.
Nadie supo si estaba expuesto a los verdaderos crímenes, pero nadie ignoró que
estaba expuesto a una ola de crímenes orales, visuales y narrativos.
Porque una ola de crímenes no es una ola de crímenes, sino
una oleada de información acerca de crímenes. A veces (en algunos lugares, no
aquí, por, supuesto), el flujo de las olas de crímenes no es más que un reflujo
de la función preventiva de las fuerzas de seguridad. Otras veces, con otros
lugares (aquí no, por supuesto), las olas de crímenes son olas de emisión de
datos sobre crímenes, procedentes de los departamentos de prensa y estadística
de las fuerzas de seguridad, las policías y los tribunales. Por ultimo (y, por
supuesto, aquí tampoco no), las olas de crímenes son olas de avidez por
reciclar información de crímenes desde los medios de comunicación. En ciertos
casos, al medio le basta con subtitular los poquísimos crímenes que narra con
el acápite "ola", para convertir al lento goteo de los delitos en una
ola, o en un chorro que todo chorro envidiaría. Porque es posible que la
frecuencia de los delitos se incremente por épocas, pero, hay que reconocerlo,
la frecuencia siempre es terriblemente menor que la que para la perspectiva de
los delincuentes y los proveedores de los servicios de represión y prevención
sería una frecuencia
ideal.
Toda
la gama de las figuras criminales se traba en esa alegoría social, el
"veraneo". Asimilar las estadísticas de robo a las estadísticas de
beneficio de los salones de juego, las estadísticas de violencia impulsiva a la
de accidentes camineros, las estadísticas de asesinato al trabajo mutagénico de
la radiación ultravioleta de las playas y las estadísticas sobre defraudación y
estafa a las mitologías de la "intensidad" y la "felicidad"
del mar sería un buen ejercicio, que, como todos los juegos de pensar, no
produciría mayores descubrimientos, sino pequeños encubrimientos de la realidad
bajo un
manto
protector de diversión, o de cinismo: un acto medio criminal en esta época
signada por el cine.