Los Libros De La Guerra

Mi Padrepoemas De Arturo Carrera

La Politica Cultural Del Gobierno Democratico

La Herencia Cultural Del Proceso

El Doctor Cormillot

Y La Gran Maquina De

La Psicología Profunda De Zaratiegui

Aventuras Espaciales

Intentan Deteriorar La Imagen Del Poder Ejecutivo

La Oligarquía Ni Existe

¿Una Ola De Crímenes?

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

los Libros de la guerra

EL PORTEÑO AGOSTO DE 1984

 

 

 

Las maneras que eligen los pueblos para contarse su historia también

son Historia. Fogwill analiza algunas descripciones y relatos que,

mientras escriben la historia, nos están escribiendo a todos.A la fecha sumaban medio centenar. Empezaba julio y revisando librerías y bibliotecas, podían hallarse unos cincuenta libros que narran o se interrogan acerca de la llamada guerra sucia.

 

Massuh: identificar al enemigo

Si se exceptúan "Nihilismo y Experiencia Extrema" de Massuh y el curioso volumen colectivo que editó el empresario Piñeiro Pacheco con el título "Pensar la Argentina", en los primeros años del llamado "proceso", la ofensiva editorial corrió por cuenta del bando perdedor: las organizaciones subversivas y los sectores políticos y culturales que, sin asumir los objetivos o los métodos de la guerrilla, compartían con ella el repudio hacia el terror de Estado.

EI libro de Massuh estaba dedicado a identificar las raíces espirituales de subversión, a efectos de componer una imagen del subversivo apta para el consumo de los represores. "Pensar la Argentina" es un testimonio documental de cómo muchos intelectuales, -hoy arrepentidos-, planificaban la construcción de una Nueva Argentina a partir de los logros alcanzados por el gobierno militar de 1976.

¿Por qué el bando de los vencedores no tuvo una bibliografía

más extensa? Hay dos respuestas: ellos contaban el consenso político y con la solidaridad de todos los medios de comunicación de masa. Entonces: ¿para qué iban a tomarse el trabajo de agregar precisiones por escrito?

 

Los vencedores callan

El segundo motivo es la dificultad para controlar las consecuencias de los libros. Recuérdense los penosos efectos del libro de Camps (Caso Timerman, Punto final) que mostró la inconveniencia de narrar la historia desde el punto de vista de los circunstanciales vencedores, aunque una editorial del diario La Nación haya atribuído la iniciativa de este libro no al generalato sino a los empresarios periodísticos Máximo Gáinza, -de "La Prensa"- y David Kreiselburd, de los diarios "EI Popular" y "El Día" y de las revistas "Testigo", "Destape" y "Shock".

 

En la primera etapa la ofensiva editorial corrió por cuenta de los vencidos. "A guerra de Argentina", de Marcelo Dias, editado originalmente en Lisboa, hacía la crónica de los sucesos desde la perspectiva de las organizaciones guerrilleras. "Preso sin nombre, Celda sin Número", de Timerman, aparecido en Norteamérica hacia su crónica de la represión desde el punto de vista de un aliado del partido militar circunstancialmente caído en desgracia. "EI vuelo del tigre", de Daniel Moyano, -difundido  en España-; trataba desde la pura ficción los efectos que la acción represiva tenía sobre el ámbito de la cotidianeidad y de la vida privada. Como generalmente suele ocurrir, la verdadera historia se refleja mejor en esta novela que ambienta la guerra contrarrevolucionaria en tramos del folklore norteño, que en la mayoría de los estudios, ensayos y relatos con pretensión "realista". Quizá esto explique la débil acogida del público argentino a la edición que aquí hizo Legasa de la excelente novela de Moyano.

 

 

Los perdedores piensan, narran

Pero los pueblos, que necesitan contarse su historia, no toleran demasiada realidad. La propuesta de Moyano (construir la imagen de una familia "tomada" militarmente) transporta una verdad que las conciencias "tomadas" por el pensamiento oficial no pueden metabolizar.

Jorge Asís, José Amorín, Hugo Foguet, Andrés Rivera, Martín Caparrós, Javier Torre, Jorge Manzur y otra decena de narradores abrazaron el tema en sus novelas y sus cuentos. Portantiero, Altamirano, Guillermo (no "Pacho") O'Donnell, Ozclack, De Riz, De Ipola y una veintena mas lo reflejaron en ensayos y estudios académicos. Ese conjunto de textos elaborados en tiempos de la guerra tiene en coman una misma postura antirrepresiva, que si no es de simpatía hacia los vencidos, contribuye al desenmascaramiento de los victoriosos y de las consecuencias que tuvo la derrota sobre la civilidad neutral.

Otro carácter común de estas obras construidas desde perspectivas ideológicas dispares, es el registro y la evocación de la derrota. Un algún modo, y según se

señaló a propósito de "Flores Robadas en los Jardines de Quilmes", -la primera y mas exitosa ficción sobre el tema-, los registros de la derrota y las evocaciones de las derrotas son parte de un aparato involuntario de celebración de las victorias, especialmente cuando no hay obras de celebración de la victoria porque los victoriosos necesitan hacerla pasar por una derrota.

 

Celebración de la victoriosa derrota

¿O acaso no ha sido derrotado el partido militar en los comicios del 30 de octubre? Para el pensamiento oficial contemporáneo la subversión era una mano podrida, que por torpeza del cirujano se eliminó mediante la amputación de todo el brazo izquierdo. Ahora la democracia, "lograda por la luchas populares", según coincidieron en definirla los secretarios generales de la CGT y del Partido Comunista (...), ha exonerado a los cirujanos ineptos, y se ha hecho cargo de los movimientos del  pobre manco, -ese país-, y se ha hecho cargo del pago de las deudas por él contraídas, y del maquillaje de las distintas partes de su cuerpo en el estado en que se encontraron a la salida del quirófano: los dueños dueños, los expropiados expropiados y los fragmentos perdedores perdidos para siempre.

A falta de un discurso de celebración oficial, los vencedores cuentan con voces oficiosas que oblicuamente asumen su representación.

Por su parte, el llamado "show del horror", esa ceremonia publica de desenterrar cuerpos en fotos y videos para aterrar el pasado haciéndolo actuar como una advertencia sobre el presente.

Es que el orden social no necesita entender, solo precisa hacerse entender. Hace  poco, un columnista del EI Porteño, se refirió a la herencia semántica del proceso, ese léxico falso cuya mera enunciación supone un acuerdo de fondo sobre las reglas del juego. (Por ejemplo, "proceso" supone una conducta del Estado que se inicio recién en marzo de 1976 y concluyó en octubre de 1983; "dictadura militar" propone un ocultamiento de los beneficiarios, -civiles-,  de la redistribución social obrada durante la etapa, etc.). Con imágenes, con contrabandos terminológicos, el orden social se hace entender mejor que con la enunciación de cualquier decálogo de moral pública.

 

Informe Sabato por: Canal 13: la tergiversación tergiversada

Y cuando las imágenes fraguadas puedan tener alguna ambigüedad rápidamente acudir la palabra del Estado para definir como deben interpretarse. Esto pasó con el Informe de la Comisión Sabato. Como si no hubiera sido suficiente la tergiversación que a los millares de testimonios impuso la prolija selección de siete versiones atenuadas hasta la inocuidad, el Informe se difundió al público obediente convertido en un sandwich de precisas actuaciones de la pareja Troccoli-Sabato que lo convirtieron en una mercancía mas de los negocios sucios de la política y del espectáculo. Al respecto, poquísimos espectadores repararon en la escena inicial del falso testimonio: la imagen grabada de un parto normal, con obstetra, partera, mascarilla, camilla e instrumentista. ¿Por qué un parto oficial? El objetivo de agregar este testimonio quizá no ha sido muy consciente por parte de los autores del videofilm. Habrá que interpretarlos: un parto representa el dolor necesario (una buena metáfora oficial de la represión, ¿no es cierto?). Un parto permite emitir los alaridos de dolor de los cuerpos, filmados, contribuyendo al clima de terror con que se quiso describir a los campos de concentración. Un parto es seguido de un nacimiento, y algo, a pesar de la minuciosa compilación de los investigadores, debió haber nacido de la operación quirúrgica oficial. Un parto, en definitiva,  representa a la maternidad y el tema de  la maternidad y de los lazos da sangre fue el leit motiv de la película de la Comisión Sabato: hermanas, madres, abuelas son el grueso de los testimonios  emitidos. (Sólo el relato del obrero Watt se excluyó de esta tendencia). Quizá los cineastas amateurs no lo hayan percibido, pero la traducción del terror a la zona de los vínculos familiares es una operación de despolitización de los sucesos narrados, al tiempo que "justifica" el recurso a la Justicia por "razones de sangre", que demandan una reparación simbólica y remite al olvido a la única  demanda racionalmente valida: la reparación social, que no pueden brindar los cuerpos de los verdugos sino los bienes y las investiduras de quienes los usaron y de quienes abusaron de su obsecuente "obediencia debida".

  

Los intelectuales y el camino correcto

Quizás una de las contribuciones más valiosas del terror de Estado es la perfecta división del espectro político. Desde la posguerra, y en un crescendo que se acentuó con la revolución cubana, el  campo de la izquierda se fue poblando de intelectuales, movidos mas por una búsqueda experimental, o por una de manda de coherencia lógica, que por una necesidad o un interés de clase. AI mostrar los dientes al Estado, se produce una disparada, con lo que se beneficia el campo de la inteligencia, recuperando talentos para su actividad especifica, y se beneficia el campo político, deshaciéndose de ciertos cuadros que acompañaban sus luchas con la frivolidad característica de los intelectuales. La cultura argentina aparece ahora enriquecida con figuras como Portantiero, (que acaba de anunciar que ya no persigue el socialismo, como antaño, sino apenas un reino de ideas más claras), o como el filósofo Terán, que en un ensayo brillantemente escrito se reconoce como parte de "una tendencia que apostó con furor y fue derrotada con crueldad", a partir de lo cual renuncia al marxismo, eso sí, "sin abandonar la premisa de que  la desigualdad económica es una iniquidad entre los hombres". (Cualquier conocedor del marxismo se asombraría al observar que se abandona la parte mas sólida de esta corriente de pensamiento, -sus premisas teóricas y metodológicas-, al tiempo que se conservan sus dogmas morales mas controvertidos, por ejemplo, esa premisa que se obstina en llamar "inicua" a la característica primordial de las sociedades humanas: ¡así son de asombroso los efectos del terror de Estado!)

Los libros, como las ideas, son consecuencia de la historia, pero también son  historia, y hacen historia. El ensayo, la novela y el informe científico que se van a comentar, están llenos de consecuencias de la historia reciente, y cada uno con sus bellezas y sus torpezas, ayuda a construir la historia que ahora empieza a empezar.

 

Giussani: La soberbia escrita

Giussani escribe mal, muy mal. EI libro empieza así: "En mi infancia viví con la curiosa convicción de que las cosas tenían doble naturaleza...". El lector se pregunta como alguien, puede considerar "curiosa" a una convicción propia. Como para responderle, el segundo párrafo del libro cuenta: "No sé en qué momento llegué a esta extraña conclusión...", pero el lector, vuelve a pensar: ¡Cómo alguien puede considerar "extraña" a una "conclusión" propia? La respuesta no se hace esperar: renglones adelante Giussani narra que considera a sus "curiosas conclusiones" y a sos "extrañas convicciones" "una sorprendente Weltanshauung infantil”. Es decir, a la edad en que todos los chicos juegan a la pelota, Giussani ya tenia "cosmovisiones"... ¡Y en alemán...!

Todo esto es un truco para impostar a un ensayista inteligente: basta una infancia prodigiosa de niño sabio, para dotar a cualquiera del derecho a reflexionar cuando esta entrando en la vejez. Giussani tiene cincuenta y tantos años.  De joven fue fascista; hacia 1961 fue propagandista del castrismo; después aceptó un empleo en los aparatos de difusión montoneros. También fue empleado de Associated Press en New York, del periódico amarillo-culto "La Opinión", de Buenos Aires, y ahora trabaja en Roma, en la agencia Inter Press. Con semejante carrera asalariada, sólo una infancia mágica puede autorizarlo a opinar por primera vez en su vida, "desinteresadamente".

¿Desinteresadamente? No: el libro dice tratar sobre los montoneros, pero limita su consideración a unos pocos personajes pertenecientes al grupo, todos ellos del ámbito de amigos y conocidos de su red de relaciones amistosas. Hay centenares de libros escritos sobre organizaciones armadas: Giussani recurre solamente a un informe, no dedicado a los montoneros sino a una minúscula secta ultraizquierdista italiana. Con este aporte "empírico" puede extraerse cualquier conclusión. La de Giussani es convergente con el pensamiento oficial argentino: el terror de estado fue desatado por la guerrilla (él sindica en los Tupamaru la primera movida), las democracias latinoamericanas fueron conducidas al estado terrorista por culpa de las sectas ultraizquierdistas, y los rasgos psicológicos que su relato define como características del montonero ideal coinciden plenamente con su definición del fascista-ideal. No hay el menor análisis de qué es el fascismo; tampoco hay en la obra la menor observación de las características de la organización y de la actividad montonera. EI lector pasa todo por alto: la gente cree en Giussani porque fue un niño prodigio, porque fue amigo personal de Urondo, porque en el conjunto de su discurrir rescata -inexplicablemente-, la figura mítica del Che que adoran los adolescentes de Barrio Norte, porque juega con la imagen de Adriana, (una niña de su entorno familiar que abrazó la causa montonera y perdió la vida) y porque todo el libro esta poblado de golpes bajos y de falsa erudición.

Al respecto, dice Giussani: "los montoneros, aprisionados por formas wagnerianas, acaban por resumirse como elite nibelunga". Es posible que a italiano “nibelungo" le suene a elite de alta (lunga) estatura, pero en la obra wagneriana, (que jamás “aprisionó" a los montoneros), los nibelungos eran unos enanitos hijoputescos, y nunca fueron una elite militar, ni política.

A lo largo de las cien primeras páginas de libro se pueden hallar no menos de cincuenta citas de ficticia erudición, ese método patentado por Sebrelli para sus olvidables best-sellers y oportunamente denunciado por Massota y Verón. Obsérvese una al azar: “la violencia encarada como estimulo de una contrarrevolución concientizante como modo de llevar al plano de la objetividad visible un fascismo que de otro modo no alcanzaba a ser materia de persuasión en un mero intercambio de subjetividades". Frase que quiso significar que los montoneros son fascistas que provocan a la democracia para que ésta reaccione y vuelva real y creíble la fantasía que ellos se hacen sobre el carácter del Estado.

        Nadie sabe qué es Giussani, salvo que es un periodista profesional. Pero su, libro es radical: comparte los mismos esquemas y los mismos fantasmas que el pensamiento oficial argentino contemporáneo. Como éste, cree en la oposición civilizados-bárbaros. Como éste, está anclado en las creencias de la Europa de principios de siglo. Para Giussani, los salvajes son prelógicos, porque explican la lluvia por el llanto de un dios (pag.12), en cambio los modernos, los no-fascistas, los, periodistas responsables, saben bien que (pag.12) "la lluvia se encuentra provocada por bolsones de baja presión que atraen y concentran en una relación de causa y efecto a las nubes dispersas en áreas de alta presión". Es un libro que ha tenido mucho éxito y que ha recogido comentarios elogiosos de la prensa oficial: basta saber leer, o conocer un poco de meteorología para advertir que se trata de un zurcido de patrañas, de mala fe y de mala información.

 

Recuerdos de algún vivo

¿Importa el arte narrativo? A algunos sí, -yo entre ellos-; para otros, el arte de narrar es cosa del pasado. Recuerdos de la Muerte es una obra maestra del arte de narrar. Nadie podrá jamás calcular la responsabilidad que corresponde a Miguel Bonasso en el conjunto de errores tácticos y estratégicos de la organización Montoneros, a cuyo comando perteneció durante buena parte de su historia; tampoco importa juzgar esa responsabilidad: si la figura "obediencia debida" sirve para sobreseer a muchos, la figura "rebelión justificada" (por la dictadura militar de 1966 y por el lopezreguismo que cundió desde 1973), torna ociosa cualquier atribución de responsabilidades a los compañeros de banda   de Bonasso.

Pero un balance es necesario: ¿cuánto perdió la literatura durante el largo periodo en que Bonasso se ocupaba de hacer la revolución en lugar de dedicarse a algo para lo que se encuentra tan bien dotado?

 Y otro alance es imprescindible: ¿cuánto perdió el público por el afán, que bajo un disfraz testimonial, pone Bonasso en ocultar los entretelones que el país necesita conocer sobre la interna montonera, que él bien conoce y que su libro no deja traslucir?

En mi columna de Primera Plana (Nº 60, 22-6-1984), comparé someramente la narrativa de Bonasso con la del malogrado Rodolfo Walsh. Si éste había fundado, con el recurso periodístico, una literatura-verdad, el mismo género le sirve a Bonasso para iniciar un retorno a la ficción, o a la literatura-mentira.

Porque el manejo de información de primera fuente, y los recursos de verosimilización que le permiten recrear la escenografía represiva, arman en "Recuerdos de la Muerte" un espacio que solo sirve para la adulteración de la verdad histórica.

Tal como Giussani se da maña para rescatar las figuras míticas de Guevara y Urondo deslindándolas de su imaginario enemigo subversivo, Bonasso consigue eludir explicaciones sobre las sinuosas componendas políticas de su organización, especialmente aquellas concertadas con sus enemigos en tiempos en que, como encargado de prensa, él bien podría testimoniar.

Todo lo que se puede perdonar a un best-seller de aventuras resulta imperdonable en una novela de personajes y eventos reales, porque ese "azar" que conduce los acontecimientos en la narrativa de ficción, tiene un significado político que esta realidad novelada debió haber expuesto al lector. No se trata solamente de la explicación del privilegiado status que muchos oficiales montoneros disfrutaron en los campos

de concentración, ni de otras curiosidades que testimonia el libro. La misma historia del personaje central, -alguien real, con quien un día de estos podríamos tropezar por Buenos Aires, o Rosario, o Managua-, pide una explicación que nadie exigiría a un personaje de aventuras. Es tiroteado, pero no muere. Toma su cianuro, pero no se envenena. Es torturado, pero no "canta", a pesar de lo cual pasa a la zona de la ESMA donde se disfruta de trato caballeresco. No es leal a sus captores, pero le permiten salir a las cabinas de ENTel para hablar por larga distancia. No es colaboracionista, pero acompaña a los esbirros al aeropuerto para identificar a miembros de la organización que ingresan clandestinamente. No identifica a nadie, pero lo llevan a la frontera con Paraguay para otros operativos de identificación. Está custodiado, pero convence a sus guardias de las ventajas de cruzar el río para hacer compras en la otra orilla. Puede escapar, y una vez libre, se reporta a la dirección de Montoneros y acepta someterse a un tribunal. Su historia parece increíble, pero, por otro azar, tres miembros de la organización oyen a través de las paredes de un cuarto de hotel la conversación de tres represores, cuyo contenido prueba la buena conducta del militante, que solo es sometido a una disminución de su preciado rango militar.

Al pasar de su oficio de revolucionario profesional a este nuevo de escritor profesional, Bonasso ha ganado en calidad de su producto. Es de esperar que en su obra venidera cuente las aventuras de alguien sometido a esa forma sutil de la represión que es el ocultamiento de la verdad y la adulteración de la historia.

 

¿Ejercicio? ¿Posible?

"Los hechos armados: un ejercicio posible" ha sido editada por CICSO, centro de investigaciones que es reconocido académicamente desde 1966. No es una obra de ficción, ni un ensayo. Tampoco es una investigación social: contiene una investigación social atendida ritualmente al criterio metodológico del positivismo, pero excede ampliamente el marco de sus posibilidades.

La investigación (Ver pág. 31) se basa en un análisis estadístico de los registros de prensa, y viene a probar dos cosas:1) la falsedad de los discursos oficiales (del peronismo, del "proceso", del régimen radical) acerca de la subversión, y 2) la incidencia que este discurso tiene sobre los intelectuales. Basta leer las estadísticas compiladas para conmover toda la representación que nuestra memoria tiene de hechos tan recientes, y para insinuar cómo el terror de Estado ha promovido en cada uno de nosotros  una "compilación" errónea de los hechos que fuimos viviendo día tras día: agrupados por el computador los ocho millares de hechos de violencia que se registraron durante el gobierno del FREJULI muestran datos diferentes a los que archivaba la atosigada memoria del público.

La doctrina que Juan Carlos Marín expone a lo largo del libro poco tiene que ver con el modelo positivista -"objetivo"- de su investigación. Si en la computadora colocó una precisa codificación de registros de prensa para extraer cuadros estadísticos, en su discurso colocó un cocktail teórico donde a la metodología del positivismo durkheimiano se agregan la teoría del poder de Foucault, la epistemología racionalista de Bachelard, la sociología neokantiana de Weber la teoría del estado de Lenin, el endeble "materialismo dialéctico" de Engels, la economía política del Marx del Capital, el pensamiento romántico del joven Marx, y todo esto bajo una invocación a postulados del epistemólogo Mario Bunge.

        El resultado de tanto eclecticismo es una doctrina no menos sorprendente que los out puts de la computadora:1) la violencia, mas que una fuerza política es una potencia económica en las sociedades del Cono Sur, y su función (pag.18) (su "lugar", dice Marín) es la acumulación y la formación de poder en la sociedad. 2) La legalidad burguesa, (es decir: la democracia constitucional), es parte de una estrategia militar (pág. 25) de la burguesía. 3) La burguesía (financiera) se comporta como un estado conquistador (pág. 26), invasor. La iniciativa militar corresponde a la burguesía. 4) la sociedad de clases es un territorio ocupado en condiciones de guerra y los científicos sociales no pueden advertirlo porque han padecido (se refiere a los años recientes) un proceso de desarme intelectual. 5) (con referencia a la reciente guerra sucia). Las tácticas morales y policiales de la represión construían mas cosas (por ejemplo, el "desarme intelectual") que las que destruían con su accionar bélico. 6) EI Cono sur enfrenta una situación de guerra civil que se prolonga a la espera de su resolución por las armas. 7) La guerra no enfrenta "aparatos armados" sino a fuerzas sociales en  pugna, de las que sólo la dominante tiene conciencia de carácter militar del   enfrentamiento que día a día se produce. 8) La burguesía, que tiene el monopolio de la fuerza malestar, no cae en un "reduccionismo militarista” y nunca deja de advertir que la lucha reviste un carácter político, social, moral... es decir, un carácter de clase.

¿Hacia dónde conduce este balance? Según Marín, -según el tercer párrafo  de la primera pagina de su libro-, lleva a un diagnóstico de Argentina. Trelew prefigura e! período que pasó Ezeiza prefigura el próximo. Trelew fue el fusilamiento clandestino que se generaliza en 1976. En Ezeiza las masas presenciaron una imágen profética de Argentina: la lucha a campo abierto... "

Se sabe; Ezeiza significa dos cosas: el lugar elegido por la alianza militar-lopezreguista para celebrar con una masacre el retorno de Perón, y el lugar elegido para salir de las líneas de fuego por todos los emigrados. Marín reside, actualmente en México."

 

 


 


 

Héctor Viel Temperley

 

Desde Poemas con caballos (1956) hasta Hospital británico, aparecido poco antes de su muerte en 1987, Héctor Viel Temperley publicó nueve libros, pero sólo alcanzó alguna difusión a partir del penúltimo, Crawl (1982). Las dos notas siguientes introducen una breve antología de la obra de este poeta, nacido en Buenos Aires.

La consagración del Poeta Menor

ESCRIBIR, HABLAR, RECORDAR: el poema “El Escorial”, de la página 43 de Legión Extranjera, testimonia la primera revelación en la carrera de Viel. Apareció en 1978 y  hasta allí Viel ha escrito mucho ha ubicado media docena de libros: una obra tan inolvidable e intrascendente como la que integran los millares de libros de versos que anualmente se editan a expensas de la fortuna, los ahorros o la picardía de sus autores. La aparición de Crawl (1983) y Hospital Británico (1986), y una calculada intervención crítica que orientó la lectura de ambos, libraron a la obra anterior a 1978 de la ironía y el desgano que encuadran la lectura de tanta poesía menor.

Hasta Legión Extranjera, Viel también ha hablado mucho. La poesía -como Ia cortesía y la mundanidad- es motivo de charla y en mesas, “barras” de amigos y barras de boliche, la embriaguez del alcohol  y  del reconocimiento interpersonal se confunden con la embriaguez poética. En ese espacio Viel es objeto de una admiración confusa, que no puede discriminar su adhesión a un nombre, a un hombre y a su pasión por la obra, de su obra, de su estado de pasión: su fuerza. Las presentaciones que se escribieron a sus libros, ocasionales comentarios de la crítica oficial, y una Faja de Honor que infligió la SADE a sus primeros poemas prueba ese vínculo y  -a la luz de su obra ulterior- vuelven a probar también que Ia poesía tiende a

irrumpir en cualquier parte: hasta en el fango tibio de la trivialidad literaria.

Escribir y hablar, leer hablado, escrito y apreciado por el justo amigo son las tareas del poeta menor. El poema “El Escorial” es, en su primer terso (¿), un producto de este tipo de actividad. La primera parte parece un clásico poema de Viel: hay una colección de imágenes felices, un buen paso de marcha, sugestivas visiones burguesas de la infancia, del primer amor, de la arquitectura, de decoración, las actividades creativas y el turismo, todo en sostenido por una voz que prendió a citar y a recitar a través de lecturas, coloquios y previsibles ejercicios de seducción oral. Pero *hacía su segundo tercio el poema es interrumpido dos veces por una voz ajena en la que se pueden reconocer los énfasis camperos de Miguel Briante. En Ia primera,                   ................................................ (FALTA LINEA EN FOTOCOPIA) responde: “no estoy escribiendo, estoy hablando” En la segunda, la voz concede: “me gusta esa manera de hablar” y el poema corrige: “no estoy hablando, estoy recordando”. Le escribí  a  Viel  que  a  su interlocutor narrativo le faltaba la tercera negación “me gusta esa manera de recordar” y su respuesta probable: “no estoy recordando, estoy haciendo” y Viel me escribió que ése era justo el tema del libro que estaba a punto de publicar.

 

ARRASTRARSE: Se trataba de Crawl que aparecería en 1983. A Viel –medio inglés- no se le pudo escapar la etimología del nombre de ese estilo de natación. Coma el sacramento de la comunión de los católicos ese leit-motiv de los tres poemas del libro, algún crítico oficial mecanografió elogios de  circunstancia que aparecieron un domingo en el diario La Nación. Leerlos fue como descubrir el homenaje que la sociedad argentina de propietarios de herrerías pudo haber ofrecido en oportunidad de la primera edición de Martín Fierro. Crawl elegía el nombre de ese estilo de nadar para representar un estilo de negociar con la nada. El tratamiento visual de los textos alude a las relaciones que percibe entre su aliento y el espacio visual el que nada. Y las variaciones métricas replican las alternancias entre hiperventilación y fatiga que padece el nadador: el tema terreno de la obra, tal como el principio técnico del referido estilo de nadar, es la respiración. Una carta de Viel respondiendo a estos comentarios que publiqué en 1983 me confirmó que él había trabajado conscientemente sobre ese sistema de relaciones. Sin embargo -confesó-, jamás había hecho contacto con dos obras contemporáneas que procesaban esa misma materia: Je t’aime-Je t’aime de Resnais y Nadie Nada Nunca de Saer. Ambas, en efecto, construyeron un sistema semejante con las mismas relaciones ................................................ (FALTA LINEA EN FOTOCOPIA) memoria, la entrega a una situación física extrema, la obnubilación de la fatiga y la vida. Yo estaba loco y la reflexión y la escritura sobre esa mitología en estado naciente que creía ver me parecía reveladora de una verdad que se me escapaba tras cada brazada. Estaba loco: pero, no era el objeto de la poesía la producción de esa locura dirigida, de esa alucinación cognitiva bajo control...? En la revista progre El Porteño puse que Crawl no era un libro sobre la comunión sino sobre la respiración –esto antes de que el pulmón del poeta se convirtiese en una fuente de noticias poéticas sobre el sentido de la vida- y años después Viel se ocupó de subrayar todos los fragmentos de su obra que anticipaban la escenografía del final; parte de este trabajo se volcó en Hospital Británico. Yo estaba loco y en todo lo que fui escribiendo sobre Viel y para Viel buscaba confirmar algo que él nunca terminaría de aprobar: el carácter convencional de la Fe. Yo creía reconocer tres sistemas isomorfos de prácticas sociales urbanas: el culto religioso, el deporte y la poesía, y creía ver en el poema la referencia de uno a otro destinada a componer una monstruosa alegoría de un cuarto sistema que no terminábamos de asir ni de nombrar; llamémosle “la vida”, esa pregunta sobre qué hacer con nuestro tiempo, esa pujanza hacia delante que nunca acabaremos de aprender a administrar. La poesía, el culto, el deporte y finalmente, tal vez la vida, los cuatro -creía yo- arrancan por una primera entrega a la convención: la sumisión a reglas que imponen ejecutar eso que el cuerpo -uno mismo, lo que Es (*)- jamás tendería a hacer espontáneamente. El aprendizaje de la natación y crawl lo representan enfáticamente: no respirar para salvar el aire, arrastrarse para seguir en la superficie, mirar a un lado para avanzar mejor hacia a adelante, resignarse a ver el mundo parcial y transversalmente para conservar la horizontalidad. En el crawl, como en el rito religioso y en la poesía perfección del estilo es condición indispensable de la eficacia en la vida?

 

A LAMUERTE: En la vida no hay  tal eficacia, se obstinaba en creer Viel en nombre de su Iglesia. Fue el poeta del espacio burgués argentino: ................................................ (FALTA LINEA EN FOTOCOPIA) caballos, campos, veleros, barrios, muebles, fusiles, soldaditos, nuestras minas, nuestros cuerpos templados por la gimnasia y el turismo y entre todo eso, también nuestra Iglesia, ese service de santidad donde “beso a Cristo y me beso a mí mismo en él”, según confiesa en sus últimos días. Pienso que esa contradicción entre el goce narcisista -su “éxtasis” de comunión- como apropiación privada de la Santidad y las pretensiones de universalidad del cristianismo es inseparable de la grandeza perdurable de su poesía

Rodolfo E. Fogwill

(*) “voy hacia lo que menos conocí: voy hacia mi cuerpo” (H.B.)

Notas de lectura

No se capta todo el valor de la poesía de Viel Temperley leyendo poemas aislados. A veces están relacionados entre sí, y suele ocurrir que un poema aluda a algo que ya está en otro libro (un efecto de sobreimpresión, de dejá vu, -de “cosa vivida”- de la experiencia evocada) Leyéndolos de a uno, además, no se sintoniza bien cierto tono que los envuelve y del que depende en parte su sentido.

Lo más evidente y singular elevada religiosidad (cristiana); y, al mismo tiempo, una sensualidad material -directamente referida a lo sexual, a menudo- que lo impregna todo, sin descartar ciertas formas aberrantes (hacerse lamer la pija por una perra) o herejías (comparar el blanco de la hostia con el del semen).

“Intensidad de vivir”, vitalismo. Un vivir siempre a prueba. Ciertos actos (nadar, encender fuego, cabalgar, hachar, y, por supuesto, coger) como medios de contacto con algo que los excede y, a la vez -esto no es tan contradictorio como parece, como experiencias absolutas en sí mismas. ¿Tocar lo esencial a través de la experiencia? ¿Encontrar a Dios agotando la acción? Vitalismo y espiritualismo, en el caso de VT, son lo mismo.

Constante e impúdica presencia de la primera persona y un discurso que parece animado por una intención con ................................................ (FALTA LINEA EN FOTOCOPIA) que los vuelve especialmente interesante es su insensatez vinculada a cierto extraño aire de sinceridad. Lo que convence poéticamente no es aquí el artificio escritural sino lo aparentemente contrario: la sensación de estar ante una carencia absoluta de artificios.

El efecto es de inocencia como la de alguien “virgen” de literatura. Raro caso en la poesía argentina contemporánea no hay casi referencias intertextuales, casi no existe inflexión sobre la poesía o sobre lenguaje. Del mismo modo, también muy infrecuente -...........ría que completamente anón.....lo, hoy-  encontrar una poesía tan desprovista de recelo. La suya, increíblemente, es poesía celebratoria, no crítica, casi nunca melancólica.

Algo así como una visión distorsionada, excéntrica, de todo lo que se ve. No exactamente delirante sino desquiciada, no alucinada (a lo Ribaud) sino como proveniente de un ser de otro planeta, que encuentra valores o datos significativos ahí donde uno corrientemente no los encuentra.

Más que ingenuidad, d.... intelectualización. Más que inocencia, tal vez, no dar por sentado lo que damos por sentado habitualmente. Una especie de afortunada incontinencia pero no de lenguaje, sino como la de los chicos, que suelen sorprendernos cuando profieren alguna ocurrencia porque todavía no aprendieron qué debe decirse y qué no, que se atreven a expresar su pensamiento sin especulaciones.

Ciertas imágenes adquieren categoría de visión absoluta: el árbol joven frente al mar. Todo se hace revelador: un animal, un objeto, un letrero. ¿Epifanía, iluminación? Sobre todo, aquello que Lezama Lima llamaba “el súbito”: la emergencia de lo incondicionado en una línea causal.

Productividad poética de las obsesiones. Insistir en lo mismo puede hartar, y a veces ocurre, pero en ciertos casos eso es lo poético. Volver a lo mismo es un reencuentro. Pensar en los mitos según Pavese: la escena ya conocida (ya leída antes) adquiere categoría de arquetipo ante nuestros ojos. Cada acto repitiéndose una y otra vez es como si fuera depurándose de lo momentáneo, se vuelve eterno purísimo.

Rodeando la irrupción de la poesía, muchos momentos -sobre todo en los primeros libros- de prescindible declaracionismo fervoroso. Si es cierto que pocos poemas están libres de zonas débiles, también son pocos aquellos donde alguna vez emerge algo verdadero e intenso, y con tanta fuerza propia como para que los pasajes olvidables queden iluminados por esa intensidad.

En los últimos libros, Viel se vuelve herrnético y fragmentario. ¿De qué está hablando?, se pregunta quien -es mi caso- empezó a leerlo desde Crawl. Ese efecto, bello y seductor, se atenúa si antes se leyeron los otros títulos, a la vez que su sentido se intensifica

 

 

 


 

 

MI PADRE

Poemas de Arturo Carrera

Ed. de la Flor, 1985

 

 

“La noche escribe”, escribió Severo Sarduy al presentar el primer libro de Carrera, editado por Sudamericana. Era 1972, un tiempo diurno, época de planes, obviedades y buenas intenciones. Pero Carrera, venía en otro plan. Contra aquel idealismo de la “realidad”, traía una poética materialista, destinada a denunciar la materialidad del texto. Sus poemas invertidos, -tipos blancos sobre un fondo de papel uniformemente neqro-, anunciaban la ineludible materialidad del arte, y denunciaban los intentos de iluminación pautados por la época. Su segundo libro, “Oro” presentado en 1975 por la misma editorial, insistía en la propuesta, orientándola hacia el léxico, otro aspecto de la materialidad. No trataba, como se pudo creer, sobre todo lo que reluce, sino sobre el oro americano el tesoro de esta lengua inseminada por la colonización. Desde entonces, la carrera del autor es tan diferencial  como su propuesta literaria. Unico, entre los poetas menores de sesenta años, -Carrera, nació en 1948-, pudo sortear las inevitables “ediciones de autor”; y transgredir las aduanas culturales con frecuentes traducciones francesas y americanas.

Coherente, sus libros ejecutan un programa preciso. De los siete editados, solo “Ciudad del Colibrí”, antología de fragmentos de su obra publicada en España, sale de su plan. 1982: “La partera canta”, -poética de femeneidad, la genitalidad y el parto-1983; “Arturo y yo” -poética del narcisismo como campo de reflexión especular de las relaciones individuo-especie;  1985: “Mi Padre”, exploración poética de la filialidad. Recientemente, un anticipo publicado por la revista de la librería Fausto, confirma la tendencia: su próximo libro, “Childrens Corner “ es un trabajo sobre la mirada paterna.

“Un padre es una maquina de ocultar la realidad”, copiaron de Mishima en la primera página de esta edición de “Mi padre” que patrocinó financieramente el Fondo Nacional de las Artes.

Pero lo peor del padre, no es el programa genético que lo condena a urdir mentiras: Lo peor es el plan cultural que le impone creer que representa la realidad. El libro de Carrera es una máquina preparada para desmantelar esa creencia. El padre muerto del poeta argentino, no está canonizado en el cielo del renacimiento, como en Manrique, para fundar una ética del señorío, está en el imaginario poético, amado y desenmascarado, para corroborar una ética de la productividad de la poesía.

“Padre que muere, nace infinitas veces, y su nacer y morir no son yo sino elIos: infinitas veces el cuerpo...” “La historia es de mi padre, y yo soy el escriba...” “El padre... alguien que se acumula y desvanece...” “Papito...”: testimonios de una poesía no-citable, porque no se compone de frases ni de sentido, (“para ser leída”), sino de trabajo sobre el sentido de todas las frases, para ser leído leyéndola.

 

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La politica cultural del gobierno democratico

ENERO DE 1984

 

 

 

La política que, en materia de cultura será objeto, de aquí en más, de nuestro aporte y de nuestra crítica. En estas páginas opina un escritor y colaborador de publicaciones culturales.

“Política cultural” es, una expresión que le queda muy grande al radicalismo. Como un gran sindicato, un club de fútbol, o una empresa petrolera, el régimen alfonsinista se desplaza según un orden que no es su política cultural sino el resultado de las pesadas circunstancias que lo rodean. Este carácter circunstancial, o “realista”, que puede verificarse en su práctica cultural, es una nota común a todos los aspectos de la gestión alfonsinista, con la probable excepción de su programada ortodoxia republicana y su formalismo democrático.

Precisamente es el “formalismo” la razón de ser de esta nueva escenografía del Estado. Ejecutada una fuerte redistribución de riqueza, redistribuido, mediante el ejercicio del terror, el poder de las armas y de las organizaciones, el Estado argentino necesita ahora un impasse en el que imperen el respeto, la tolerancia, la convivencia; y sobre todo las “garantías” para que el saldo positivo de la distribución de la·rlt, ee:

queza y el poder se conserve en el nivel actual. Cuando se indica -al referirse al  nuevo gobierno- que es la continuidad natural del “Proceso”, debe entenderse la permanencia de algo que va más allá de las anécdotas (préstamo de funcionarios radicales a la administración militar, pase de estrategas del gabinete de Videla al entorno de Alfonsín, intercambio de saludos y prestaciones entre el equipo Prebisch y la  dupla Wehbe-G. del Solar, etc.). Como bien lo estableció Juan Aleman, más que a su eficiente equipo de marketing electoral es al régimen económico de Martínez de Hoz a quien debe agradecer su éxito el radicalismo. En una lectura extrema, el  formalismo radical no es sino la legitimación de un orden social construido sobre el delirio y el terror. Los frigeristas lo comprendieron así, cuando anunciaban que para las elecciones del 30 de octubre, el Proceso ofertaba dos alternativas de continuidad al mercado de votos. Si el justicialismo parecía conceder a los jefes del proceso mayores garantías de seguridad personal, el plan alfonsinista prometía mayor permanencia a los logros socioeconómicos del régimen militar. Caotizado y con sus mejores cuadros de recambio en el exilio o en las listas de desaparecidos, el peronismo tuvo una íntima donde patotas, servicios oficiales y policiales, proscripciones y dólares multinacionales coadyuvaron para la producción de una mercancía invendible: Luder. De todos modos, se votaba por un retorno a 1976, o por un retomo a 1853. Ganó esta última ilusión, invocada por una oración cívica de alcance conmovedor para la muchedumbre que pronuncia correctamente las eses finales. En diciembre recomenzó 1853, y, como entonces, tendremos nuestros Urquiza; nuestros pequeños Alberdi, nuestros Sarmiento y nuestros indios. Ya derrotada le barbarie, la civilización radical propone al mundo, una Argentina semindustrial y semicolonial, donde dos tercios de sus habitantes podrán vivir en armonía y bienestar. El arte de la política cultural que el nuevo régimen atine a darse, consistirá en generar las condiciones que amalgamen a ese sesenta o setenta por ciento de los argentinos, otorgándole su identidad moderna, europea, social y democrática, al tiempo que se elaboran los signos idóneos para   convencer al treinta o cuarenta por ciento que está fuera del juego, que si no participa del nuevo paraíso es por su propia culpa. Ese tercio que quedó afuera serán los nuevos indios de esta remake del 53, y andarán por ahí mientras las Provincias Unidas siguen aguardando al nuevo General Roca que los remita a las tolderías.

Pero tal como el proyecto alfonsinista no puede sostener la disciplina obrera desmontando la burocracia sindical, y así como la escuela de Villa Grinspun no podrá reducir el déficit fiscal y la inflación derivando la emisión al “crédito productivo”, tampoco puede ser viable este plan cultural. Ni los beneficiarios del nuevo paraíso demócrata-social se considerarán amortizados por la salud barata; los impuestos  progresivos y la copa de leche, ni las tribus que el Proceso condenó a la marginalidad se van a dejar convencer de que la civilización es una cuestión de piel y de lenguaje ni habrá “teatros abiertos” que puedan mantenerlas quietas por mucho tiempo en las butacas.

Porque aunque pueda convocar la adhesión de algunos teóricos que en 1973 tironeaban de las frases de Gramsci para justificar las “formaciones especiales”, y ahora postulan el nuevo orden socialdemócrata, el alfonsinismo, alienado por su propensión el marketing y a los éxitos tácticos, no alcanza a comprender la naturaleza  ni la función de le cultura. Agregaría más; en todas las esferas de la administración  radical predomina una absoluta ignorancia del tema.

No es el caso de cotejar el salón literario radical con las elites de 1853, o de 1880. Tampoco se propone una comparación con los parnasos de Moscú 1918 o París 1946. Bastará recordar la eficacia (en términos de su capacidad para cumplir los objetivos fijados) del proyecto cultural peronista, del aramburista, y del de la Revolución Argentina para notar que el régimen actual suma a su pobreza de cuadros una pobreza general de ideas y una confusión conceptual que haría reír a coro a Mariano Castex y Mariano Grondona si de nuevo Onganía los convocase a su despacho.

A poco que se revise el proyecto radical, se detectarán tres errores de superficie, los mismos que se arrastran desde las primeras escaramuzas; de Renovación y Cambio:

1.     Concepción de la cultura como una parte del tiempo libre

A partir de esta creencia pequeño burguesa, la familia, la fábrica, la iglesia, la escuela, los sindicatos y las asociaciones voluntarias no son alcanzados por la planificación cultural. Esta doctrina no surge solamente de la ignorancia, por cuanto es una creencia útil al régimen que necesita desarraigar la reflexión de la sociedad sobre sus conflictos.

2. Imagen de la cultura como una actividad de tiempo libre vinculada al negocio del espectáculo

Esta ilusión radical es consecuencia -y a su vez fuente de realimentación- de la peculiar composición del equipo cultural alfonsinista. En efecto, escasean -o están ausente de él-, los poetas, los teólogos, los filósofos, los artesanos, los pintores, los compositores clásicos y los arquitectos, y predominan en cambio las “estrellas”, los directores de cine y de teatro, los guionistas y dramaturgos, los cineastas y los narradores de géneros fácilmente convertibles en paparrucha televisable.

3. Representación de la cultura como algo “espectacular” que se difunde mediante “eventos” y en base a “figuras”

A esta imagen de la cultura ha habituado, la prensa y la televisión, donde todo es “importante” y se procesa en “ciclos”, “encuentros”, “festivales”, “ferias” y todo se jerarquiza según el “rating” que aporta cada “personalidadad”.

Los tres errores enumerados, visibles en la cholula superfcie del escueto proyecto radical; responden a una ideología que entiende a la cultura como una forma “elevada” de la diversión, y que imagina a la creación como un fenómeno irregular, y diferente de la vida cotidiana del común de los hombres.

En resumen, estamos viendo un esquema midle-class que sirve para separar a la cultura de la vida real, y para separar, dentro de esa cultura definida ilusoriamente, al acto de producción del acto de consumo. Este modelo superficial de la cultura es lo  que suele aprender un ciudadano radical al cabo de años y años de mirar televisión a la espera de que los militares se retiren, y es la misma doctrina que repiten quienes se representan como resultado final del arte un porcentaje del borderaux, un crédito de fomento a la producción de cine, un derecho de autor, o un premio nacional de literatura.

(A propósito, tardíamente se dieron a conocer los premios nacionales otorgados por la administración cultural del Proceso: su monto equivale a la pensión vitalicia de un coronel, o de un teniente coronel, con la ventaja de no exigir mayores responsabilidades ante la justicia, ni obligar a prácticas agobiantes de tiroteos y madrugones).

Donde está la cultura

Divorcio productor-consumidor en el área de la cultura, divorcio cultura-vida real en el área de la sociedad, son los ejes profundos sobre los que se mueve le mitología radical, aunque también se los puede encontrar en parte del justicialismo herbívoro que se heredó de la gestión de Celestino Rodriguez-López Rega-Ivanissevich y en la mayoría de los grupos de izquierda que siguen mirando el mundo según los rayban aliadófilos de los partidos comunistas de post-guerra.

Con esa óptica que impide ver dónde está la cultura, no se puede construir una

política cultural. Y la cultura no está en la  SADE, ni en SADAIC, ni en la casa del   señor Sábato. La cultura está en la familia y en todas las instituciones de la sociedad.

1)     en las instituciones económicas, donde el proyecto radical deja la promoción cultural librada a le capacitación mínima indispensable para que los trabajadores produzcan sin alcanzar a comprender el sentido de la producción. 2) en las instituciones religiosas, condenadas por la mitología capitalista a una función de “suplencia”. 3) en las instituciones políticas, que para este proyecto deben seguir funcionando como “comités”, o círculos de admiradores de una bandera, o de alguien. 4) en las instituciones militares, las que se piensa “democratizar” con desplazamientos de las cúpulas y recortes de presupuesto, en la creencia de que su peligrosidad depende del inventario de los arsenales, y no del inventario de las ideas que tienden a procesar al estar separadas del pueblo.

Integrar la empresa, el campo, la familia, la iglesia, el club, el sindicato, el cuartel, el partido y la escuela a una política cultural implicaría negar el modelo de sociedad el que los radicales rezan su oración laica: orden jurídico formal, privacidad inviolable, división entre cultura y pueblo, división entre pueblo y fuerzas armadas,  especialización de las actividades, diferenciación nítida de la biografía individual en horas-trabajo, horas-misa, horas-sexo, horas-cultura, y división clara de la historia en grupos de seis años con un día bienal para votar, y dosmilcientonoventa días para mirar el hermoso espectáculo de ser gobernado, o conducido, aunque “conducir” es un verbo poco adecuado para denominar a estos procesos que nunca aciertan a definirse una meta.


 

 

 

 

 

LA HERENCIA CULTURAL DEL PROCESO

EL PORTEÑO MAYO 1984

Escribí en diciembre que los radicales, en general, no tenían política. Una política radical, a la vista de los primeros movimientos del gobierno recién instalado, era producto de las pesadas circunstancias más que de cualquier proyecto de partido, o de grupo. EI Porteño publicó eso en su número de enero produciendo distintos tipos de críticas, enojos y reproches. Pasados cuatro meses, y confirmando el pronóstico que formulaba aquel primer análisis, espero que esta vez los críticos atiendan a la lectura de mis observaciones en lugar de dedicarse al registro de las emociones que algunas frases y subtítulos les puedan despertar. Se trata de analizar la herencia cultural del Proceso en sus relaciones con la política de estos días.

EI Proceso no es el proceso.

La palabra “proceso” forma parte de aquella herencia cultural. Acuñada por los fundadores del régimen de 1976, su empleo sirve para ocultar un dato indispensable, sin cuyo concurso no se puede entender la situación contemporánea. Hablar del Proceso, es sostener la creencia de que aquello comenzó en 1976 y que concluyó en 1983. Falso: la metodología represiva que pasa por ser un rasgo característico de esos años de Videla a Bignone, no comenzó en 1976 sino en los primeros años de la década: las desapariciones de Martins, Maestre y tantos más, la matanza, -nunca revista-, de Trelew, los operativos de Ezeiza y las actividades de la AAA tienen el mismo signo y la misma función que los operativos de 1977 y 1978. Algo semejante ocurre con la política económica, cuyas raíces se encuentran bien definidas en cuanto a la redistribución por el gabinete de Rodrigo, y en cuanto al endeudamiento externo en todas las políticas bancarias y cambiarias que se sucedieron al cabo de la gestión de Gelbard. Las mismas características del operativo militar de 1976 prueban que el cambio de autoridades fue más un procedimiento administrativo que una “revolución”. Revisar la prensa de la época, y el testimonio de la resignada complacencia de parlamentarios peronistas, frentistas y radicales aclararía mucho al respecto. Más difícil ser determinar la verdadera fecha de cierre del Proceso. Para algunos terminó con el interregno de Viola. Para otros, con la movilización del 30 de marzo de 1982, o con la aventura militar del viernes siguiente. No faltan mentirosos: por ejemplo, Athos Fava llega a decir que la democracia actual es el “fruto de la heroica lucha de los trabajadores y el pueblo... “Estoy convencido de que todo el espectro político tradicional argentino, desde Alsogaray hasta el ultimo diputado herminista, estaría dispuesto a suscribir esta ilusión del secretario del Partido Comunista local. Allá ellos. Los historiadores del futuro tendrán que realizar su tarea entre millones de frases por el estilo, y seguramente acabarán dividiéndose entre quienes piensen que el Proceso dio por terminada satisfactoriamente su tarea histórica de redistribución y dependencia, quienes calculen que sus autoridades resolvieron retirarse ante un diagnóstico general de ingobernabilidad del país  y quienes cínicamente supongan que la banda que tuvo a su cargo la gestión 1976-1983 del largo Proceso de la Argentina se dio por satisfecha con el saqueo realizado por sus principales cabecillas. Faltaría establecer qué fecha han de elegir para la demarcación del verdadero fin del Proceso: ¿1985? ¿1989? ¿2004?. No se puede conjeturar. Lo cierto es que habitamos temporariamente en una etapa “democrática”, decidida por el gobierno de Franco, Nicolaides y Hughes sin consultar al señor Athos Fava. Como el empleo de la palabra “proceso”, el actual uso de la expresión “democracia” es también una herencia del Proceso: herencia lingüística, cultural, o política. Aunque el partido mayoritario fue objeto de infiltraciones, manipulaciones, proscripciones e internas fraudulentas, hay consenso en que las elecciones de octubre fueron tan “democráticas” como es capaz de resistirlo el país. También sus resultados fueron “democráticos”: se impuso la minoría más democrática con el apoyo electoral de otras minorías, no tan democráticas, pero que, siguiendo el estado de ánimo de la junta militar, estuvieron dispuestas a aceptar la democracia como un mal menor.

Habría que determinar si los efectos del cambio de gobierno son también democráticos. En principio, es dudoso que pueda hallarse en el mundo un grupo humano con mayor vocación democrática que el que rodea al doctor Alfonsín. Pero esto es una herencia del Proceso: años de dictadura han llevado a confundir el concepto de democracia -gobierno del pueblo- con los conceptos de libertades y garantías que tanto empeño se ha puesto en conceder a la población. Nada hay más fácil, para el gobierno que asume en diciembre de 1983, que establecer libertades y garantías: para ello le basta con actuar por omisión. En cambio, nada hay más difícil que establecer la democracia, u operar democráticamente, porque esto exige acciones tendientes a incrementar la  chance de participar en el poder a todos los ciudadanos. En algunos casos, estas acciones son impracticables por la naturaleza misma del poder y de las decisiones que el Estado debe adoptar: por ejemplo, en el tema de la misteriosa negociación de la deuda externa y de la impenetrable política energética. En otros casos, las acciones tendientes a fundamentar la democracia mediante la elevación de la chance participativa de pueblo, el obstáculo es de índole teórica: todos los teóricos y los místicos de la democracia radical son liberales. Para ellos el ciudadano concurre al mercado de poder aisladamente, y como un pequeño oferente o demandante de mercancias, basta que el Estado minimice los controles represivos para que pueda acceder igualitariamente a la riqueza política a su cuotita de poder. Infortunadamente, la sociedad no es un mercado de conciencias y de acciones libres: por una parte hay un juego de cartas marcadas cuya clave es conocida sólo por unos pocos; por otra parte, la distribución de la baraja es irregular: hay gente mal sentada, -en el interior, en el fondo de ciertas clases sociales- y, hay gente que no alcanza a conocer las reglas del juego, -analfabetos alfabetizados que creen en la promesa de los medios de comunicación-, y hasta hay gente que ni se ha enterado de que el partido comenzó. Creer que las palabras expresan los pensamientos, creer que los pensamientos rigen la voluntad, creer que la voluntad conduce a los acontecimientos y creer que los acontecimientos son controlables por el alcance de las leyes, tal es la síntesis de la confianza cívica radical. Hay estados del mundo donde uno puede sentarse a gobernar con estas creencias y hacer las cosas bien: sucedía en Uruguay -la Suiza del Plata-, cuando una vaca valía igual que un Ford; sigue ocurriendo en Suiza,-la Suiza de Suiza- mientras los relojitos siguen costando cuatro vacas los bancos siguen captando depósitos de generales sudamericanos.

Sucede en bellos países que se dan maña para resolver los conflictos distributivos entre sectores de su economía repartiendo excedentes captados de otras regiones: ese arte de ajustar la moneda, el cambio y las políticas comerciales para que todo siga funcionando como en los tiempos de la colonia. Pero en países donde el Estado es el centro de la economía y a su vez el juez que debe dirimir repartos internos sin contar con mas fuentes que la propia producción de riqueza, la ilusión liberal naufraga contra una realidad en la que la pelea por un puntito porcentual del ingreso equivale a la disputa por el control de todo el Estado.

¿Qué puede hacer un radical en esta situación? Hay un ejemplo: cuando la realidad de la mesa mal distribuida y la baraja marcada del campo sindical demostró la inviabilidad de un proyecto literario de legislación, en lugar de hacer la autocrítica de la ilusión cívica que lo animaba, recayó en la crítica de la realidad, como si la realidad pudiese convertirse en una entidad accesible y sensible a las invocaciones del discurso político. Hay más ejemplos: las Fuerzas Armadas, el Fondo Monetario Internacional, la potencia hegemónica del Norte, los precios de la canasta familiar, etc. Cada uno de estos campos arroja una misma enseñanza: la inutilidad de las intenciones que se vuelven contra la apariencia de las cosas, sin operar sobre la verdadera entidad de las cosas –“¿Y cuál es la verdadera naturaleza del imperialismo, de la burocracia sindical del capitalismo dependiente, de los desequilibrios regionales, de la estructura de los mercados de distribución argentinos...?” Podría preguntar un radical a esta altura de mi articulo.

Yo no se, pero yo no me postulé para  administrar la herencia del Proceso, ni me postularía para hacerlo en estas condiciones. En cambio, se que la frialdad popular que respondió al festejo de los primeros cien días, la calidez verbal con que media docena de funcionarios estadounidenses se dirigieron a los funcionarios argentinos, la crudeza del diagnóstico que después de sus diabluras multinacionales decretó el octogenario Prebisch, el rebote legislativo del proyecto sindical, la disparada de los precios, la decepción de los que imaginaban una justicia reparadora a la irreparable guerra sucia, el lento desinflarse del Plan Alimentario Nacional, la vía muerta a la que fueron a parar algunos planes ferroviario-culturales, todo eso y todo lo demás, tiene un denominador común: la inutilidad de la retórica, ese arte que sirve para ganar voluntades en el gratuito acto de votar, pero que impide dominarlas en las costosas operaciones económicas y biográficas que componen la vida de las sociedades. Claro: todo este esquema se derrumba frente a una pregunta típicamente radical: “¿y qué pasaría con un gobierno de Luder..?” Tiendo a pensar que ni siquiera seria más caótico: sería igual. Luder, como Alfonsín, fue radical, y si su tardía conversión al peronismo le deparó posiciones que difícilmente habría encontrado en su partido de origen, a la vista de sus expresiones y de sus actos, no le brindó mayores enseñanzas. Probablemente la diferencia entre Luder y Alfonsín se resuelva en que uno parecía más dispuesto a compartir el poder con los que se comen las eses finales, y el otro parece más dispuesto a compartirlo con los que se comieron la riqueza del país. Pequeñas diferencias para dos proyectos que se disponían a compartir la herencia del Proceso: una baraja de naipes marcados que se distribuyen desparejamente entre los ciudadanos. De cualquier forma estamos en una democracia que autoriza a publicar estas reflexiones, y la dictadura militar es cosa del pasado. Otra herencia del Proceso: la expresión “dictadura militar”. ¿Hubo una dictadura militar? Todos hablamos de la “dictadura militar”. Hasta hay inteligentes, que piensan en la dictadura oligárquico-financiera-multinacional que comenzó montarse en 1974 y para nombrarla usa la expresión “dictadura militar”, dándole el nombre de una de las instituciones que sirvieron a su política y creando un plano de diálogo en el que la verdad del  Proceso se escapa. Ese escape es otra herencia cultural del proceso: una cultura, “radical” en la que vive la mayoría del  pueblo, y según la cual, el 10 de diciembre, las invisibles murallas de la Constitución Nacional trabaron para siempre las puertas de los cuarteles de las bases y los apostaderos, creencia complementaria a otra, aún más grave que imagina que aislando a los ejecutores de una política pueden dejarse intactos a sus autores y sus beneficiarios, y hasta sentarse a dialogar con ellos, y concederles su participación “democrática” en el poder.

Mientras, la justicia, en la medida de sus posibilidades, debe dirimir la cuestión de los desaparecidos. Algo desagradable: acabo de recibir una invitación: la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires me convida a participar en el acto de homenaje a Haroldo Conti que se realizó entre el 7 y el I 1 de mayo de 1983 en el Centro Cultural San Martín. Evidentemente, no se trata de homenajear a una obra literaria: es un repudio a los “errores” y “excesos”, esa cuestión de los “desaparecidos”. Otra herencia cultural: este teleteatro del horror montado para enseñar a las nuevas generaciones lo que va a sucederles a quienes intenten transgredir los límites del disenso permitido. “La violencia de arriba genera la violencia de abajo...” repitió un militar, -Perón -, y la violencia de abajo, se vio, determina el delirio del terror de arriba. ¿Qué hace la Municipalidad? Homenajea a las víctimas inocentes que pertenecen al ámbito de las artes sagradas. Un tema para ambientar su feria del Libro y sus exposiciones culturales patrocinadas por la gran industria. EI terror de Estado, se ve, no sólo sirve para estimular la industria editorial con temas espectaculares, sirve también para fundar una cultura condenada a rumiar los temas de la inconmensurabilidad del horror de la impuntualidad de la justicia, y de la impensabilidad de ciertas situaciones límite. Otra herencia cultural del Proceso: la impensabilidad de las situaciones límites de la violencia. Si por una parte, la elevación del contraste “democracia” “dictadura militar” al rango de una oposición básica de nuestra sociedad promueve el divorcio definitivo entre pueblo y Fuerzas Armadas, por otra, la construcción mítica de un infierno genocida y concentracionario funda para siempre la división social del trabajo entre los execrables usuarios de la violencia legítima, y los pacíficos ciudadanos de la violencia imposible. Se vio en el encuentro entre dos diputados del ala más radicalizada del radicalismo -Rodríguez y Storani jr-   y el irónico tycoon peronista Jorge Antonio. Los muchachos fueron explícitos: ante un golpe militar no habrá resistencia armada; apenas desobediencia civil. Al parecer, olvidaron que los golpes militares siempre se amañan para conseguir el entusiasmo civil (1930, 1943, 1966, 1976) o para obtener la condescendencia de los civiles (195S). O tal vez no lo olvidaron, pero a ellos, como a los lectores de los infinitos episodios del show del horror, los convencieron de que no hay nada mejor que la resignación y la confianza en que a la larga, el espíritu superior de la Constitución se impone sobre la materia indigna de las patotas y de las patologías políticas latinoamericanas. ¿Cómo se zafa de esta herencia cultural? Creo que el mejor camino es pensar lo que ella y sus  administradores decretaron como impensable, y pensarlo con los modelos intelectuales que exorcizaron como intelectuales que exorcizaron como intolerables. Algo que tal vez los radicales no pueden pensar, ni tolerar, pero que deberán pensar y tolerar si quieren tener una política propia y dejar de administrar las políticas del régimen anterior.


 

EL DOCTOR CORMILLOT

Y LA GRAN MAQUINA DE

ADELGAZAR CONCIENCIAS

“Quien mete una picana en el vientre de una mujer, o da la orden de hacerlo, nunca estará en la categoría de los humanos...”

Dr. A. Cormillot, dietólogo, en El Observador, 13-1-84

 

¿Así que picanean el vientre de una mujer no son humanos...? Y, entonces: ¿serán humanos los que picanean la encía de un varón...? Al respecto, el  doctor Cormillot no se ha expedido. El piensa que los torturadores y los esbirros, en general, son enfermos mentales: psicópatas, (El Observador, 6-1-83), víctimas de una curiosa folie  a deux, (El Observador, 30-12-83), víctimas de una rara anormalidad (EI Observador, 23-12-83).”Piensa” él, como los torturadores y los usufructuarios beneficios de la tortura. Hacia 1972, un amigo mío, por entonces capitán de corbeta, decía que los que matan por la espalda a un oficial o a un soldado, no eran seres humanos. Dijo después, en 1974, un alto jefe del ejército, que “quienes aceptan o instigan el terror subversivo, no merecen llamarse humanos”. Aconsejaba después un decreto del gobierno elegido democráticamente en 1973, que “las fuerzas armadas deben proveer a la aniquilación de la subversión”

Pero resulta que “aniquilar” es una palabra que no pertenece al lenguaje psiquiátrico, ni al lenguaje jurídico, aunque suele aparecer con frecuencia en la voz de quienes creen que ciertas conductas no pertenecen al ámbito humano: son inhumanas demoníacas, habría que aniquilarlas. Para muchas figuras del jet set, ésas que aparecen reporteadas en las revistas Metropoli, Le Cirq y Bazar, la gente vulgar, la gente pobre y la gente aburrida, tampoco pertenece al género humano. Para el actor Víctor Laplace, en confesiones realizadas a la revista Alfonsina del 13, de enero, los fetitos y los embriones que aparecen en !a matriz de las mujeres sin responder a la voluntad y la planificación racional e industrial de las ‘familias, no son seres humanos y también, pueden ser aniquilados. Hubo un general que pensaba que hasta los banqueros y cambistas que aceptaban fondos de las guerrillas en sus cuentas corrientes deban ser aniquilados. Algunos escritores, que opinaban que la represión era injusta y que había que diferenciar el terror popular del terror del estado por distintas razones, también debían ser aniquilados, o callados. Todo esto sucedía en un país donde durante fines del siglo XIX, las elites dirigentes recitando, como ahora, al preámbulo de la Constitución, decidieron que quienes adoraban a dioses berreta americanos, vivían en toldos y andaban en pelotas por la pampa como si fueran dueños, debían ser aniquilados. Y años después, recitando que esta era una “tierra abierta a todos los hombres del mundo”, se concedió que los que no hablaban bien el español de aquí y pensaban que el sistema de propiedad de estas Provincias Unidas era injusto, bien podrían ser humanos, pero jamás argentinos y ya que no se podía aniquilarlos, hasta que fletarlos de vuelta a las hambrunas de sus tierras de origen.

La visión macabra de la tumbas N.N. enseña a creer

en las “verdades” que declaran los conductores de

televisión.

 

Hoy mismo, uno puede recorrer todo el país y encontrar hijos de gallegos, vascos, friulanos, polacos, calabreses, alemanes y matacos que desconocen el “inhumano” idioma de sus padres hubo que aniquilar cualquier idea anti-nacional, había que sintonizar a todos en la misma frecuencia lingüística en la que pronto transmitirían la radio, la prensa y la televisión las crónicas del mundial del 1978, las alternativas de los grandes procesos electorales y los entretelones de los monumentos de los N.N., que parecen construidos para enseñar a una generación que miran huesos por televisión, que más vale no apartarse de las consignas de tolerancia y sumisión que les recitan los locutores. A alguien tendríamos que aniquilar: a los que no comparten la idea constitucional, a los que no pronuncian las eses, a los que torturan o mandan torturar, a los raros. Si ellos son humanos, si alguno de ellos, por hache o por bé no fuera humano seguro que nosotros somos seres humanos: hay que decirle que es inhumano al que está afuera, para sentirse amparado en el calor de hogar de esta casa caníbal que habitamos. Por ejemplo; yo, dietólogo, confieso (EI Observador, 23-12-83) que “por ignorancia, por estupidez o por negación, creí estar viviendo en orden y en paz...”, en esos años en los que enseñaba a embellecer los cuerpos mientras pasaba   aquello y siento que si no pudiese definir como inhumano al general equis, tendría que preguntarme quién soy yo.

 

¿Cómo librarnos de la carne podrida que nos está creciendo en la conciencia? ¿Y del tejido adiposo ideológico?

Y yo, si acepto que el sargento igriega es tan humano como el general equis, si acepto que la palabra “humano” le quepa a ambos; tendré que buscar la palabra que a mí me corresponde: ¿”Beneficiario”? ¿”Colaboracionista”? “Cómplice”, tal vez? Yo, médico, no soy un cómplice: soy tan humano que ahora señalo con el dedo a las malos!. Porque, si yo, dietólogo, no encuentro una dieta capaz de librarme de la carne podrida

que me ha crecido en la conciencia: ¿Con qué cara podré enfrentar a esa opinión pública que conduce en fila india a las pacientes hacia mi clínica...? Debo encontrar, también para esta gordura de la conciencia, una dieta incruenta, no traumática, que la dote de una traumática, que la dote de una silueta esbelta, como debe ser. Si mis gorditas buscan tener el cuerpo de las chicas que salen en la tapa de la revista Gente, mi alma debe tener el discurso que ahora adoptan los textos de la revista Gente. ¡Suprima cierta idea hipercalórica, abandone esos condimentos ideológicos exagerados! ¡Calce un buzo de jogging y salga a correr por los jardines bien cuidados de la opinión publica, que pronto tendrá el alma esbelta y tonificada y ser bella! Bella: aunque en el fondo usted siga siendo una señora gorda, lucir linda y apetecible para los hombres, y eso es lo principal.

 

A algunos les toca la corriente eléctrica. Otros prefieren las corrientes mayoritarias de opinión.

 

Pero, -sucede-, toda gorda en el fondo sigue siendo una gorda y algún día recae y vuelve a los dulces, a los hidratos de carbono, al rollito, la celulitis y la fealdad, tal como toda sociedad puede volver a la picana, a los campos de con  concentración, a la monstruosidad inhumana, al pus del fondo. Habría que aniquilar las verdaderas causas de la gordura, -de la aniquilación- y dejarse de ponerIe Sucaryl periodístico al síntoma. Creer, como cualquier señora gorda, que los torturadores son inhumanos, o mentir que uno se hace torturador, o responsable o cómplice por un motivo “patológico... inconciente...”, es el menú para adelgazar las conciencias que distribuyen hoy los medios que cantaban a los laureles eternos del orden y la paz   mientras el país engordaba y se hinchaba  de horror y de miseria y las revistas difundían dietas para embellecer y recetas para festejar los dólares baratos y los goles chantunes del mundial 1978: Yo, dietólogo, no se sinceramente que habría sido capaz de hacer si en vez de esta clínica para sonoras gordas me hubiese tocado el cargo del doctor (a) Mengele, en la Escucla de Mecánica de la Armada. Porque yo, médico. reconozco mi error, y errar bien se que es humano, y, también se que por fortuna la tortura no es humana y a mi jamás me alcanzará. Yo soy, -digo-, uno de los que nunca

estará de uno u otro lado de la picana, siempre fuera de la corriente eléctrica, siempre dentro de la corriente mayoritaria de opihión. En cambio yo, Fogwill, siempre ando cerca de eso: afinidades naturales. Yo soy uno de los que, allá por 1972, después de los secuestros de Mirta Misetich, Pablo Maestre, Martins y Centeno, y alrededor de la masacre de Trelew (que allí empezó la guerra sucia, y no en 1976 como parecen creer los que quieren creer que ya está terminada), decidió que la suerte ya estaba echada, y se gastó tratando de enfriarse, y de enfriar. Decir que estaba mal aquel camino: ¿No era una de las formas de la represión? Sí, esa era una manera sutil de represión. Por eso no ha de extrañar que tantos lúcidos acabáramos complicados con la complicidad: no por estupidez, ni por “error”, -como los dietólogos-, sino por los errores y por la estupidez de una historia que nos quedaba grande, o que nos quedaba equivocada. Eramos humanos: no perseguíamos la belleza de la cintura, la riqueza de la sobrevaluación monetaria, el éxito del fútbol ni la armonía social del orden militar. Eramos humanos: humanos, como los torturadores. Porque entre los torturadores hay personas afables, educadas, amantes del orden, de la paz, de la belleza de los cuerpos de las personas y de la armonía de los cuerpos de los caballos de raza. Hasta hay torturadores -véase- ¡arrepentidos! ¡humanos! Porque los torturadores son tan humanos como los colaboracionistas, y como éstos, también ellos tienen acceso a los

dones humanos de la alegría, de la sonrisa, de la tristeza y del arrepentimiento. Pero: ¿qué clase de arrepentimiento? El único arrepentimiento válido es el que compromete a no cometer las mismas culpas.

Es preferible ver a los que se arrepienten que estar a su

alcance cuando se arrepientan de haberse arrepentido.

Tal vez haya torturadores verdaderamente arrepentidos, pero éste no es el caso del doctor Cormillot, que vuelve a recaer en la misma figura que lo llevó, en 1976, a militar entre los colaboracionistas, o entre los amantes del “orden y la paz” como él dice. Para estos colaboracionistas, el arrepentimiento debería manifestarse por el silencio y el respeto hacia los únicos que tienen derecho a hablar. No puede estar arrepentido el colaboracionista –llámese Neustadt, Fogwill o Cormillot- que hoy usurpa el lugar de juzgar y opinar, luciendo, como único mérito, su propia “estupidez” según el mismo Cormillot reconoce (El Observador 23-12-83, pág. 45). Como el torturador que se arrepiente y vuelve a torturar –torturador arrepentido- toda vez que el orden social necesita de sus servicios y vuelve a arrepentirse cada vez que el orden social necesita, o se puede permitir la convivencia pacífica, Cormillot es humano. Humano. Yerra: no se puede callar. Tiene que sumar su voz al ruido público de la presna para tapar las voces que pueden enunciar la verdad. Porque los colaboracionistas no saben callar: su vocación de colaborar sigue intacta en el tiempo y ensaya ahora un régimen para adelgazar las conciencias. Como un rollito de gordura, la tortura nos sería ajena. Lejana en el tiempo, pertenece al pasado. Lejana en la razón, pertenece a la órbita de la psicopatía y la locura, lejana y más lejana, ni siquiera es humana. ¿Debió ser causada por un microbio, o por un virus desconocido tal vez?

La respuesta la deben dar los médicos, nunca las víctimas de la tortura ni los que siempre estudiaron al cuerpo enfermo de la sociedad. Porque a este país gordo, deforme y afeado hay que hacerle creer que bajo su grasitud y sus carnazas se oculta una belleza que puede recuperarse sin cirugía mayor, con anestesias locales y con esa misma indiferencia placentera con que los colaboracionistas se entregaron al goce de la armonía del quirófano desde 1972.

GIL WOLF

 


 

La psicología profunda de Zaratiegui

“Quien pierde un hijo en las condiciones en que ellas los perdieron sufre forzosamente un desequilibrio emocional...”  Así explica el contralmirante Zariategui el comportamiento anormal de las Madres de Plaza de Mayo. Lo normal, para su perspectiva, coincidente con los diputados radicales, sería aceptar las migajas jurídicas e interpretativas que les convida el régimen. Allí donde algunos duros ven “odio subversivos donde los diputados (ganan $37.000) ven intentos de desestabilización y caballos de Troya políticos, el buen hombre de armas, “solidario del dolor, ve un cuadro psicopatológico. En este país veníamos habituados a los estragos que causa el psicoanálisis entre las chicas ingenuas y entre los escritores que rinden culto a las bellezas parapsicológicas y para-matemáticas del doctor Lacan. Ahora la peste se ha extendido a los cuarteles y a los apostaderos navales. ¿Qué lleva a una mujer a exigir el procesamiento natural de los criminales de guerra? Explica Zaratiegui: “tras esa permanente actitud de protesta se esconde una necesidad subconciente de expiar culpas probables o posibles en la formación y supervisión de sus hijos”. Es decir: hay una culpa de haber parido subversivamente y de no haber orientado a los chicos, -ahora desaparecidos no sin antes recibir el tratamiento especial que las Fuerzas Armadas solían dispensar- hacia una vida normal, hacia empleos más -policía, emigrado, etc.- hacia actitudes más constructivas, hacia la hermosa sociedad que los compañeros de armas de Zaratiegui se empeñaron en construir desde 1955. Camps, Zariategui, Neustadt, Jaroslavsky, etc, el noticiero que filma exhumaciones, los dietólogos que explican la tortura como una irrupción de algo inhumano, los capellanes que explican la guerrilla como una intervención de Satanás: todos iguales. La cuestión es sepultar bajo frases e imágenes verosímiles, científicas, conmovedoras o espectaculares una realidad más terrible que los cráneos partidos que brotan de la tierra: la arbitrariedad y la violencia sobre las que se distribuye el poder que da espacio para la filosofía de los dietólogos, la mentira del noticiero, el liderazgo de opinión de Neustadt y sobre las que se confieren las condecoraciones y los grados que algunos se obstinan en lucir como un orgullo ante un país perplejo.

 

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PERIODISMO DE ANTICIPACION

Latinoamérica ante la tercera guerra mundial

LA UNICA GUERRA QUE PODEMOS ESPERAR ES QUE PODEMOS ESPERAR ES LA UNICA QUE NO SUPIMOS PENSAR

Por Carlos R. Dagerl

Actuales estudios prueban que cuanto más se retarde el enfrentamiento nuclear, menores son las chances de supervivencia de la especie. Solo falta determinar el escenario.

Revisando los debates de hace cuarenta años se observa que tanto los sostenedores del proyecto nuclear americano como sus detractores estaban en lo cierto. Paradojas históricas: quienes reclamaban dinero y vía Iibre para los ensayos de la bomba H prometían que con ella se minimizaría el riesgo de guerra, al tiempo que se abreviaría la duración de cualquier guerra posible. Acertaron: el Atlántico Norte y sus aledaños, de una guerra cada diez años (tal el promedio secular que venían arrastrando) pasó a disfrutar de cuarenta prologados años de paz. Hubo uno que otro tiroteo en Chipre, Hungría, en las provincias vascas y en Irlanda; hubo guerrilla en Cuba; Guatemala, Nicaragua y Argelia. También hubieron invasiones americanas: una docena de breves incursiones más preventivas que otra cosa. No cabe duda de que quienes pronosticaban paz habían acertado.

Los opositores al proyecto nuclear de 1946 aseguraban que a partir de la bomba de hidrógeno se comprometía severamente el futuro de la humanidad También acertaron: los actuales estudios no las tonterías fílmicas por el estilo de The day after), prueban que cuanto más se retarde el enfrentamiento nuclear, menores son las chances de sobrevivencia para la especie. De .98 en 1955 pasaron a .74 en 1960 y al alarmante .50 calculado en 1982. A propósito: debe recordarse que los verdugos (que para los actores de los films apocalípticos son la radiación y la demolición) en los pronósticos más serios son el frío (determinado por la sombra del polvo atmosférico desatado, que bajará la temperatura media en unos 10 a 15ºC en los primeros tres años de post guerra) las epidemias ictícolas y de la fauna de mamíferos (incluidos los humanos) y la inundación provocada por la fusión de los casquetes polares a consecuencia de los mismos cambios previsibles en la rotación de la tierra y de la posición de su eje.

Francia, Alemania, Inglaterra y sus vecinos próximos, son los principales beneficiarios de la paz nuclear, pero deben pagar esta ventaja con la pesadilla de vivir sobre un probable polvorín cuyo estallido los borrará del mapa. La pesadilla -que cada  tanto la prensa les vuelve a la conciencia- bien vale la pena comparada con los horrores que esos que esos pueblos vivieron en la gran guerra, en la guerra de España y en la Segunda Guerra Mundial. A los europeos se los percibe saludables, sin hambrunas; sin ejércitos de ocupación, y con un nivel de conflictos sociales internos. Mientras tanto; el conflicto USA-URSS que se dirime en una microscópica  guerra de posiciones en Asia, Africa y Centroamérica ni siquiera les perturba el favorable flujo de materias primas: Europa no se puede quejar.

“El imperialismo -dijo Mao- es un tigre de papel”. Pocos lo comprendieron: el viejo líder quería decir que el imperialismo parece un tigre, y aunque no sea un tigre, siempre  consigue que nadie se le acerque para confirmar si es de papel o de carne. La frase, sirvió a los chinos para entender sus relaciones  con la URSS, pero una vez que se acercaron a la frontera Noroeste de la milenaria China volvieron anunciando que sí, que era un tigre de papel, pero que tenía los colmillos nucleares. Corrigieron la corrección cambió la historia de China y la historia del tercer mundo, aunque sus habitantes y sus dirigentes todavía no lo pudieron advertir.

En cambio lo advirtieron los estrategas soviéticos y los americanos. Desde entonces, el arsenal nuclear se puebla de armas menores; de alcance limitado, y aparecen los explosivos limpios, de baja radiación y los explosivos sucios, de alta radiación y bajísimo potencial de demolición, que dejan las fábricas intactas y limpias de incómodos habitantes humanos. Todo este arsenal está dirigido a sus aliados y a los países lejanos, más que a los enemigos soviéticos y americanos, que entre sí se comportan como hábiles jugadores bien educados.

Este arsenal, más que la bibliografía que distribuyen en Panamá acerca de la “doctrina de Seguridad Nacional”, explica que las fuerzas armadas del Cono Sur hayan involucionado a funciones policiales y semiaduaneras. Para el Cono Sur cualquier conflicto entre naciones que se inscriba en las líneas del conflicto este-oeste será un hermoso laboratorio donde experimentar los nuevos instrumentos, en tanto que todo conflicto que no comprometa a las dos potencias será dirimido por USA con un paterno gesto de ocupación territorial.

Para el Cono Sur la única guerra pensable es una forma de guerra que los europeos no pueden imaginar: una guerra a la antigua de ocupación territorial, determinada por la migración (preventiva o ulterior) de centenares de miles de cuadros de élite de la zona afectada  (o  afectable)  por  el “holocausto” nuclear. Brasil, Uruguay, Chile y Argentina son, junto con otras pocas regiones de Africa sudoriental las probables víctimas de esta forma de agresión colonial. Paradojalmente, y tal vez  no casualmente, las Fuerzas Armadas de estas regiones sirven para cualquier cosa  menos para la defensa nacional en tales condiciones.

Esta forma de guerra -la única probable- requiere un diseño  defensivo basado en la unidad nacional en la unión entre ejército y pueblo, en el fortalecimiento de las instituciones intermedias movilizables y en la preparación física o ideológica de la población civil. Es decir: requiere todo lo contrario de unas Fuerzas Armadas diseñadas según el modelo europeo de comienzos de siglo, aptas para vencer al Paraguay y a los pampas,  para  perder  en guerras limitadas con la OTAN y para ejercer una administración policial torpe, soberbia y elitista.

 

 

 


 

Polémicas centrales y ciencia.

EL PORTEÑO JUNIO 1984

 

Aventuras espaciales

 

 

1. Salir de este mundo

Ithacar Jalí (a) Enrique César Lerena de la Serna es un ángel caído en el Cono Sur para recordarnos fragmentos de la historia y del saber humano que la leyenda negra de los victoriosos de 1945  intentó sepultar. Siempre la historia la redactan los vencedores; esta vez, la leyenda negra desembocó en una novelita rosa en cuyas páginas, lo que debió haber sido un pensamiento rojo acabó convirtiéndose en un sentimiento verde, un buen negocio cultural.

Habría que recordar la generosidad de las arcas del Reich para con los proyectos del Mago de Peenemünde, Werner Von Braun, (el mismo que después hizo de mago en Cabo Cañaveral, que después se Ilamó Cabo Kennedy). Claro, en el costoso plan del Reich estaba la ilusión de reventar en pedacitos y a bajo costo a Londres y a Moscú (y, por qué no, a Chicago, Detroit y New York). Pero al Mago y su troupe esa pelea entre años y pueblos inferiores, Krupps y Rockefellers, hombrecitos del Reichstag y hombrecitos del Kremlin, de Manhattan y del Lloyds le resultaban algo tan trivial como las maquinas voladoras del conde Zeppelin, que se empecinaban en flotar boludamente delgaditas de un globo. El Mago tenia otras preocupaciones. Por ejemplo: ¿Si el planeta está lleno de huellas que prueban que hubo otra luna que cayó, por que no va a caer esta luna que sigue girando y girando sobre el inmundo mundo y –también- sobre la hermosa tierra alemana...? "Hay que -pensaba él- planificar una manera de salir de este planeta condenado al colapso..." Así solía cavilar, con esa tendencia al thinking big que habría de cautivar a los vencedores norteamericanos. Para él, como para los vencedores, se trataba sencillamente de una cuestión de control. Control: si a los estrategas les interesaba controlar la guerra –es decir, la política- sin preocuparse de la luna que caería dentro de diez mil años, a los Magos les interesaba controlar otra guerra: la del control representado por los productos del cerebro de los mamíferos bípedos binoculares, contra el desorden representado por la materia inerte en libertad....

 

2. Dejar la Tierra, tener  la Tierra

La aventura espacial se investía de un proyecto de control: la humanidad intentando escapar del control del azar. En poco tiempo, el juego de los cohetes y de los satélites dio más noticias del control: el control psicológico de ciudades enteras sometidas a una amenaza sin-pilotos, inhumana. EI control de las comunicaciones que permiten las estaciones orbitales. El control de procesos químicos que solo se puede ejecutar   fuera del alcance de la fuerza de gravedad.

Y el control político: la estación orbital, que empezó como el sueño de un primer paso hacia el viaje lunar o interplanetario, dictado por motivos de economía de despegue, se reveló como una eficaz máquina de control político: detección de ensayos nucleares y de desplazamientos militares, relevamiento de recursos humanos y económicos.

 

3. La aventura y el orden

Hace poco Von Braun se murió. Su sueño de la migración interplanetaria quedó tan sueño como el del imperio de la raza dolicocéfala. Pero tal como la tendencia del sueño de hegemonía mundial se puede verificar en cualquier episodio del Líbano Afganistán o Centroamérica, o en cualquier balance del endeudamiento entre naciones, la tendencia de la quimera del control sonada durante los primeros capítulos de la aventura extraterrestre se verifica en cada tramo de la aparentemente disparatada industria espacial.

Desde aquí, varados contra la superficie de la tierra chata del Cono Sur, no es el caso de constatar la existencia de una intrincada red de satélites espías que detectando la ubicación de nuestras obsoletas naves de guerra, inventariando el crecimiento de los cereales, los stocks ganaderos y los stocks de plutonio anulados en usinas, laboratorios y estanzuelas del Sur cumplen, en definitiva, la misma función que una intrincada red de funcionarios e informantes venia desempeñando hasta ahora. Se trata, apenas, de una diferencia de grado: más electrónicos, mas metódicos, igual te tienen junado como siempre.

 

4. Un tigre de papel con ojos orbitales

Entonces: ¿estamos igual que antes? No: estamos diferentes, estamos peor. No solamente la industria espacial ha concentrado los mejores recursos del control en solo dos potencias, sino que dentro de ellas, se ha concentrado el acceso a los resultados del control en una sola tecnocracia. Importan menos ahora los ejércitos comprando tanques y granadas, las marinas comprando barcos y salvavidas, las aeronáuticas comprando bombas que nunca explotan y aeroplanos que intentarán embocarlas donde se pueda, y cada vez importa mas el monopsonio de la industria espacial. En él, bajo los rubros de administración pública, investigación científica y proyectos especiales, se agrupan nuevas formas de gastos militares y –lo que es más importante-, nuevos grupos de proveedores y nuevas elites de compradores que avanzan sobre las fuerzas armadas tradicionales animadas por este sueño alemán de control.

 

5. Los perdedores se consternan

Por ejemplo, el camarada Konstantin Chernenko, representante del viejo partido, y del viejo ejército. Un cable de A.P. del 19 de mayo, reproduce su advertencia: "no es tolerable dilación alguna en la firma de un acuerdo prohibiendo las armas orbitales y las armas antisatélite..." se quejó el camarada y parecía una proclama de la asociación de criadores de bueyes contra el empleo indiscriminado del tractor. Pero no hablaba, el camarada, para los diplomáticos, ni para los "magos" que en puntos estratégicos de la URSS trabajan desarrollando armas orbitales, con tanto afán que ni tiempo para leer proclamas moralistas tienen. Chernenko hablaba para el Senado norteamericano, tratando de frenar las presiones del lobby orbital, que busca llevar hacia la industria espacial la mayor parte del presupuesto de defensa.

 

6. Las guerras de ficción

Los arsenales nucleares acumulados en las últimas décadas han convertido a la guerra en un sistema ficcional. Un teatro de tigres títeres de papel, que pueden explotar: ficcional no significa improbable. Ficcional significa que el efecto narrativo de la persuasión ("disuasión", la llaman en jerga militar, reemplaza el efecto bélico de la destrucción. E1 "bluff" pasa a ocupar el lugar de su inversión lógica, -el "camouflage"- pero la infiltración política, y la filtración de inteligencia a las que son sometidos los eventuales "aliados" y las eventuales víctimas de esta guerra de ficción, impide a víctimas y aliados potenciales el ejercicio de las artes del “bluff” y del "camouflage".

Ficcional tampoco significa evitable ni inocua: nada hay más ficcional que las peleas de borrachos, que a igualdad de medios son las que peores lesiones provocan. Algunos trataron de evaluar la evitabilidad de las guerras nucleares indagando el comportamiento de oficiales que, en la primera y segunda guerras mundiales, enfrentaron, en la escala de sus regimientos, situaciones "suicidas" comparables. La diferencia: aquellos oficiales eran profesionales en la plenitud de sus facultades: los estrategas en última instancia del tiroteo nuclear son viejitos, y, se sabe, la edad que vuelve a la gente más aplomada y más madura también tiende a volverla más irascible y más estúpida.

 

 

 

7. La evasión planetaria, recurso de la ficción

Con tal estupidez especulan los promotores de la guerra orbital: reclaman cuatrocientos mil millones de dólares para el desarrollo, en un lustro, de armas-láser cuya factibilidad nadie puede asegurar. (En cambio; los promotores pueden asegurar el cambio significativo en el perfil industrial que su desarrollo tendría para los Estados Unidos...) La tentación es grande: si USA se embarca en el proyecto, como la URSS no puede distraer recursos de su actual arsenal nuclear y de sus ejércitos de ocupación deberá distraerlos de la política de bienestar social  que viene prometiendo a su pueblo y a sus cuadros medios. Si USA logra enganchar a la URSS en su proyecto, tal como ocurrió con el proyecto lunar, la economía capitalista podrá dar rápida cuenta de sus excedentes tecnológicos convirtiéndolos en chucherías para el mercado masivo. La URSS, que todavía necesita lavarropas y autos tendrá que meterse los avances del láser y sus derivados en el mismo sitio donde se puso la obra completa de Max-Engels y Lenin. (¿Dónde se las metió?) En definitiva, argumentan los entusiastas del proyecto

orbital, si las armas espaciales funcionan, se creará un espacio, bélico extraterrestre, donde los tantos no se dirimirán por voladuras de ciudades ni por ocupaciones de países con tanques, sino en una suerte de guerra de juguete que todo el mundo, (y particularmente los pobladores del Tercer Mundo), podrá mirar por su ventana como quien mira los fuegos artificiales de la parroquia.

A propósito de nuestra parroquia: informa Science que el desarrollo de armas láser orbitales requeriría fuentes de energía eléctrica nucleares equivalentes a las mayores usinas instaladas en el mundo. El proyecto orbital contempla la puesta en órbita de un número no determinado de Atuchas y esto debería ser tomado en cuenta, -profesor Westerkamp, almirante Castro Madero, diputado Aráoz, licenciado Caputo- antes de firmar el curioso tratado de no proliferación nuclear: cierto que dotar a los sucesores de Lami Dozo con bombitas de varios megatones sería una irresponsabilidad; pero también es cierto que pronto armas nucleares y menos controlables residuos nucleares habrán proliferado sobre nuestras cabezas y estarán girando y girando sobre los ingenuos firmantes de NP Tlatelolco.

 

8. La Argentina, potencia espacial

La cuestión del espacio para Argentina inviste otras características. El sociólogo Oscar Oszlack, antes de ser subsecretario del gobierno de Alfonsín, publicó un ensayo sobre el tema del derecho al espacio urbano. No se trata ya del espacio conquistable de Von Braun, sino del espacio inconquistable de los pobres de la Argentina. El trabajo de Oszlack analiza las estrategias del gobierno de 1976, destinada a crear una ciudad “blanca”, un espacio urbanístico representativo de la victoria social de ciertas clases a partir de la disolución del Frejuli. La reforma urbanística de Buenos Aires segregó geográfica, ecológica y psicológicamente a los sectores populares. Creó una ciudad cara, controlada, vigilable. Esa ciudad a la que O'Donnell llamó a reconquistar. ¿Recuerdan? La idea era llenar los espacios con artistas, con artesanos, con espectáculos y con gente de pueblo que rompiese los límites trazados por la ingeniosa creatividad paisajística de Cacciatore. El 21 de marzo de 1984,  se estaban cumpliendo los primeros cien días de gobierno democrático, acababa de cumplirse el final del verano, y un operativo conjunto de la inspección municipal del Dr. Saguier y de la Policía Federal del Dr. Tróccoli, dio por clausurada la usurpación simbólica de la Plaza de la República. Un día antes, la Secretaría de Cultura Municipal había decretado el día del artesano. Días mas tarde, los artesanos fueron "internados" (se dice así en la jerga feria municipal) en una zona  donde podrán celebrar su culto retrógrado a formas primitivas de la economía sin alterar la armonía comercial, industrial y urbana de la prolija ciudad.

 

9. Despacio con la cuestión de los espacios

Quien entienda a la Iglesia está a un tris de haber entendido el mundo. Y yo escribo "la Iglesia''; coma si eso existe a y fuese una unidad. Hay una Iglesia de las Obras: el aparato material que sostiene un imponente sistema educacional y que actúa en las bolsas y en los mercados financieros, a veces con efectos escandalosos. Hay una Iglesia política: ”la vieron” en España, en 1936, la vieron en Argentina en 1954. Por problemas con esa Iglesia, gente que quizá compartiera la fe cristiana de la Iglesia anduvo por Buenos Aires quemando iglesias –varias iglesias- en el año 1955: Hay otra Iglesia política: grupos desautorizados de obispos –pastores- que alentaron versiones terrenales del Evangelio para consumo de los pueblos del Tercer Mundo. Parecida: la iglesia de Wojtyla en su pastoral para Europa Oriental; un arma religiosa de las luchas gremiales y  nacionales de los obreros polacos. En argentina hay una Iglesia que munió de rosarios y sacramentos a los funcionarios de la represión y una Iglesia que sirvió de bolsón de resistencia a la opresión y de tribuna para la denuncia de la represión. A ninguna de esas Iglesias pertenece el director del Teatro San Martín: mientras unos armaban el brazo de la represión y otros armaban formas microscópicas de resistencia, él armaba espectáculos para la administración del brigadier Cacciatore hombre de la fuerza aérea. Ahora arma espectáculos para la administración del doctor Saguier, (hombre de Papel Prensa), y aunque no pertenezca a alguna de las Iglesias en cuestión, sabe calcular los efectos que sobre cada una de ellas puede ocasionar determinada política de selección de obras. Nadie debe cuidarse de ofender a la Iglesia: todo el edificio social de la Argentina contemporánea está montado sobre una sucesión de ofensas a la fe cristiana que la Iglesia pretende sostener. La Iglesia, o determinado sector de la Iglesia jamás responde a las ofensas, sean espectáculos de Karim, difusión de obras filosóficas materialistas ateas, o culto público de cadáveres embalsamados. La Iglesia, o los sectores de la Iglesia, siempre responden a las batallas por el espacio. Con la obra de Darío Fo la cultura Municipal salió a alterar la distribución de los espacios de la ofensa: no era desde el disenso desde donde se ofendía a esa Iglesia, sino desde el Centro Cultural del .......................... (SIGUE EN PAG 91, QUE NO ESTA)

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Intentan deteriorar la imagen del Poder Ejecutivo EL PORTEÑO AGOSTO 1984

 

Mediante la adulteración de documentos, la difusión de rumores y la exhumación inoportuna de reportajes, distintos intereses procuran minar la creciente popularidad de los hombres de gobierno.

No pocos lectores de esta columna, tarde o temprano, estarán presos, o detenidos.  Alguien olvidara todos los documentos  de su auto, alguien olvidará que ya ha excedido el límite de cheques sin fondo que tolera el Banco Central, alguien olvidara una "pituca" baboseada en el bolsillo de su campera jean, y los t res "alguien" y algún otro lector por alguna por la causa, conocerán la hospitalidad de las comisarias, los tribunales y las cárceles de la democracia. Ahora es mas fácil: la policía es más amable, mas tolerante. De la época en que la policía era mucho menos tolerante y aún menos amable, sobreviven los sustantivos "botón" y "cana", que se usan para adjetivar comportamientos desleales y reprochables. Para muchos, aun hoy, "botonear" es peor que robar, y aun que para la mayoría "quien roba a un ladrón gana cien años de perdón", nadie se ha puesto a calcular el monto de indulgencia que gana "quien botonea a un botón". Alguna vez, alguien lo hará. Yo no: yo, avejentado, conocí la hospitalidad policial en tiempos menos  amables y tolerantes y por eso vivo temiendo que me consideren "botón", o  "cana", calificativos difíciles de evitar cuando se escribe sobre hechos recientes, sobre personas vivas y bajo el patrocinio de un medio de comunicación de masas.

 

Si algo hay peor que ser botón, es ser "servis". Los "services" actúan solapadamente. Un obispo, esa abuelita tembleque, la gorda que despacha el café y un encumbrado locutor de la radio: todos pueden ser "service", "de los servicios". Los servicios son raros: hasta suelen atacar al Estado. A veces, miembros de los servicios atacan a su  propio servicio en cumplimiento de actos ¡de servicio! Los servicios de información suelen actuar sobre la información. A veces adulteran la información y a veces distribuyen información verdadera, porque los servicios de ahora son tan sofisticados que hasta suelen acudir a la Verdad y a la Justicia para cumplir sus hiper-retorcidos designios. Por ejemplo, llega un ejemplar del número 9 de la revista Propuesta y Control, editada en 1977. Algún servicio le ha intercalado una hoja impresa para hacer creer que su consejo de redacción estaba integrado por los señores Storani, Alconada, German Lopez, Aldo Neri y Jorge Roulet -un buen pedazo del actual gabinete, y que la dirección estaba a cargo de Raúl R. Alfonsín, algo increíble, porque este número que puede consultarse contiene la reproducción de un reportaje realizado al Dr. Raúl R. Alfonsín por el diario "La Voz del Interior”, y nadie va a creer que el director de una revista publique en su revista un reportaje hecho a si mismo por otra publicación, ¿no es cierto? Lo cierto es que así veo al número noveno de la revista "Propuesta y Control", y que como para confirmar la sospecha de que se trata de una publicación apócrifa impresa en la usina de acción psicológica de vaya uno a saber que servicio, el presunto reportaje atribuye a Alfonsín una serie de opiniones que contradicen todo lo que todos bien conocen de el. Por ejemplo, quien haya redactado el reportaje, intentó simular que a la pregunta "¿Ha mejorado la situación de los derechos humanos en Argentina?" el hombre habría respondido afirmativamente con la frase "yo creo que podemos empezar a alentar algún optimismo...". EI reportaje apócrifo trata de difundir la imagen de un político conciliador, ¿haciéndole decir que: "no estamos urgidos por calendarios electorales. Pienso que antes debemos lograr un compromiso nacional que en un primer periodo se concrete en una democracia de fines, para ir luego a una democracia de medios". Por una democracia de fines, se entiende a un gobierno compartido por las Fuerzas Armadas; y, como para aclarar el concepto, el supuesto Dr. Alfonsín habría dicho "debemos atravesar un período institucional en el que será necesaria la participación directa de las Fuerzas Armadas, que por si solas nada podrán lograr...”

Avanzando en la calumnia, los autores del reportaje ponen en boca del caudillo de Renovación y, Cambio esta opinión sobre los objetivos de Martínez de Hoz; Agosti, Videla y Massera: "Todos sentimos la necesidad de llevar a feliz término este proceso y pienso que las Fuerzas Armadas también comparten esta necesidad, y si no la compartieran, este proceso argentino estaría en peligro...". ¿Quién va a creer en esto? Para simular el estilo del Primer Mandatario, quien quiera haya redactado este infundio agrega algunas frases conocidas del ideario radical, por ejemplo, una mención favorable a la socialdemocracia y un reclamo al gobierno alertando sobre la necesidad de eliminar "la represión paralela e ilegal".

El reporteado imaginario, no obstante, parece identificado con el objetivo, (ya que no con los métodos) de la represión, pues lo hacen figurar aconsejando que el gobierno "debe centralizar y unificar la represión".

 Difundir la existencia de esta documentación apócrifa cuya finalidad es minar la creciente popularidad de los –hombres de gobierno podrá parecer una "botoneada", -una delación-; pero en una hora crucial para el país hay que asumir el riesgo de pasar por botón toda vez que se vuelva necesario para identificar a los que manipulan la opinión pública al servicio de vaya a saber cuáles intereses, ¿no es cierto?”.

 


 

 

 

Polémico, desordenado y concluyente El Porteño, Julio 1984

Fogwill invita a pensar (mal de él), y a sospechar

de las ideas que se usan para pensar en política.

 

 

Revisiones: los que inventaron la palabra "sinarquía", -como los que inventaron la palabra "ideología"- estaban llenos de buenos propósitos. Tan buenos eran que en su sistema doctrinario "ideología" –para unos- y "sinarquía", para los otros, eran cosas "positivas" que un largo proceso de devaluación terminológica concluyó por invertir. Escribo una nota, no una enciclopedia: las Bibliotecas Populares; bajo la abnegada conducción del escritor Eduardo Belgrano Rawson, están atestadas de enciclopedias que nadie consulta. Sería un alegrón para Belgrano Rawson que esta columna de EI Porteño desencadenara una corriente de jóvenes lectores ávidos por conocer significado primitivo de términos que tanto se usan en la actualidad. Otro alegrón que más gente leyese "EI Náufrago de las Estrellas", esa novela casi desapercibida de Belgrano Rawson, uno de los libres que más admiro de la literatura argentina. Propaganda: Belgrano Rawson es radical, pero su prosa es radicalmente distinta de la de Gorostiza y de la del Dr. O'Donnell. Hacía años que no pensaba en "sinarquía". Perón habló de sinarquía alguna vez, como si ella existiera, y ya adivino que alguien preguntará "¿Pero si vos decís que sos peronista, por qué te tirás contra una idea que fue tan importante en el pensamiento del General?” Respondo: al General le gustaba pasear en motoneta, y a mí la motoneta me parece ruidosa, incómoda, lenta y particularmente peligrosa: odio las motonetas tanto como a las palabras que dicen mucho porque no significan nada. Por ejemplo: "sinarquía". Odio tanto esa palabra que la tenía olvidada hasta que volví a verla en el reportaje al señor Castrogé que publico EI Porteño del mes pasado. Medio mundo se enojó por ese reportaje, y yo volví a leerlo y puedo asegurar que si se quita el concepto de sinarquía y algunas ideas conexas, podría endosar la mayoría de las afirmaciones de Castrogé. No digo “tolerar”, porque tolerar, lo que se dice “tolerar”, tolero todo incluyendo la intolerancia, a la que siempre es fácil desarmar y desconcertar mediante la táctica de tolerarla (viejo truco de la “otra mejilla”), y la estrategia de desabastecerla de recursos (vieja metodología de pensar menos en el chancho y más en los proveedores de su comida balanceada). Digo, -es decir, “escribí”-, que puedo endosar la mayoría de las afirmaciones de Castrogé que tanto enojaron a los que ignoran el arte de leer revistas, y a los frívolos como Caparrós y el periodista Dorio, que de tanto escribir para medios oficiales donde cada redactor debe cumplir con la línea de la dirección, piensan que las revistas como EI Porteño deben ceñirse a difundir su propia línea, y ya que son de “izquierda", no incorporar cosas “de derecha”, a fin de mantener la hacienda dividida, y a las bien encasilladitas, como le gusta a los jefes y a los dueños de los diarios donde trabajan por sueldito. Pensar en “sinarquía” es tan estúpido como pensar en “línea editorial”

La idea de sinarquía tiene dos consecuencias nefastas: 1) supone una acción nacomunada de Capitalistas, Subersivos, Masones, Judíos y potencias del mal, y como esta idea no soporta el menor análisis de la evidencia histórica resulta que: 2) lleva a ignorar las instancias en las que ciertos grupos de intereses antagónicos actúan sinérgicamente y concertadamente, en impide pensar y detectar los mecanismos por los cuales esa concertación llega a operarse. En el colmo de la estupidización –o simplificación- no faltará el muchacho que imagine que la “sinarquía” tiene una sede –en Zurich, Montecarlo, o en la Isla Mauricio-, lo que le impedirá descubrir que todo lo negativo que la idea de sinarquía significa en su vida tiene una sede en su propia cabeza: el hábito de no pensar. Hasta la gente que mejor piensa cae en esta costumbre: nuestra clase pensante adhirió al mito del pacto síndico-militar que fabricaron los estrategas de marketing del Dr. Alfonsín. La idea del pacto firmado tiene las mismas consecuencias que toda teoría conspirativa de la sociedad: si existe el pacto, basta desplazar a sus firmantes para neutralizarlo, si existe el pacto, es producto de trenzas y acuerdos, no de una "realidad efectiva". La "realidéfetiva” no es práctica, es fáctica, está hecha de "hechos". Hay un hecho:. la existencia de un interés personal en cada miembro de cada institución. Hay otros hechos: la certidumbre de cada miembro de cada institución en que su interés personal está garantizado por los intereses de la institución, y la tendencia de las cabezas de las instituciones, (Fuerzas Armadas, Empresas Monopólicas, Sindicatos, Partidos, Medios de Comunicación, Religiones, instituciones varias, etc...) a integrarse bajo los tres denominadores comunes: del dinero, el poder y el prestigio, que con frecuencia son intercambiables entre sí. Por ejemplo: se asombran cuando la familia del obrero Triaca le vende un lotecito a los socios del militar Galtieri en solo tres millones de dólares, sin advertir que la lógica del intercambio social hace que a efectos del poder y el prestigio (máquina de hacer dinero) el puesto de Secretario General de un Arma equivale al puesto de General de División de un Sindicato. El dominio de la tecnología de administración y conducción hace del dirigente sindical un instrumento imprescindible para el gobierno militar, (y para el gobierno civil que lo suceda). El poder de las armas hace del general un dato inevitable de la realidad, del sindicalista, y a menudo, un dato favorable, porque siempre es mejor resignar algunas ideas y algunos privilegios en la mesa de negociación con un coronel no muy ducho en las artes de la política, que resignar todo un cargo ante una asamblea de muchachos enardecidos. ¿No es cierto? Aquí el nacionalismo popular imaginó a la "sinarquía" actuando en 1945 contra  el proyecto del Coronel, de la CGT y del partido Laborista. ¿Cómo explicar esa alianza de soviéticos y yanquis que configuró la Unión Democrática?

 

Explicar esa alianza por la decisión de un consejo de "sinarcas" vestidos de negro, tiene dos consecuencias nefastas para el entendimiento de la realidad:1) ignorar el papel de la lucha larvada entre el capital inglés y el capital norteamericano (bien descripta, aunque exagerando algunos énfasis, en el notable estudio de Milciades Peña "La clase dirigente argentina"; 2) oscurecer el carácter interno de la lucha entre las clases agrupadas en cada uno de los bloques que se enfrentaron en el comicio de 1946 (bien descripto en "Estudios sobre los orígenes del Peronismo" de Pontariero y Murmis). Este oscurecimiento, y la citada ignorancia, tal como la mitología impuesta por la torpe metáfora del “pacto” que vendió la UCR, sirven para fundar políticas sobre bases equivocadas, lo que no significa que sean políticas equivocadas para alcanzar los fines de quienes las fundan: con frecuencia, los diseños políticos equivocados son los más eficaces para los objetivos de sus creadores, tal el caso de la concepción del fenómeno del ’45 que animó al peronismo, y de la concepción del sindicalismo que predominó en la primera etapa del gobierno radical.

Sionismo: esta vez no remito a la enciclopedia. ¿Hay una “cuestión judía”?

            Afirmo que sí: las políticas imperiales en Medio Oriente, las discriminaciones que ciudadanos judíos siguen padeciendo en el mundo y las persecuciones que la cultura y la fe judía siguen padeciendo en alguna superpotencia lo prueban. ¿Tiene esto que ver con la fe cristiana? Afirmo que no: cualquier librito de historia medieval puede mostrar que la cuestión judía no es consecuencia del ejercicio de los dogmas de la fe sino de la ulterior constitución de los estados nacionales y la institución de los dogmas mercantilistas de la lealtad nacional. ¿Existe el sionismo?

 

Afirmo que no: no existe en la historia judía un proyecto-unitario como el representado por el ideal sionista, ni existe homogeneidad ideológica en la religión y en la cultura judía al respecto. ¿Son sionistas las sectas ortodoxas orientadas desde Nueva York que proponen ignorar al Estado de Israel desde los principios de su fe? ¿El Estado de Israel, está conducido por una política "sionista" o por una "política'' a secas, es decir, por una relación de fuerzas internas y externas, sabiamente administrada por sus conductores? En mi vida no pude encontrar mejor prueba de la no identidad entre sionismo y judaísmo que el capitulo dedicado a Teodoro Herzl por el historiador de la política cultural Carl Schorske, en su "Viena Finde-Siecle": Lo comento porque es un libro carísimo que jamás las Bibliotecas Públicas podrán adquirir a menos que Belgrano Rawson acierte su tarjeta del PRODE. Para Schorske, el ideal sionista surge del desencanto de la sociedad liberal; no es una idea de judíos, sino una idea de asimilados. La formación racionalista, germanófila y aristocrática del húngaro Hertzl desplaza de su ideario cualquier concepción "racial" o religiosa. Una prueba: Herzl, que murió a los cuarenta y cuatro años, a los treinta y tres años negociaba con la corona austríaca un contacto con el Papa Romano para ofrecer: “si nos ayuda en nuestra lucha me pondré a la cabeza de un movimiento para la conversión libre y decente de los judíos al cristianismo... A plena luz del día,  en procesión, mientras tañen las campanas, la conversión tendrá lugar en la iglesia de San Esteban... entraremos al templo con orgullo, y no con vergüenza como ha ocurrido en las conversiones individuales celebradas hasta ahora, que aparecían como actos de arribismo y de cobardía.” (Herzl; Tagebücher, I, pág. 8).

 

            Antisionismo: si alguien alcanzó a leer hasta aquí, si yo alcancé a convencerlo de que a pesar de la buena voluntad de los sionistas el sionismo no existe, y si se acepta que o hay nada menos útil que luchar contra lo que no existe, se coincidirá con mi convocatorio a Castrogé de abandonar su campaña antisionista y elegir su camino que se bifurcará en 1) el camino bueno de buscar el verdadero nombre que denomina al objeto contra el que quiere luchar; 2) el camino malo (pero no menos tolerable) de asumir que el ideal antisionista es en rigor una práctica antisemita. Lo siento: estoy cayendo yo también como Dorio y como los redactores de Cabildo, en un modelo autoritario, porque si Castrogé no elige el que yo elijo como camino bueno, se condena a un camino que le exige una práctica difícil: el antisemitismo. ¿Hay semitas? La mayoría de los judíos que andan por ahí no son semitas: mezcla de germanos, eslavos, hunos y mulatos, ya no quedan semitas. Habría que reducirse a una práctica antijudía. Pero: ¿Cómo hacer antijudaísmo cuando la mayoría de los judíos no adhiere sino superficialmente a la religión judía y cada vez adhiere menos a las tradiciones culturales judías y comen más y más chacinados y carne de  vaca matada a la criolla? Castroge está en un embrollo y, sospecho, lo mejor que puede hacer es seguir luchando contra su sinarquía y su sionismo: los fantasmas, buenos compañeros, son los

mejores enemigos porque atacar jamás van a atacar y cuando amagan una defensa dejan de ser fantasmas y se vuelven realidades.

Nazifascismo: un invento aliado. Que nazis y fascistas hayan actuado juntos (y con la complacencia anglosajona) en la represión de España, y sin la complacenciaanglosajona en la Segunda Guerra Mundial, no prueba la identidad del régimen fascista y el nacionalsocialista. Un orden fascista puede ser concebido, sin los componentes de exterminio que caracterizaron al nazismo senil, y atribuir al fascismo el honor de la Alemania nazi, equivale a atribuir al próspero y liberal estado del new-deal roosveltiano las ejecuciones masivas y el genocidio sistemático que practicaba su  aliado Stalin. Es penoso observar a gente que sigue pensando a la Europa de 1920 a 1945 según la caricatura quede ella trazaron Hollywood, Readers Digest y las agencias de noticias internacionales. No estoy proponiendo una revaloración estados del Eje: propongo que los ejes sobre los que el pensamiento de los vencedores obligan a pensar al habitante de sus zonas de hegemonía (o sea, del mundo, con la excepción de Albania, Libia y algún fragmento insignificante del Islam) en tanto proyectan a la actualidad categorías adulteradas por la ficción histórica, impiden entender el presente y traban la acción sobre el presente. No estoy proponiendo un modelo fascista para la Argentina: yo no promuevo nada, como bien lo ha demostrado el ensayista Zito Lema en la edición del diario “La Voz” del miércoles 13 de junio, donde advierte que soy un sucesor de Artaud y de Fijman que falla a causa de su inmensa mediocridad, y concluye sabiamente diciendo que soy una mierda. Eso dice: “una mierda”. (Evidentemente está apelando a la coprofobia occidental contemporánea para crearme más enemigos, como si mi trabajo infatigable no fuese suficiente). Promuevo la apuesta que para pensar, hay que dejar en el placard las ideas Hollywood, las frases de la Fede y las instrucciones de la orga. Sugiero que el comunismo en Argentina no nos traerá ni las hermosas aguas del Caribe, ni las ripiosas y burguesas letras de Silvio Rodríguez; tampoco hará nevar en blanco y negro, -como nieva en Moscú durante todo el año-; ni hará de las chinitas pampeanas, musculosas pilotos de tractor. Sugiero que el fascismo en la Argentina no exige perseguir judíos, (a veces exige silenciar a antisemitas), ni levantar el brazo, ni hablar en alemán. Por el contrario, a veces requiere hablar en español, por la radio, y bajo el disfraz del pensamiento democrático promover una uniformización de las ideas según el modelo que prefieren los dueños de los diarios. Sospecho que la democracia en la Argentina no nos volverá parecidos a suizos, ni a suecos, ni a los señores bien vestidos para quienes fue escrita la Constitución de 1853, que, creo recordar, tenía previsto el voto calificado a quienes estuvieran en condiciones raciales; sociales y económicas idénticas a las de sus redactores, y solo permitía el ejercicio del poder a ciertas características religiosas, sociales y económicas. ¿O leí mal? No, creo que leí bien, lo que sucede es que me expreso mal.

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La oligarquía ni existe PORTEÑO OCTUBRE 1984

 

 

Esa chica, Caride, lo describió así: “la buena educación es algo que empieza cien años antes del nacimiento...” Ignoro a quien estaría citando. En general siempre se esta citando.

 

Un lumpen mendocino –medio actor; medio cineasta, nieto de árabes-, dijo que odiar a la oligarquía es un acto de amor. Renunciar a ese amor tan fuerte que une con ese diosecito interior el oligarca, No hay enano fascista: salvando el cálculo renal, la prótesis dental, y la espiral intrauterina que llevan las mujeres, no hay otro cuerpo extraño dentro del cuerpo de cada argentino que un muñeco oligarca, una muñeca oligarca, un mal tan incurable como el Edipo que menciona la moderna narrativa psicoanalítica. Un títere invertido que mueve desde adentro toda la vida del ciudadano.

¿Oyeron a la joven esposa judía próspera que desprecia a su suegra porque conserva acento ruso, o polaco? ¿Vieron al muchachito de apellido italiano, hijo de un comodoro enriquecido que ha adoptado una voz cajetilla en lugar de las voces de mando del papá? Cada uno contrae el oligarca que merece, el títere interior gobierna. La oligarquía  es indiscernible: nadie imita al modelo oligarca; se imita a sus imitadores. Alguna vez las chicas de la oligarquía condescendieron a posar de modelos de propaganda, y así la gente atolondrada se identificó con putarracas de la burguesía europea, creyendo que copiaba a los oligarcas; mientras tanto la oligarquía continuaba en lo suyo, mandando. El arte de la oligarquía es pasar sus noticias cambiadas. Cuando se creyó que estaban organizando una Nación, estaban acumulando tierra. Cuando se los imaginó tirando manteca al techo en París, tejían su red de alianzas con el imperio inglés.

Cuando se los creyó almidonados, convertidos en "la sociedad” –una secta congelada en el tiempo-, estaban mandando retoños a las escuelas de administración de Harvard, Chicago y Massachusset. La oligarquía no tiene bordes: ¿Fortabat fue oligarca? ¿Y el rugbier amateur Ernesto Guevara de la Serna? ¿Y el polígrafo Jorge Borges Acevedo? La oligarquía no tiene núcleo: los mejores troncos genealógicos del virreynato se perdieron en aldeas del interior, se empobrecieron, patinaron sus títulos en el casino, se inmolaron en la epidemia de opio y morfina de las primeras décadas del    siglo, y hoy sus choznos sus escribientes, municipios pobres, o diputados provinciales del Movimiento Nacional Justicialista. Pura entidad, la oligarquía no tiene entidad. Cualquiera de estos border-lines puede: ligar un golpe de fortuna y reciclarse en la oligarquía. En cambio, penetrarla es mas difícil: ¿Cómo pasar a un espacio sin bordes, a una figura que no tiene centro? La oligarquía no tiene aduanas: codificar la pertenencia es un hábito mal visto. Excluir a alguien en teoría niega la ambigua naturaleza oligárquica. Sin tácticas de exclusión, tampoco tiene una estrategia de captación: la oligarquía delega en el movimiento de las décadas la decisión final. La oligarquía no es impermeable: es lentamente osmótica. No es soberbia capitaliza sus errores como el mejor ajedrecista soviético. La oligarquía no tiene ecosistema: ¿cuál es el barrio de la oligarquía –Barrio norte-, contestan. Perdieron. La oligarquía no tiene clubs: su deporte es el poder más que el polo. No tiene religión, alguna chica mística les sale monja, pero no sabe producir obispos y es vulnerable a todas las sectas: masones, orientalistas, adivinadores por barajas, y cuanta estupidez haya en oferta. Ultimamente produjo varios casamientos –casorios-,  por ritual lefebrino, lo que no prueba su ortodoxia, sino su secular tendencia a convertir a todo en una frivolidad diferencial: El ritual preferido par la oligarquía es la frivolidad: los infinitos cultos fetichistas a que se entrega son fábricas de signos que prosperan entre las nuevos ricos. La oligarquía goza del seguidismo de los recién venidos y los ingenuos como una prueba de poder. La oligarquía no es una clase social, en el sentido de la economía política marxista, ni es una clase en el sentido que usó Marx en su "18 Brumario”. Tampoco es una clase de niveles de ingreso: las máximas fortunas no pertenecen a la oligarquía; hacer dinero en estas zonas desde l930, requiere una devoción que contradice la moral desvar+iante de la oligarquía. Gente multípara, atomiza su propiedad en cada generación, y aunque la endogamia contribuya a reconstruir sus patrimonios, el arte de defender una fortuna excede las vocaciones oligárquicas. La oligarquía es depredadora: no hay imperio Antonio, Greco, Trozzo o Salimei que configure al más que una riqueza graciosamente delegada y vulnerable a la retórica oligárquica de la “riqueza indebida”, como si existieran las riquezas debidas. Cómico es ver que sigan refiriéndose a la “oligarquía vacuna”. La oligarquía mucho antes de empezar a refinar sus stocks de terneros aprendió que su negocio no era tener vacas, sino tener humanos. Comprendió antes que nadie el papel del Estado y de las inversiones extranjeras: lo que para un economista argentino pudo parecer una “alianza objetiva con el imperialismo” para los directores de Nueva York y Londres es una forma del “bribe” (cometa), o compra de protección al comisario. Alguien escribió que la oligarquía no tiene patria. Se equivocava: tiene patria, esa es su razón de ser, y su patria es lo que como un eufemismo solemos llamar nuestro país, en rigor, su país, el país de la oligarquía. Si el poder es una entidad virtual, nada hay mejor que otra entidad inexistente para contenerlo.


 

 

 

 

 

 

¿Una ola de crímenes?

Porque hay durante el verano un exceso de actividad, una plétora de vida que necesita consumirse mediante la violencia. Pero no: yo jamás escribiría semejante vulgaridad. La cita –disimulada por la omisión, de comillas-, corresponde al final del párrafo II del capítulo tercero de "Le Suicide", de Emile Durkheim, obra que todavía sigue siendo cartilla de doctrina para formar más y más inútiles científicos sociales. Durkheim, como todo el mundo, trataba de resumir el sentido común de su época a proposiciones como la citada, para después someterlo a crítica y a cotejos con la realidad (¿qué es la realidad?) y demostrar que esas proposiciones eran falsas, sentando las bases de un nuevo sentido común, para una nueva época: común.

 

Pero: ¿cuál es el sentido de establecer relaciones entre la frecuencia de las cosas y los intervalos del tiempo? Tiendo a pensar que la relación detectada y compilada entre los crímenes y las estaciones tiende a expresar algo idéntico a la pasión –detectable y compilable-, con que nuestra época histórica se empeña en compilar y detectar la distribución de la frecuencia con que ocurren las cosas según las épocas, o según cualquiera de las tantas cosas que se le antojan relevantes a los circunstanciales pasajeros de nuestra época.

 

Tiendo a pensar que no hay tal sentido. Una chica acaba de decirme -ellas siempre acaban de decir- que el sentido de esos registros y esas compilaciones debe ser buscado en la famosa cuestión del saber. (Ellas nunca terminan de saber.) ¡Vaya uno a saber...! En general, en temas como los de las relaciones entre los nacimientos y las cigüeñas, las temporadas y los crímenes, las logias supersecretas y los acontecimientos políticos, se tiende a asimilar la idea de saber con la costumbre de descubrir. Y descubrir –esto es algo que no debería haber escrito- no es sino recubrir con una trama de saber –palabras, palabras...- la trama de los hechos que aparentemente suceden en la realidad. A propósito: ¿podría alguien correrse hasta la farmacia de la esquina y preguntar, de parte de algún amigo diputado, que es la realidad?

 

Por ejemplo, nuestra reciente "ola de crímenes”. Se la oyó mencionar por las radios, se la vio relatar visualmente por la teve, se la leyó correctamente redactada en las revistas y en los diarios, y al cabo de leerla, verla, oírla y chuparla por medio de todos los medios, la ola de crímenes se convirtió en algo tan real como la sopa, como la pajita de las gaseosas y como la turbación de las mucamas descubiertas haciendo algo indebido. Nadie supo si estaba expuesto a los verdaderos crímenes, pero nadie ignoró que estaba expuesto a una ola de crímenes orales, visuales y narrativos.

 

Porque una ola de crímenes no es una ola de crímenes, sino una oleada de información acerca de crímenes. A veces (en algunos lugares, no aquí, por, supuesto), el flujo de las olas de crímenes no es más que un reflujo de la función preventiva de las fuerzas de seguridad. Otras veces, con otros lugares (aquí no, por supuesto), las olas de crímenes son olas de emisión de datos sobre crímenes, procedentes de los departamentos de prensa y estadística de las fuerzas de seguridad, las policías y los tribunales. Por ultimo (y, por supuesto, aquí tampoco no), las olas de crímenes son olas de avidez por reciclar información de crímenes desde los medios de comunicación. En ciertos casos, al medio le basta con subtitular los poquísimos crímenes que narra con el acápite "ola", para convertir al lento goteo de los delitos en una ola, o en un chorro que todo chorro envidiaría. Porque es posible que la frecuencia de los delitos se incremente por épocas, pero, hay que reconocerlo, la frecuencia siempre es terriblemente menor que la que para la perspectiva de los delincuentes y los proveedores de los servicios de represión y prevención sería una frecuencia

ideal.

 

Toda la gama de las figuras criminales se traba en esa alegoría social, el "veraneo". Asimilar las estadísticas de robo a las estadísticas de beneficio de los salones de juego, las estadísticas de violencia impulsiva a la de accidentes camineros, las estadísticas de asesinato al trabajo mutagénico de la radiación ultravioleta de las playas y las estadísticas sobre defraudación y estafa a las mitologías de la "intensidad" y la "felicidad" del mar sería un buen ejercicio, que, como todos los juegos de pensar, no produciría mayores descubrimientos, sino pequeños encubrimientos de la realidad bajo un

manto protector de diversión, o de cinismo: un acto medio criminal en esta época signada por el cine.